El nuevo cazavampiros es un monje guerrero con tatuajes de plata y que se coloca fumando sangre en polvo

El australiano Jay Kristoff publica una monumental novela sobre los No Muertos que homenajea y subvierte los clásicos del género

Barcelona -
El escritor australiano Jay Kristoff , retratado en la librería Gigamesh de Barcelona.Carles Ribas

“¡Esto no es más que el principio!”, exclama el doctor Abraham van Helsing al ver expirar (en primera instancia) a la desdichada Lucy Westenra, víctima de Drácula. Y desde luego la novela de Bram Stoker fue sólo el inicio de un extraordinario torrente sanguíneo de historias sobre vampiros, que conduce de momento hasta aquí, la librería Gigamesh de Barcelona, donde el rojo rastro se detiene a los pies de Jay Kristoff (Perth, 48 años), acreditado escritor australiano de fantasía —es autor de las ...

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“¡Esto no es más que el principio!”, exclama el doctor Abraham van Helsing al ver expirar (en primera instancia) a la desdichada Lucy Westenra, víctima de Drácula. Y desde luego la novela de Bram Stoker fue sólo el inicio de un extraordinario torrente sanguíneo de historias sobre vampiros, que conduce de momento hasta aquí, la librería Gigamesh de Barcelona, donde el rojo rastro se detiene a los pies de Jay Kristoff (Perth, 48 años), acreditado escritor australiano de fantasía —es autor de las Crónicas de Nuncanoche— que ha dado una nueva vuelta de tuerca al tema de los No Muertos chupadores de sangre. Lo ha hecho con El imperio del vampiro (Nocturna Ediciones, 2022), una voluminosa novela de 940 páginas que es además la primera entrega de una trilogía, actualmente en proceso de escritura, y que junta con muchísima habilidad y emoción un escenario de fantasía épico-medieval con el mito de los vampiros. La novela, ya un éxito internacional, ha creado enorme expectación en el fandom vampírico, y la verdad, una vez superadas las suspicacias ante una obra de esa extensión proustiana, y el aspecto del libro, con dibujos y diseño de literatura para adolescentes, es muy buena.

Kristoff impresiona de entrada con su aspecto intimidatorio de cimerio: profusión de tatuajes en los brazos, cabello largo ala de cuervo, barba de espadachín de Lankhmar y dos fibrosos metros de altura dignos de un quarterback de los Pittsburgh Steelers. Añádase una camiseta negra del grupo de metalcore Bad Omen para componer el retrato de un tipo que querrías a tu lado con una ballesta una noche loca en el Titty Twister de Abierto hasta el amanecer.

El imperio del vampiro se presenta como un largo interrogatorio de un vampiro a un veterano cazador de vampiros capturado. El primero es un “sangrefría” de alto rango que actúa como cronista de la emperatriz de los vampiros, y el segundo, el temido chevalier Gabriel, miembro de una poderosa orden de monjes soldado, los santos de plata, dedicada a exterminar a diferentes tipos de monstruos y especialmente enfrentada a los vampiros.

Personajes de la película 'Lo que hacemos en las sombras'.

Para romper el hielo le digo a Kristoff que los vampiros, constreñidos en su día (o mejor su noche) a Transilvania, hoy están en todas partes, hasta en su tierra, como prueba la película Lo que hacemos en las sombras, con sus chupasangres antípodas. “Me encanta esa historia, aunque les molestaría que los confundieran con australianos, son neozelandeses, y muy sensibles en eso, te prevengo”. La película, luego convertida en serie, tiene momentos sensacionales de cachondeo con las leyes vampíricas: como lo de que los vampiros protagonistas traten de entrar en una discoteca, cuando es bien sabido que los vampiros no pueden acceder a un lugar si no se les invita a pasar, y en una discoteca difícilmente van a hacerlo. Kristoff, que pese a su aspecto es un tipo realmente simpático y con sentido del humor, ríe con ganas. “Sí, a mí me encanta cuando en la serie hacen una reunión de grandes vampiros para juzgar un vampiricidio y son actores que los han interpretado, como Tilda Swinton, la protagonista del filme de Jim Jarmusch Sólo los amantes sobreviven”. Es verdad, también sale el Danny Trejo de Abierto hasta el amanecer, precisamente. “¡Es un gag brillante, y con Wesley Snipes entrando por cámara!”.

En su novela se aprecian numerosas influencias, como la de la saga de Geralt de Rivia del escritor polaco Andrzej Sapkowski, convertida en la serie The Witcher. “Mis influencias principales para la serie son Entrevista con el vampiro, de Anne Rice; El nombre del viento, de Patrick Rothfuss, y Blood Song, de Anthony Ryan. Pero, por supuesto, me han influido muchas más obras. Me crié con libros de vampiros. Soy un fan de Salem’s Lot, de Stephen King. La leí hace 35 años y hay pasajes que no me quito de la cabeza. De hecho, hay una escena en El imperio del vampiro que es un homenaje a la novela, el momento en que el vampiro le arrebata el crucifijo, inútil sin fe detrás, al padre Callahan. Esa escena siempre me fascinó. Por otro lado, el gran vampiro Barlow de la novela de King, tan ajeno al mundo humano, tan alien, que ve a la gente no como personas sino como filetes, ha sido un modelo para mi rey vampiro Fabién Voss”.

Una imagen de la adaptación cinematográfica de 'Entrevista con el vampiro'.

¿De dónde cree que proviene la pervivencia del vampiro? “Es claramente una gran metáfora de la condición humana, alude a la parte más oscura de nosotros”. Es un mito fresco. “Porque van llegando nuevas ideas y reformulaciones, el vampiro se presta a la renovación al permitir explorar distintos aspectos del ser humano. Un momento importante de giro sobre el mito fue Entrevista con el vampiro, que explica el punto de vista del vampiro. El vampiro es, entre otras cosas, un héroe romántico y permite investigar el precio de la inmortalidad. Hay un sinfín de cosas nuevas por decir del vampiro y muchos autores de talento las están sondeando”. Lo de mezclarlo con la fantasía medieval… ”Casan bien, a mí me gusta el género y unirlos es algo que no se ha hecho mucho. Hay una tendencia a hacer al vampiro contemporáneo del momento en que se escribe sobre él. Yo lo he insertado en la fantasía épica como villano, como lo que sería en el género un dragón, o un brujo”. También hay una influencia artúrica, y sale el grial. “Sí. Y un grupo variopinto, con un guerrero, una guerrera, un ladrón, un brujo… que se reúne en una taberna y parte en una quest, una búsqueda, y que es tan característico de la fantasía, como en Dungeons & dragons; yo exploro ese tema para deconstruirlo, me interesan esos tópicos literarios del género, pero para ser iconoclasta con ellos. El imperio del vampiro está lleno de tropos reconocibles manipulados”.

La espada habladora Bebeceniza remite a la de Elric de Melniboné de Michael Moorcock. “Seguro, es un homenaje, pero yo la convierto en conciencia del héroe, su Pepito Grillo, y hago que esté rota y que no sea de fiar en sus juicios, la deconstruyo. Es el personaje favorito de muchos lectores”. Kristoff explica que las ideas le vienen de la mitología y de los escritores que antes que él (como Moorcock) entraron a saco en los mitos antiguos a fin de extraer material para sus novelas. “Es inevitable, ellos bebían en esas fuentes tradicionales, y yo he entroncado con ellos y a través de ellos. Todo procede de las mismas fuentes, los mitos de la Antigüedad. Mi novela tiene una primera parte bastante clásica, cuando Gabriel explica su juventud: es un héroe tradicional, muy campbelliano, con un nacimiento prodigioso, un secreto, unas pruebas, una iniciación… pero luego se convierte en alguien cínico, descreído, y te preguntas ¿qué ha pasado con el joven idealista?, me interesa mucho esa cara oculta”.

Las novias de Drácula se ceban en Jonathan Harker en la película de Coppola.

Es perceptible la influencia de George R. R. Martin. “Claro ¿quién no ha sido influido por él? Tiras una piedra por la ventana y seguro que le das a alguien que ha leído Juego de Tronos”. ¿Tolkien? “Se le puede criticar por varias cosas, pero todos los que trabajamos en la fantasía somos deudores de él, es el padre, creó las estructuras del género moderno. Martin representa un salto más. Es la fantasía en colores, la fantasía que ha crecido. Tolkien es blanco y negro, el bien y el mal están claramente separados, los buenos lo son, de una manera hermosamente simple, sin ambigüedades. Martin introduce la humanidad en ese universo, lleva a Tolkien a lo sucio y complejo de la vida, a lo mezquino y estúpido”.

El vampiro tiene siempre una carga sexual poderosa. En su novela hay escenas muy subidas que contradicen ese aspecto de para todos los públicos del libro. “Me gusta explicar la oscuridad, va con el tema, pero me parece que los adolescentes hoy están preparados para todo”. Hombre, para una escena que muestra los riesgos para una chica de permitir a un vampiro que le practique sexo oral teniendo la regla… ”Bueno, yo leí Carrie de muy jovencito, y cosas que mis padres no pensaban que tomaba de su biblioteca. Me hubiera parecido cobarde no explorar esa situación que mencionas. En todo caso, El imperio del vampiro no es para niños, es una novela para adultos, hay cadáveres, podredumbre, violencia, mutilaciones, adicción”.

Entre las innovaciones destacables, como la égida, los tatuajes con plata de los cazavampiros, o ver a una vampira convirtiéndose en una nube de polillas rojas, está esa imagen de los caballeros como Gabriel, medio vampiros, dependientes del sanctus, polvo de sangre de vampiro que consumen fumándolo en pipa como si fuera crack, y que les da fuerza extra. “La idea la tomé de los combatientes de la II Guerra Mundial a los que les daban speed, metanfetamina, para rendir más en el combate. Me sirve para explorar la adicción y el efecto de las drogas”. Kristoff dice que no ha leído Sueño del Fevre, la preciosa novela de vampiros de Martin, en la que aparece precisamente un sucedáneo de sangre para evitar la fiebre, la sed. “Ahora la pillaré”.

A los 125 años de la publicación de Drácula, Kristoff reflexiona que, aunque el vampiro es un constructo que ha evolucionado mucho desde entonces, la novela de Stoker tiene una importancia que no puede olvidarse, es “el relato madre, todo viene de ahí, quien lea a Stoker reconocerá todos los tropos; tiene toda la vigencia y el valor, como leer a Shakespeare o ver a Kurosawa, aunque lógicamente algunas cosas han envejecido”.

Jay Kristoff, con unas fans, durante su firma de libros en la librería Gigamesh de Barcelona.POL S. ROCA

En Gabriel encontramos un nuevo cazavampiros, una estirpe que va de Van Helsing a Blade, pasando por Ben Mears y sus compañeros, sin olvidar a Buffy y al Lincoln del hacha (al que por cierto Kristoff también se parece). “El cazavampiros es la encarnación del bien triunfando sobre el mal. Hay algunas grandes historias de vampiros en las que no sale, como en Entrevista con el vampiro. Es más interesante cuando, como Gabriel, lucha contra la oscuridad que hay en sí mismo, me gusta explorar esa oscuridad interior. En ese sentido, Blade, que se mueve en una frontera, me atrae más que Van Helsing, tan bueno”. Pero hay que ver lo que hace Van Helsing con Lucy… “Ah”, ríe Kristoff, “se puede hablar mucho de Lucy, ahí hay todo un arquetipo de la mujer caída victoriana”.

Ya que estamos en confianza vampírica, ¿no encuentra que la escena de la película de Coppola de las novias de Drácula cebándose en Jonathan Harker es un hito? En el filme, en que una de las tres vampiras era Monica Bellucci (y no digo más) las otras dos eran actrices con orígenes rumanos, eso sí que es un casting fidedigno. “Es una escena muy perturbadora, realmente; muy ambigua, de una sexualidad monstruosa, en la que se mezclan atracción y repulsión. Y cuando aparece el conde y les lanza el saco con el niño… Ellas están sólo por la sangre, la comida, no les interesa nada lo romántico”.

¿Se identifica más con el vampiro o con el cazavampiros? “Con el vampiro, desde luego. Desde que vi Jóvenes ocultos (1987), de Joel Schumacher, y me di cuenta de que la película quería que estuviera del lado de los cazavampiros”.

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