Cumbre de caricaturistas: el arte de deformar la realidad para revelarla
Once de las mejores firmas del género en España reúnen sus trabajos en un libro que reivindica las diversas variantes del género
Hay ilustradores que son como espejos convexos: devuelven una imagen deformada de los personajes que afrontan. Los caricaturistas retuercen las figuras de sus personajes, algunas veces hasta el justo límite donde dejarían de ser reconocibles... pero para conocerlos de otra manera. La caricatura es expresionista, exagera los rasgos físicos para hacer más nítidos los rasgos psicológicos y morales. Hace falta maña manual y agudeza mental. Es difícil, pero lo más difícil que hacen los caricaturistas es tratar de vivir de su profesión. “Queremos iniciar un movimiento para potenciar la caricatura en...
Hay ilustradores que son como espejos convexos: devuelven una imagen deformada de los personajes que afrontan. Los caricaturistas retuercen las figuras de sus personajes, algunas veces hasta el justo límite donde dejarían de ser reconocibles... pero para conocerlos de otra manera. La caricatura es expresionista, exagera los rasgos físicos para hacer más nítidos los rasgos psicológicos y morales. Hace falta maña manual y agudeza mental. Es difícil, pero lo más difícil que hacen los caricaturistas es tratar de vivir de su profesión. “Queremos iniciar un movimiento para potenciar la caricatura en un momento en el que la caricatura y la prensa están en crisis, pero en el que el talento es mayor que nunca”, dice Iván Mata, promotor del libro Caricaturistas de profesión, recién publicado por Nórdica. El volumen recoge ilustraciones de Mata y otros 10 compañeros españoles: Sciammarella, Rodríguez Casado, García Vivancos, Priego Martín, Aldeguer, Picassó, Tolsá, Raúl, Rienth y Turcios.
“Normalmente cada uno vivimos en nuestra cueva, pero esta es una buena oportunidad para juntarnos y hacernos visibles”, añade el promotor, que pone como ejemplo de un movimiento a imitar al grupo de historietistas de los años ochenta como Max, Nazario, Mariscal o el recientemente fallecido Gallardo, que, en torno a la revista El Víbora, “lograron dejar su huella en la historia”. El grupo actual, sin embargo, es variopinto: desde las aproximaciones más artísticas, como las de Sciammarella, Rienth o Mata, hasta las vertientes más pop (Picassó, Turcios), pasando por el minimalismo (Tolsá), la versatilidad extrema (Raúl) o los estilos de la caricatura más clásica (Priego Martín, Aldeguer), esa que a todos nos viene a la cabeza cuando pensamos en el género.
“Yo empecé como tantos otros, dibujando a los profesores del instituto”, dice Agustín Sciammarella, que lleva unos tres decenios publicando su obra en EL PAÍS, “nuestro trabajo, como el de los periodistas o los fotógrafos, es fijarnos en esas cosas que la mayoría de la gente pasa por alto”. Sus caricaturas se caracterizan por tender a la abstracción y tener un fuerte componente plástico. “Hay quien dice que son difíciles, pero no soy partidario de los dibujos de lectura inmediata, prefiero proponer un diálogo, hacer que el lector tenga también que leer la caricatura. Al final es quien lee quien elije”, añade el artista.
La caricatura tiene una larga historia, incluso antes de ser consciente de sí misma. “Desde la Antigüedad se ven figuras humanas deformadas o mezcladas con rasgos animales, esa morfología fantástica se vincula con poderes sobrenaturales o seres superiores”, dice la experta Inmaculada Corcho, directora del Museo ABC de Dibujo e Ilustración. La parte fantástica se fue diluyendo a través del hilo de la historia, mientras pervivía la más realista, y es en el Barroco cuando la caricatura comienza a tomar la forma estereotípica actual.
“La caricatura empieza a verse en formato literario, donde se usa la deformación y la exageración [caricatura viene del italiano caricare, que significa exagerar] normalmente para resaltar los rasgos más negativos de los individuos”, explica Corcho. Aunque en las manifestaciones artísticas lo solemne o lo heroico había copado el papel principal, llega un momento en el que lo burlesco y humorístico empieza a tener su espacio.
Ese hincapié en los rasgos más negativos también se ha ido limando con el tiempo, hasta llegar a unas interpretaciones más psicologicistas, donde caben el humor, la sátira, el tremendismo o, simplemente, la expresión gráfica más audaz. Esta disciplina, así concebida, llega a través de la imagen a zonas oscuras y dobleces ignoradas, más allá de donde el retrato convencional puede llegar. En una de las obras recogidas en el libro, de Priego Martín, la sombra de Vladímir Putin es la sombra de un demonio con cuernos. En otra, de García Vivancos, Donald Trump chupa el planeta convertido en una piruleta. “Lo que siempre me ha gustado de la caricatura es la capacidad de impactar de un vistazo, de dar un titular o de resumir un artículo solo con una imagen”, dice Mata.
Con la llegada de los periódicos, la caricatura se populariza y los rostros de la actualidad comienzan a representarse de manera grotesca y crítica, para deleite del vulgo, como la caricatura de Isabel Díaz Ayuso creada por Rienth, donde aparece como una enfermera sangrienta. La caricatura se convertía en la “taquigrafía del dibujo”, como escribió el periodista Mariano Sánchez de Palacios. Así hasta el día de hoy, aunque la ilustración, en general, sufrió un grave revés en las páginas de la prensa con la llegada de la fotografía. Casi ninguno de los artistas reunidos en el tomo, seleccionados por Mata, consigue vivir exclusivamente de la caricatura de prensa y tienen que compaginarlo con otras actividades dentro y fuera de la ilustración (la caricatura en eventos es un sector interesante para hacer crecer el negocio). Muchos de los reunidos ven el futuro en internet (donde, por lo demás, está el presente de la prensa) y piensan que estas ilustraciones pueden incluso ayudar a sobrevivir a los medios en un panorama cada vez más competitivo.
“Creo que incluir caricaturas es una inversión para un medio de comunicación, un reclamo para los lectores y una manera de diferenciarse”, opina Mata, que ha logrado llevar la caricatura a altas cotas en la prensa: cuando el terrorista Osama Bin Laden fue asesinado por el Ejército estadounidense, el periódico ABC optó por una caricatura para su portada, en vez de un retrato fotográfico. Caricatura 1–Fotografía 0. Al menos aquel señalado día.