La Francia excluida de Annie Ernaux

La autora conoce de primera mano esos territorios olvidados de su país, los que quedan lejos de las grandes ciudades, los que generan mayor número de desafectos al sistema democrático

La autora francesa Annie Ernaux posando en Madrid a finales de abril de 2022.INMA FLORES

”Francia se ha hecho de derechas”, dice Annie Ernaux. Ella no emite su juicio como analista política, sino como una mujer que ha atravesado desde su experiencia vital las distintas capas sociales que marcan, como un sello grabado a fuego, las vidas desde el origen. Una infancia humilde en Lillebonne, observando la cruda vida de sus padres al frente de una cantina, y un deseo ferviente de escapar de un destino similar al de sus progenitores. La literatura como salvación, revelac...

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”Francia se ha hecho de derechas”, dice Annie Ernaux. Ella no emite su juicio como analista política, sino como una mujer que ha atravesado desde su experiencia vital las distintas capas sociales que marcan, como un sello grabado a fuego, las vidas desde el origen. Una infancia humilde en Lillebonne, observando la cruda vida de sus padres al frente de una cantina, y un deseo ferviente de escapar de un destino similar al de sus progenitores. La literatura como salvación, revelación y rebelión. Las buenas notas como puente para convertirse en profesora de instituto y así, aferrada a un trabajo seguro, dedicarse en horas libres a narrar lo vivido trascendiéndolo, contándolo de tal manera que lo autobiográfico deja de ser lo esencial para convertirse en materia prima que explica la vida de muchas mujeres.

“Nuestro verdadero yo no está por entero dentro de nosotros”, esta cita de Rousseau sirve a Ernaux para introducir su Diario del afuera, pero también toda su literatura. Sus memorias son novelas, a pesar de estar construidas sobre la experiencia propia, y ese término manido, autoficción, se queda corto, simplón, para definirlas. Quien las lee no encuentra en ellas un ápice de egolatría sino una observación casi etnográfica sobre los distintos mundos que esa mujer atraviesa. Es casi imposible no sentirse apelado por todas las mujeres que protagonizan los libros de Ernaux. ”Francia se ha vuelto de derechas”, dice la novelista con amargura. Ella, que recorrió el camino de la Francia pobre a la burguesa, ha dicho sentir siempre una condición similar a la del exiliado que ya no pertenece ni al viejo mundo ni al nuevo. Pero su literatura sí ha sido fiel al origen y en sus libros pasea una y otra vez la chica rara que no se parece a las otras ni en el vestir ni en la necesidad imperiosa de gozar de una vida dedicada a la escritura. Esa suerte de fidelidad en su obra al mundo de sus padres tal vez sea una manera de compensar la traición. El que se marcha no puede evitar sentir una culpa que jamás se diluye del todo, y la literatura es una manera de rescatar el territorio abandonado y de mostrar agradecimiento a ese pasado que nos proporcionó un inagotable tesoro de experiencias que nos permiten comprender la complejidad social.

Annie Ernaux conoce de primera mano esos territorios olvidados de su país, los que quedan lejos de las grandes ciudades, los que generan mayor número de desafectos al sistema democrático. Atribuye una gran responsabilidad al partido socialista, que en los años noventa se alejó de su electorado, instalándose cómodamente en un universo elitista que abandonó por completo los principios que rezan sus siglas. Era la época en la que brillaba Strauss-Khan como ministro de esto y aquello, alargada hasta 2007, cuando se presentó como candidato a la presidencia de Francia. En el documental que se dedicó a sus ansias depredadoras hablaban en su defensa hombres y mujeres de ese declinante partido, aferrado a sus privilegios como si se consideraran legítimos miembros de una clase aristocrática. ¿Qué podía hacer Anne Hidalgo tras tantos años de arrogancia? Poca cosa. Los partidos pierden su capital, un capital difícil de recuperar que acaba quedando en manos de esos otros a los que luego acusan de populistas. Con todas sus diferencias, lo mismo le ocurrió al partido demócrata estadounidense.

En todas las novelas de Ernaux encontramos rastros de ese sentimiento de exclusión que atormenta al pobre, en Memoria de chica, en El acontecimiento, en El lugar, en Una mujer. El origen de clase que no se puede eludir y que en unas ocasiones aviva las conciencias y en otras provoca un odio o un resentimiento que puede ser canalizado por ideologías reaccionarias para culpabilizar a los que llegan de fuera. Esa es la realidad a la que se enfrenta el país de Ernaux y a la que ella responderá con la nariz tapada, como van a hacer masivamente los mayores de 60 años: votando a Macron. En la literatura se cuenta lo que sucede en los márgenes, el argumento de las vidas, aquello que la estadística convierte en porcentaje y el análisis en tendencia de voto. Leer a Édouard Louis, a Ivan Jablonka o a Annie Ernaux nos ofrece una inmersión en aquello que ahora nos resulta difícil de encajar. “No hay que picar más alto de lo que se tiene”, solían repetir los padres de Annie. No sabían que a través de los libros de su hija acabaríamos por comprender esas vidas de renuncia.

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