El botín de arte perdido en la Guerra Civil

La mitad de las 17.000 obras recuperadas por los franquistas tras la contienda fueron entregadas a extraños que no eran sus dueños o desaparecieron

Galería central del Museo del Prado, vacía en 1939, tras el traslado de las obras a Ginebra (Suiza), Valencia y Barcelona.Virgilio Muro (Museo del Prado)

Todo fue un auténtico caos: decenas de miles de obras de arte únicas fueron distribuidas y ocultadas en almacenes, búnkeres, cajas de seguridad y numerosos edificios de España, Suiza y Francia por los gobiernos de la Segunda República de Largo Caballero y Negrín, además de partidos políticos, sindicatos, comunidades autónomas, Ejército y policías, para evitar que los bombardeos franquistas las dañasen o las destruyesen durante la ...

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Todo fue un auténtico caos: decenas de miles de obras de arte únicas fueron distribuidas y ocultadas en almacenes, búnkeres, cajas de seguridad y numerosos edificios de España, Suiza y Francia por los gobiernos de la Segunda República de Largo Caballero y Negrín, además de partidos políticos, sindicatos, comunidades autónomas, Ejército y policías, para evitar que los bombardeos franquistas las dañasen o las destruyesen durante la Guerra Civil. No dio tiempo a poner a salvo alguna joya como El entierro del conde de Orgaz, del Greco, que terminó bocabajo y cubierta por unos colchones y sacos terreros en la iglesia toledana de Santo Tomé, pero la mayor parte de las más notables fueron recogidas y escondidas. Sin embargo, solo las que habían sido incautadas por la Junta del Tesoro Artístico (JTA) republicana (unas 7.000) y en cierta medida por los Gobiernos vasco y catalán (235) estaban bien embaladas, protegidas, documentadas, fotografiadas y clasificadas. El resto (unas 10.000, escondidas por el sindicato anarquista FAI, el PSOE, las Brigadas Internacionales o Socorro Rojo) formaban un totum revolutum sin documentación.

El libro Arte, botín de guerra (Cátedra, 2021), del catedrático emérito de arte y comunicación de la Universidad Complutense de Madrid Arturo Colorado, recoge cinco años de pesquisas de un nutrido grupo de expertos que han intentado localizar las obras perdidas o robadas, que calculan en más de 8.000. Colorado está ayudando actualmente al Museo del Prado a determinar qué cuadros de su colección pueden proceder de incautaciones de aquella época (de momento ha certificado 25), en línea con los procesos de restitución puestos en marcha por muchas otras instituciones internacionales. “La investigación se paró por la covid, pero ahora la estamos recuperando”, explica el investigador.

Acabada la guerra, los franquistas crearon el infradotado económicamente Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (SDPAN) ―en los primeros años sus componentes ni cobraban― para devolver a sus auténticos propietarios ―públicos y particulares― las obras de arte que habían podido recuperar en los lugares donde los republicanos las habían guardado. El resultado final fue que de las 17.000 incautadas durante la Guerra Civil, 8.710 siguen desaparecidas o se ignora el nombre de sus dueños. Falsos aristócratas, dirigentes del Régimen y aprovechados de todo tipo aseguraron ser dueños de piezas que no les pertenecían y arramblaron con cuadros, joyas, esculturas o tapices que eran propiedad de personas que habían muerto en la guerra o huido al exilio. A veces se detectaba el engaño y se paraba, otras se miraba para otra parte.

'Cabeza de mujer con mantilla blanca', de Joaquín Sorolla. MUSEO DEL PRADO (MUSEO DEL PRADO)

Colorado pone ejemplos de cómo se devolvieron algunas piezas a personas ajenas: “A mí, el personaje que más me fascina es el de la falsa marquesa de Arnuossa. Esta mujer, una tal María Teresa Álvarez y Herreros de Tejada, juraba por Dios y prometía por su honor que las obras que reclamaba eran suyas, a pesar de que está contrastado que muchas de ellas pertenecieron a José Sicardo, un militar republicano que residía en la calle de Moreto 1, en Madrid”. La falsa marquesa ―cuyo título nobiliario no existe― pedía todo tipo de objetos (porcelanas, muebles, orfebrería o cuadros), pero tenía especial predilección por los materiales incautados por la CNT y la Agrupación Socialista Madrileña. Sabía perfectamente que no había documentación.

La ficticia aristócrata hizo su agosto en 1940 cuando recibió 72 conjuntos de piezas, incluido el cuadro de Goya Escenas de interior. Personas huyendo. “Me pregunto cómo pudo hacerlo si no es con el apoyo de los responsables del SDPAN”, inquiere Colorado, que da nombres y apellidos de todos los nobles que recibieron obras de arte “en depósito”, la manera con la que se denominaba oficialmente una cesión cuando se desconocía su propietario: el marqués de Falces, el duque de Vistahermosa, el marqués de Oquendo, el duque de Medinaceli, el conde de Romanones, la marquesa de Almansa... Cada uno de ellos fue agraciado con decenas de piezas que no habían sido reclamadas por nadie, posiblemente porque su dueño estaba muerto.

Una falsa condesa recibió un ‘goya’ y otras 72 piezas de dueños muertos o exiliados

Pero no fueron solo los nobles los que recibieron, según Colorado, piezas que no eran suyas. Así, un empresario catalán también juró por su honor que una imagen gótica de la Virgen incautada le pertenecía. Cuando le exigieron pruebas, presentó a dos testigos que juraron también “por su honor” ―para recuperar las obras de arte era necesario hacerlo― que ellos la habían transportado en brazos hasta el almacén donde fue hallada. Los responsables del SDPAN se la concedieron con una única condición: que se la trasladasen hasta la calle de la misma manera. Pesaba tres toneladas.

'Cristo varón de los dolores' (1525-1550), de Adriaen Isenbrandt.Museo del Prado

El libro de Colorado detalla que de las 8.710 piezas sin dueño, 597 terminaron en manos de particulares, 3.761 fueron a museos, 2.400 a la Iglesia y 2.330 a organismos de la más diversa índole. Pero, a veces, tras estos supuestos organismos se ocultaban, a su vez, particulares. Pone como ejemplo que el cuadro de Goya Vuelo de brujas, que pertenecía al nacionalista vasco Luis Arana, terminó en el despacho del ministro de la Gobernación Ramón Serrano Suñer, cuñado de Franco.

El ministro Serrano Suñer tenía en su despacho un ‘goya’ del nacionalista vasco Luis Arana”

“Los principales beneficiarios en esos años de posguerra fueron los organismos oficiales, entre los cuales destacaban los ministerios, el jefe del Estado, el Ejército y la Falange; en este capítulo habría que incluir las cuatro entregas a Javier Gómez Acebo, agente del SPDAN y encargado de suministrar bienes a las residencias de Franco, los castillos de Viñuelas y El Pardo”, escribe Colorado.

El catedrático explica que no ha hallado “ninguna normativa específica sobre las entregas a depósito, porque tenían carácter reservado, a fin de no dejar rastro de ello en los archivos”. La Ley sobre Represión de la Masonería y el Comunismo de 1940 dejó, además, el camino libre para incautar los bienes republicanos, como fue el caso de la colección del alcalde de Madrid durante la guerra, Pedro Rico, cuyas piezas Colorado ha localizado en diversos museos españoles y gobiernos civiles. ”Su colección fue sencillamente diseminada”.

'Paisaje nevado', obra atribuida al pintor flamenco Jan Brueghel el Joven, una de las incautadas en la Guerra Civil y que se exhibe en el Museo del Prado.Museo del Prado

La biblioteca del escritor Pedro Salinas terminó en el Instituto de Enseñanza Secundaria Cervantes, en Madrid. Tenía unos mil ejemplares, algunos de los cuales estaban firmados por sus autores, entre ellos Marcel Proust, John Dos Passos o Henry de Montherlant.

Las entregas al Museo del Prado están siendo las más problemáticas de determinar ―un total de 392― porque muchas salieron hacia otros destinos y, en algunos casos, se ha perdido el rastro. “Este trasiego dificulta enormemente el estudio del devenir de las obras depositadas, ya que en el expediente de varias no se especifica ni el autor ni el título”, afirma el catedrático. Actualmente, la pinacoteca nacional está intentando “aclarar cualquier duda que pudiera existir sobre los antecedes y el contexto previos a que se produjera su entrada en las colecciones del Prado y, llegado el caso, y cumpliendo todos los requisitos legales, proceder a su devolución a sus legítimos dueños”, según un comunicado que hizo público el pasado 20 de septiembre. Entre ellas había procedentes de los talleres de Rubens, de Jan Brueghel el Joven, de Vicente López, de Sorolla o de Benlliure.

El óleo anónimo 'San Agustín meditando sobre el Misterio de la Trinidad', del taller de Rubens.

Al Museo Arqueológico Nacional también llegaron importantes colecciones, como una de 182 monedas de oro, florines de Pedro IV de Aragón, de los Reyes Católicos, de Felipe V y de Carlos III. Precisamente el Arqueológico fue uno de los museos que más sufrieron por las requisas de la República. En noviembre de 1936, las autoridades se llevaron, sin orden ni concierto, 2.798 piezas de oro, según los estudios del catedrático de la Real Academia de la Historia Martín Almagro. Terminaron en México, pero las desavenencias entre Indalecio Prieto, ministro de Hacienda, y el presidente Juan Negrín llevaron a su pérdida. Fueron fundidas o vendidas a coleccionistas norteamericanos. En el Museo de Artes Decorativas, por su parte, se dejaron en depósito numerosas obras, entre ellas 1.861 piezas de la colección Weissberger. Cuando fue exonerado de ser enemigo del Régimen (era judío) se le pagaron solo 800.

Entre los agraciados, Colorado también señala la Fundación Generalísimo Franco o Fundación de Gremios, con 45 obras, incluidas pinturas y esculturas de los siglos XV al XIX. Estas piezas habían sido incautadas durante la Guerra Civil por organizaciones enemigas del franquismo como la CNT, la Agrupación Socialista Madrileña y Socorro Rojo internacional. La más importante era un anónimo de la escuela alemana del siglo XVI titulado Merienda en el campo y que era propiedad de Alicia Forquignon, que vivía en la calle de Ayala 59. Colorado no ha encontrado el paradero del cuadro.

Una fundación de Escribá de Balaguer, creada en 1943, obtuvo 320 piezas incautadas entre 1936 y 1937″

La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, creada por el fundador del Opus Dei, Josemaría Escrivá de Balaguer, y que fue fundada en 1943, ya acabada la guerra, recibió 320 piezas en depósito, de las que 80 eran pinturas, entre ellas Retrato de Caballero con manto rojo (siglo XVIII), Dolorosa al pie de la cruz, de Eduardo López de Plano, y una Sagrada Familia que había sido resguardada en Ginebra (Suiza).

'Amorcillos vendimiando' (siglo XVIII), de François Boucher.Museo del Prado

“El problema es que necesitamos seguir investigando para hallar más obras. De muchas piezas no sabemos su paradero”, dice este catedrático colaborador del Museo del Prado, que ya ha localizado 25 cuadros sin dueño en la pinacoteca nacional. “Pero pueden ser muchos más”, avanza. El pasado 2 de septiembre, la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, hizo entrega a los descendientes del empresario vasco Ramón de la Sota y Llano de dos de los cuadros que le fueron requisados en 1937. Se sabe que Serrano Suñer tenía su despacho “decorado con muebles y cuadros magníficos de la familia De la Sota”. Luego, como en muchos otros casos, esas obras pasaron a particulares o a diversas dependencias del Estado, como Paradores Nacionales, donde se localizaron las pinturas devueltas a los De la Sota. Y es que unos se encuentran y otros no. Exactamente 8.710.

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