‘Canina’: la maternidad con pelo y colmillos

Rachel Yoder firma una novela cruda y divertida sobre una mujer que se transforma en perra después de dar a luz y que se inscribe en la tradición literaria de las metamorfosis

La escritora estadounidense Rachel Yoder, fotografiada en Madrid.Luis Sevillano

La infancia de la escritora Rachel Yoder no fue precisamente la típica de un niño de EE UU: se educó en el seno de una comunidad menonita en los Apalaches de Ohio, una región de bosque y montaña en el vasto interior del país. “¿Sabes lo que son los amish?”, pregunta sonriente, sabedora de que esa rama del movimiento anabaptista que en aquel tiempo fue el “centro de su vida” no resulta especialmente conocida en España. “Pues es algo parecido, solo que menos estricto”, aclara. Sin embargo, leyendo su ...

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La infancia de la escritora Rachel Yoder no fue precisamente la típica de un niño de EE UU: se educó en el seno de una comunidad menonita en los Apalaches de Ohio, una región de bosque y montaña en el vasto interior del país. “¿Sabes lo que son los amish?”, pregunta sonriente, sabedora de que esa rama del movimiento anabaptista que en aquel tiempo fue el “centro de su vida” no resulta especialmente conocida en España. “Pues es algo parecido, solo que menos estricto”, aclara. Sin embargo, leyendo su cruda y descarada primera novela, Canina (Blackie Books), nadie diría que creció en un entorno conservador estudiando concienzudamente la Biblia. El libro, todo un pelotazo en EE UU del que ya se ha rodado una versión cinematográfica protagonizada por Amy Adams (se estrenará, si todo sale según lo previsto, en 2023), sigue el proceso de transformación de un personaje que responde al parco nombre de La Madre, una mujer de treinta y tantos años que se dedica a cuidar sola a su hijo de dos mientras el marido pasa casi toda la semana fuera por trabajo. Ella dejó su empleo en una galería de arte al verse incapaz de compatibilizar las muchas horas que le requería el puesto con las muchas horas que le requiere la crianza. Reconoce su privilegio, pues no todo el mundo podría permitírselo, pero a la vez no puede evitar sentirse sobrepasada por los vaivenes brutales que atraviesan su cuerpo y su cabeza. Hasta que, por fin, comprende que se está metamorfoseando en una perra.

“Para mucha gente, la maternidad significa una gran transición”, explica Yoder sentada en el vestíbulo de su hotel en el centro de Madrid, a donde ha llegado escasas horas antes de la entrevista tras un extenuante trayecto desde Iowa, donde reside con su familia y trabaja como representante de oradores. En su caso, como en el de La Madre que se transfigura en Perra de Noche (en inglés, Nightbitch, el título original de la novela), no solo supuso una experiencia “grande” sino también “escabrosa”. Un viaje plagado de altibajos, en el que escribir le proporcionó el método para explicar, y explicarse, lo que le estaba sucediendo: un cambio abrupto y difícil de desentrañar que en el libro se manifiesta como una mata de pelo duro en la nuca, colmillos, unos gruñidos que empiezan a escaparse de la garganta y una inédita e incontenible pasión por la carne cruda. Una manera alternativa —y divertida— de contar cómo se siente alguien al convertirse en madre. Preguntada por el debate que se ha generado en España recientemente con respecto al boom de libros sobre maternidad, la autora responde así: “Creo que quien dice cosas como que estamos hablando demasiado de la maternidad es la voz del patriarcado y del poder diciendo: bueno, ya habéis tenido vuestro momento para mostrar vuestra contrariedad, ahora tenéis que volver a callaros”.

Tras la fachada de la vida perfecta y apacible de La Madre en uno de esos acomodados barrios periféricos estadounidenses poblados por padres semiausentes y progenitoras devotas que se quedan en casa y siempre tienen a punto un sándwich de mantequilla de cacahuete, se esconde un sistema de estratos de ansiedades que trasciende toda cultura y seguramente resulte perfectamente reconocible para muchas personas que hayan tenido descendencia. La frustración de no poder dedicar tiempo a los propios intereses —para La Madre, el arte, su ambición truncada—, la necesidad de encontrar consejo y consuelo en otros en la misma situación —aquí, un grupo de madres vendedoras a domicilio encabezadas por Jen, turbomamá de póster que en el fondo no es tan modélica— y el chasco de comprobar cómo la otra parte de la pareja, la que sigue trabajando fuera, no es que no reconozca, sino que ni tan siquiera atisba los esfuerzos que supone hacerse cargo de un niño. “Con la pandemia, cuando todos nos quedamos encerrados en casa, la disparidad entre géneros en Estados Unidos se volvió extrema: las mujeres se tuvieron que hacer responsables de sus trabajos, de sus hijos y de las tareas del hogar”, enumera la escritora. “Está claro que todavía quedan muchas cosas por resolver”.

Frente a la gravedad de lo que cuenta, Yoder quiso rebajar el tono con pinceladas de humor que van salpicando un texto ágil traducido al castellano por Laura Ibáñez. “Pienso que muchas veces el humor es como un mecanismo de defensa, especialmente para las cosas más difíciles. Y creo que es un gran antídoto contra la ira, porque la ira, incluso cuando la lees, puede resultar abrumadora y hacer que te quemes con tu propia indignación”, argumenta. La historia de La Madre —y, con ella, la suya propia— propone también la búsqueda de la magia en la cotidianidad, no solo por medio de la idea de la metamorfosis, sino también a través de un libro sobre mujeres mágicas que la protagonista encuentra casi por casualidad y la va acompañando en su proceso de transformación, que acaba mejor de lo que cabría esperar. “El final del libro habla de que quizá sí es posible encontrar un sentimiento de realización, aunque sea más en el plano espiritual”, adelanta la autora. Ese misticismo contemporáneo es precisamente lo que la mantiene atada a sus orígenes menonitas, una tradición de la que rehuyó en su adolescencia, pero a la que ahora se siente en cierto modo cercana. “La pandemia me ha servido para reconfigurar mi cerebro”, señala, “y en parte estoy regresando a esas raíces”.

Viñeta del cómic 'Man-Eaters', Chelsea Cain, Kate Niemczyk y Lia Miternique, que imagina una mutación que provoca que las mujeres con la regla se conviertan en gatas asesinas.ASTIBERRI

Metamorfosis es un nombre de mujer

Yoder, que menciona a Kafka como evidente (y lejana) inspiración de la metamorfosis de su personaje, reconoce no haber leído Marranadas, de Marie Darrieussecq, un antecedente sin duda más directo, publicado en España en 1997 y reeditado este mismo año en Tránsito. En ambos casos, el referente literario de la transformación —de la cucaracha kafkiana a los hombres lobo— se adapta con enormes dosis de ironía a un contexto eminentemente femenino: la maternidad, en el caso de Canina, y la sexualización a la que se ven sometidas las mujeres en el de Marranadas, donde la protagonista, una joven que trabaja en una perfumería que es en realidad la tapadera de un prostíbulo, muta en una cerda. “Es un libro sobre el cuerpo de la mujer”, explicó la autora francesa después de publicar aquella novela feminista y de tonos posapocalípticos, que quedó finalista del prestigioso premio Goncourt y la convirtió en un fenómeno en su país. “Otra cosa es que pueda aparecer un cuerpo más grande, que es la sociedad”. Otros títulos de Darrieussecq abordan, precisamente, los mismos grandes temas que atraviesan la novela de Yoder: en El bebé (Anagrama, 2004), un libro de no ficción, relata con gran belleza y cercanía sus sentimientos después de dar a luz a su primer hijo; y en Estar aquí es espléndido (Errata Naturae, 2021) reflexiona sobre la pulsión artística a través de la figura de una pintora ignorada por la historia, la expresionista alemana Paula M. Becker.

A quienes sí ha leído Yoder es a las autoras norteamericanas Carmen Maria Machado (Su cuerpo y otras fiestas, Anagrama, 2018) y Kelly Link, cuyos relatos entroncan con el espíritu suspendido en el limbo entre lo realista y lo surrealista de Canina, así como con la exploración del concepto de la metamorfosis del cuerpo femenino. Se trata de la misma idea que surca varios de los relatos de la escritora inglesa Angela Carter recogidos en su libro de 1979 La cámara sangrienta (en español está publicado en Errata Naturae, 2017), inspirados en los cuentos de hadas tradicionales, así como el cómic de Chelsea Cain, Kate Niemczyk y Lia Miternique Man-Eaters (Astiberri, 2021), que imagina una mutación que provoca que las mujeres con la regla se conviertan en peligrosas gatas asesinas. Aunque Yoder, que después del nacimiento de su hijo se había pasado “dos años” sin escribir (antes de Canina había publicado ensayos y relatos cortos), más que agarrarse a referentes directos navegó en medio de una “niebla” en su cabeza que se fue disipando conforme avanzaba en la escritura. “La historia empezó como una sensación, algo somático, corporal”, recuerda. “Y a partir de ahí pensé: ‘¿En qué se va a convertir? ¿Y en qué me voy a convertir?”. Ahora lo sabe: en una Perra de Noche.

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