María Hervás: “A mi madre la llamaban la Barbie camionera”
La actriz acaba de ser galardonada con el premio Princesa de Girona y prepara su salto a la dirección con un monólogo interpretado por Martiño Rivas
Mientras habla en su casa de Madrid, un manicurista le hace las uñas. No es que vaya de diva, son exigencias del guion: prepara un personaje para una nueva serie de Netflix de la que no puede decir nada. “Es que los americanos lo controlan todo”, ríe. La actriz María Hervás (Madrid, 35 años) se reparte entre el teatro comprometido y los productos más comerciales. Prepara su salto a la dirección, con un monólogo interpretado por Martiño Rivas. Y amontona reconocimiento: acaba de recibir el ...
Mientras habla en su casa de Madrid, un manicurista le hace las uñas. No es que vaya de diva, son exigencias del guion: prepara un personaje para una nueva serie de Netflix de la que no puede decir nada. “Es que los americanos lo controlan todo”, ríe. La actriz María Hervás (Madrid, 35 años) se reparte entre el teatro comprometido y los productos más comerciales. Prepara su salto a la dirección, con un monólogo interpretado por Martiño Rivas. Y amontona reconocimiento: acaba de recibir el premio Princesa de Girona de Artes y Letras, dedicado a personas menores de 35 años (gana por los pelos).
Pregunta. ¿Por qué se lo han dado?
Respuesta. La verdad, creía que no tenía ninguna posibilidad, porque se presenta gente muy brillante. El jurado ha hecho hincapié, sobre todo, en mi carrera en el teatro, en el compromiso social que he intentado mantener en mis proyectos. Que produzca mis espectáculos, que busque los textos, que escriba, que salte a la dirección... Piensan que puedo ser un buen referente para las generaciones venideras.
P. En sus trabajos ha tratado la desigualdad social (Ifigenia en Vallecas), la violencia machista (Jauría) o la opresión a las mujeres (Confesiones de Alá).
R. Todos los proyectos que salen de mí, que no son propuestas de fuera, tienen en común ese compromiso.
P. ¿Y los proyectos que no salen de usted? Ha practicado y practica la comedia ligera, la serie de entretenimiento…
R. Hace unos años esto me generaba bastante conflicto, me planteaba todo el rato qué estaba contando. Me quitaba un poco el sueño. Luego, después de darle vueltas, me he dado cuenta de que lo que aportas al mundo es mucho más complejo que los cálculos de consecuencias que puedas hacer.
P. ¿Cómo?
R. Por ejemplo, me escribe mucha gente que tiene enfermedades, que tiene depresiones, que tiene vidas complicadas y que precisamente por estar viendo una comedia ligera sienten que se aligera ese peso.
P. Es defensora, pues, del género.
R. No lo digo por salvar lo comercial, yo lo critico todo, no me importa. Creo también que se retratan personajes muy llevados al extremo, que permiten separarnos de nosotros mismos porque son clichés, y desde esa distancia podemos reírnos de determinados prototipos que podemos relacionar con nuestro jefe, con nuestra madre, con nosotros mismos.
P. Es el esperpento de Valle-Inclán.
R. Sí. Creo que ese tipo de comedia nos permite apreciar realidades que otro tipo de productos mucho más sensibles quizás no nos permiten ver. Creo también que el valor de las cosas que hace uno, ya sea teatro comprometido como Jauría o serie de comedia como El pueblo, tiene más que ver con cómo uno enfoca lo que hace dentro de cada proyecto que con el proyecto en sí. El compromiso es algo más particular, consiste en cómo resignificas.
Hace años trabajar en productos comerciales me generaba conflicto. Ya noMaría Hervás, actriz
P. Es usted estudiante de la carrera de Filosofía. Tercer año. Y se nota.
R. Lo hago precisamente para resignificar. Creo que uno de los grandes problemas a los que nos tenemos que enfrentar en esta sociedad es que todo va tan rápido y hay un nivel de conciencia tan bajo, que creemos que lo conocemos todo. Damos todo por hecho, damos por hecho hasta nuestra propia existencia. Y esto solo puede llevar a lugares terribles. Depresiones, falta de entusiasmo en el trabajo, en las relaciones, en la vida. Una especie de depresión del alma. Tiene que ver con no estar conectados, con no cuestionar la propia realidad.
P. ¿Lo está disfrutando?
R. Es como volver a ser niño, como volver a poner la mirada en cosas que pasabas por alto y entender que hay muchas narrativas a las que puedes dotar de nuevos sentidos, como creo que también sucede en el teatro, por ejemplo, con las tragedias griegas.
P. ¿Qué pasa con las tragedias?
R. Que fueron escritas en un momento muy determinado, en una sociedad muy concreta. Y no podemos dejar que esas historias sigan diciéndonos lo mismo. Los textos nunca están cerrados. Tengo ganas de ponerme a dirigir para sacarle el polvo a un montón de cosas.
P. ¿Qué es lo que más le interesa de la filosofía?
R. La ontología me flipa, el estudio del ser: en qué consiste la existencia humana, si es que tal cosa se puede definir o comprender. Me alucina por la creatividad que se ha requerido a lo largo de la Historia para dar respuesta a cuestiones tan complejas. También todo lo que tiene que ver con el lenguaje. Me fascinan Deleuze y Guattari. Y la antropología social, porque, desde nuestro punto de vista etnocéntrico, creemos que nuestra cultura es el baremo por el que medir todas las demás.
P. ¿No lo es?
R. No, es que hay otras muchísimas maneras de hacer las cosas. Por ejemplo, si te fijas en otras culturas, vemos que el capitalismo no es indestructible, aunque eso nos quieren hacer creer. Ha ocupado un tiempo muy corto en la barra histórica. El mundo ha estado regido por otro tipo de economías durante la mayor parte del tiempo, de hecho, actualmente hay muchas culturas que se rigen por otro tipo de sistema.
Estudiar Filosofía es como volver a ser niño, como volver a poner la mirada en cosas que pasabas por altoMaría Hervás, actriz
P. ¿Cuándo estudia?
R. En mi trabajo hay muchas esperas tediosas. No te digo que solo estudie en los tiempos muertos de los rodajes, pero ahí aprovecho mucho para leer. Si no estaría dándole al Instagram, totalmente enganchada. Esto es más provechoso.
P. Es usted hija de un camionero y una empleada de Correos.
R. Al revés: la que conducía el camión era mi madre. En la época en la que mi madre empezó eran muy pocas mujeres transportistas. De hecho, le hacían bastante bullying en los polígonos industriales. Le llamaban la Barbie camionera. Ella era chófer, no tenía que cargar y descargar, pero le vacilaban mucho: “Si puedes llevar un camión, también puedes cargarlo”, le decían.
P. ¿Cómo le ha influido nacer en una familia trabajadora?
R. Valores básicos, que tienen que ver con la solidaridad, con el sentido de la justicia, valores que creo que están muy presentes en los barrios, sobre todo en los obreros, en las comunidades pequeñas. La solidaridad con tu vecino. Son cosas muy básicas, pero son las que ordenan mi día a día.
P. ¿Sigue en contacto?
R. Pues me he comprado mi casa en el mismo barrio, enfrente de mis padres. Es importante en un curro como el mío, que te lleva a vivir experiencias que están fuera de lo común, por ejemplo, estar en Cannes, pisando la alfombra roja. Me sirve para tomar tierra, para valorar de dónde vengo. Sobre todo, porque las historias que me interesa contar son las de las personas reales. El artista corre un peligro: separarse de la realidad y empezar a contar cosas que solamente le interesan a él.
P. Dijo en El Hormiguero que muchos días se levanta sin ganas de ser actriz.
R. A mí lo que menos me cuesta de ser actriz, lo que menos problemas me genera, es actuar. Todo lo demás me interesa bastante menos y me lo hace bastante difícil.
P. ¿Por ejemplo?
R. Si eres una mujer joven tienes que ir todo el rato como corrigiendo la idea que sabes que se tiene de ti cuando entras por la puerta de algún sitio. Esto te hace gastar mucha energía, me enfada, no me gusta, porque es energía creativa que debería poner en otras cosas, en escribir. Es energía extra que tienes que poner para partir de un lugar más o menos similar al de un hombre cisgénero. Esto me cansa.
P. Se ha denunciado mucho cómo a partir de los 40 las actrices son invisibilizadas… No le queda tanto.
R. Creo que estamos viviendo un cambio en eso. La cuarta ola del feminismo, que espero que haya venido para quedarse, lo está modificando todo. Las mujeres ya producen y cuentan sus propias historias, las protagonistas no son necesariamente el estereotipo de la buena chica.
P. Sus flamantes uñas son para una serie de Netflix. Las plataformas, por lo que se ve, dan mucho curro.
R. Revitaliza la industria. Las plataformas y el consumo exacerbado de audiovisual que hemos tenido desde el confinamiento, eso ha generado como mucha demanda.
P. ¿Tiene eso algún reverso tenebroso?
R. Se han cargado un poco la industria. Antes cobrábamos derechos cuando tu trabajo se vendía en otros países, que es lo razonable. Ahora, como trabajas para estas plataformas de distribución internacional, te pagan menos que antes y jamás recibimos esos derechos. Somos todos un poco esclavos de este nuevo modelo, no solo los intérpretes, también los productores. Las plataformas han venido a reventar el mercado. Pero no hay mucha más opción que producir para ellas.