Tosquelles, el psiquiatra paciente

Una gran exposición en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona recupera al psicoterapeuta republicano catalán que luchó por reformar las instituciones psiquiátricas y humanizar y desdramatizar la enfermedad mental

El psiquiatra Francesc Tosquelles, en una foto de la exposición del CCCB.ROBERTO RUIZ

“Who killed Sloan in the kitchen?”. La frase obsesiva del enajenado y ambicioso periodista Johnny Barret en Corredor sin retorno de Samuel Fuller (1963) viene a la cabeza una y otra vez cuando uno ha quedado encerrado accidentalmente en la exposición Tosquelles, como una máquina de coser en un campo de trigo, dedicada al innovador psiquiatra republicano catalán Francesc Tosquelles y que se exhibe en el ...

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“Who killed Sloan in the kitchen?”. La frase obsesiva del enajenado y ambicioso periodista Johnny Barret en Corredor sin retorno de Samuel Fuller (1963) viene a la cabeza una y otra vez cuando uno ha quedado encerrado accidentalmente en la exposición Tosquelles, como una máquina de coser en un campo de trigo, dedicada al innovador psiquiatra republicano catalán Francesc Tosquelles y que se exhibe en el Centre de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Los comisarios han tenido que marcharse, los operarios que estaban montándola han salido a comer y se ha cerrado a cal y canto el espacio de la muestra, que incluye obras de Tapies, Dalí, Miró, Dubuffet, Michaux o Artaud. Quedarte atrapado en una exposición sobre manicomios y psiquiatría, aunque sea psiquiatría progre, es una faena. Más si recorriendo las salas en busca de salida te topas por todas partes con fotos y metraje de enfermos mentales recluidos, pinturas y esculturas realizadas por ellos, y algunos retratos muy perturbadores, como Delirant halluciné (1943) de León Schwarrz-Abrys, que desde luego nadie va a robar, o la estremecedora escultura de la Bestia de Gévaudan que talló mientras estaba internado -tras hacer descarrilar un tren- Auguste Forestier y que porta los dientes verdaderos de un animal salvaje indeterminado. Imposible no pensar que estás en los predios de Alguien voló sobre el nido del cuco y Shutter Island. Afortunadamente en una pared está hablando un hombre con un aspecto muy simpático y una voz tranquilizadora. Es Tosquelles (Reus, 1912-Granges-sur-Lot, 1994), con su aire como de profesor Tornasol versión psiquiatra. “Continuamos manteniendo el hospital como lugar abierto, realmente abierto”, explica pacientemente desde un vídeo; “y que un lugar sea abierto o cerrado no depende solamente de las paredes”. Mirándolo y escuchándolo pasa rápido el rato hasta que aparecen unos técnicos con aspecto de Esperando a Godot y ayudan a salir.

La exposición sobre Tosquelles, renovador de la institución psiquiátrica con un método revolucionario que vinculaba política, teatro, cine, arte y literatura y que humanizó la vida de millares de pacientes emancipándolos mediante la cultura, es de las más radicales y exigentes de las muy radicales y exigentes (y extraordinariamente sugestivas) que acostumbra a presentar el CCCB. No hace falta quedarse encerrado para sentirse de entrada desazonado no sólo por la materia de lo que se aborda principalmente, el tratamiento de los enfermos mentales a través de la experiencia del psiquiatra catalán, sino por la cantidad de información y objetos (unos 700 en total), proyecciones e instalaciones artísticas que conforman la muestra. Aunque la voz y la imagen de Tosquelles, a través de pantallas con fragmentos de entrevistas, acompaña amigablemente a lo largo de todo el recorrido proporcionando un asidero. Se ha editado un voluminoso catálogo (CCCB-Arcàdia) con artículos de 16 autores, entre ellos los dos comisarios Carles Guerra y Joana Masó, Paul B. Preciado, el historiador de la filosofía de la universidad de Cambridge Jean Khalfa (especialista en Deleuze, Foucault y el psiquiatra Frantz Fanon), y la historiadora del arte y directora de la colección de Art Brut de Lausana, Sarah Lombardi. La exposición, producida por el CCCB (donde puede verse hasta el 28 de agosto), el Museo Reina Sofía (del 27 de septiembre al 23 de marzo de 2023) y el museo de arte contemporáneo Les Abattoirs de Toulouse (donde ya se ha exhibido), viajará posteriormente al American Folk Art Museum de Nueva York.

Para el público en general, Francesc Tosquelles, un hombre que estuvo en la vanguardia psiquiátrica, política y antifascista europea, es un gran desconocido, y uno de los objetivos principales de la exposición es descubrirlo. Realmente era un personaje sensacional, relacionado con Ferenczi, con Lacan, con Artaud, Éluard, Tristan Tzara y Dalí, vinculado al POUM, capitán médico del ejército republicano durante la Guerra Civil (en servicios psiquiátricos del Ejército de Extremadura), exiliado en Francia, integrado en la Resistencia contra los nazis (en el hospital de Sant-Alban donde trabajaba y que tenía contacto con el maquis se dio refugio a muchos perseguidos ilustres y combatientes, la exposición exhibe una acusación de 1942 de la Sureté por antipatriotismo), psicoanalista, pionero del cine psiquiátrico, estudioso de la obra de Gabriel Ferrater (escribió el libro Función poética y psicoterapia. Una lectura de ‘In memoriam’, de Gabriel Ferrater), teórico del pie (véase más adelante), Medalla del President Macià, hijo ilustre de Reus… Uno de los episodios más curiosos de su vida -y que recrea, leyéndola en bares, una película de Mireia Sallarès que puede verse en la exposición- es la carta que le escribió en 1927 ¡a Stalin!, en la que le recriminaba el centralismo comunista en relación con Cataluña y le advertía desde Reus “aquí no hay sóviets”.

Montaje en la exposición del CCCB con las casetes de casos grabadas por Francesc Tosquelles, Massimiliano Minocri (EL PAÍS)

Genial heterodoxo, autor de frases rotundas que dan que pensar (“los maestros que tenemos son los enfermos, no tenemos otro maestro, todos los demás maestros elaboran teorías”; “el miedo a morir vestidos lo tenemos todos”), sorprendentes, con un toque marxiano (Groucho)-daliniano (“el inconsciente no existe, insiste pero no existe”, “el genio catalán es surrealista genéticamente, nunca se sabe si hablamos en serio o desbarramos, hay que desbarrar”), la muestra exhibe algunos de sus retratos icónicos: el primer plano en contrapicado en el que parece un payaso, el que aparece encerrado dentro de un parque infantil o el realizado sobre el tejado del hospital de Saint-Alban con la escultura de un barco de Forestier. Un psicoterapeuta amable al que no le importaba -e incluso lo disfrutaba- mostrarse como un excéntrico. Un psiquiatra paciente en toda su polisemia.

“La idea de la exposición, que muestra la transformación que hizo Tosquelles de las instituciones mentales heredadas del siglo XIX, es colocarlo en un paisaje muy colectivo, relacionado con la política, con las vanguardias artísticas, la literatura, además de con la experimentación clínica”, explica Joana Masó, sentados en torno a una mesa con libros que hay al final del recorrido de la muestra. La proyección de una entrevista con el psiquiatra que domina la sala hace que la iluminación cambie continuamente en un efecto alucinógeno. “La relación con la psiquiatría es central, claro. Él trabaja con dos intuiciones muy claras: para curar no hay que aislar, las instituciones deben transformarse, reformarse, han de dejar de usar las camisas de fuerza y la contención; y por otro lado hay que incorporar a la comunidad terapéutica entera, a la gente que no tiene relación con la psiquiatría, incluidas las monjas que hacían de enfermeras”. Masó, autora de Tosquelles, curar las instituciones (Arcàdia, 2021), Premio Ciutat de Barcelona de ensayo y libro destinado a ser de referencia en lo tocante al psiquiatra, recuerda la anécdota de que Tosquelles recibió una denuncia de la madre superiora de la comunidad que atendía a los pacientes por enseñar Lacan a las monjas: “Marranadas”, especificó la religiosa. El reusense valoraba mucho la aportación de mujeres psiquiatras pioneras como Agnès Masson, y explicaba como ésta en su empeño por eliminar las camisas de fuerza hizo que le pusieran una a la monja jefe del hospital y le espetó: “Mañana o pasado vendré a verla, ya me dirá el qué”.

“Tosquelles trabaja para desmontar la distancia entre lo normal y lo patológico”, prosigue Masó; “para deshacer esa oposición y la idea de supuesta normalidad”. Se empeña también en eliminar el miedo del psiquiatra a la locura y a los enfermos, y considera que la paranoia “es la forma de constitución de la personalidad de todos”. Al principio de la exposición se pueden ver, en un montaje interactivo creado por Roger Bernat, filmes del archivo del emblemático hospital de Saint-Alban, donde trabajó Tosquelles desde 1940 más de veinte años y en los que se ve a los pacientes en algunas de las actividades programadas. “Venía de la República y las colectivizaciones, en Saint-Alban, los enfermos se agrupaban en cooperativas, y tenían incluso su pequeña economía, montaban clubs, fiestas y hasta espectáculos de teatro y circo”.

Para la comisaria, se explica que Tosquelles sea un desconocido para la gente en general en nuestro país por sus opciones políticas, siempre a contrapelo. “Era del POUM, y luego un exiliado, y el franquismo borró todo su recuerdo. En Francia es mucho más conocido, sus años en Saint-Albans inspiraron a otros, como a la gente del mayo del 68″. El auge de la antipsiquiatría, a favor de la destrucción de los muros, también orilló a Tosquelles, partidario no de acabar con las instituciones psiquiátricas (es uno de los máximos representante de la denominada Psiquiatría Institucional francesa) sino de reformarlas. Un debate muy de hoy, como recalca Joana Masó. Y su personalidad, con su elogio del desbarrar catalán, su irreverencia, su lenguaje de tintes dalinianos y su resistencia a asimilarse a las culturas dominantes y a los clanes ya fueran los surrealistas o los lacanianos, tampoco le jugó a favor.

Imagen de la instalación de Perejaume en la exposición sobre Tosquelles en el CCCB.

La exposición, que hace hincapié en el surrealismo y el Art Brut creado por gentes marginales y coleccionado por Dubuffet, propicia el debate sobre el uso de la producción de los enfermos mentales. Tosquelles criticó esa apropiación por parte de las vanguardias. “Es un marxista, viene del campesinado catalán enemigo del concepto patrimonial de la cultura. Además, él no está de acuerdo con el concepto de alteridad que aplican los surrealistas a los enfermos mentales. Al contrario, considera que no son ‘los otros’ sino que somos nosotros mismos”.

“Es un ecléctico, y un gran pragmático que no cree en que las cosas sean blanco o negro”, apunta Carles Guerra, comisario con Masó; “usaba todas las herramientas posibles para crear entornos de cura”. De la frase que da título a la exposición subraya que es “muy Tosquelles” y que la pronunció en una mesa redonda en los años 70 en la que explicó que lo que ellos hicieron en los años 30 cuando las instituciones psiquiátricas republicanas se transformaban y se favorecía la salida de los internos mediante el trabajo y la socialización en entornos abiertos, fue como poner máquinas de coser en campos de trigo. Es una vuelta à la Tosquelles sobre la famosa frase de Lautréamon elogiada por los surrealistas de que la belleza era como el encuentro fortuito de una máquina de coser con un paraguas sobre una mesa de disección, y de la que hay una obra de Man Ray que la visualiza en la exposición. Sintetiza también la frase de Tosquelles su empeño por llevar la psiquiatría al entorno rural, interés del que hay ejemplos en la muestra.

La exposición, que recorre la vida y el legado de Tosquelles, incluidos los años de la República en que Barcelona era “la pequeña Viena” por la profusión de psiquiatras y psicoanalistas extranjeros, incluye una serie de instalaciones de artistas contemporáneos. Una es la de Perejaume en la que el visitante ha de descalzarse para caminar sobre unas cortezas de alcornoque, en alusión al “método hipocrítico” que menciona Tusquelles y que propone, con su gusto por la paradoja y la provocación, desplazar la experiencia cognitiva de la cabeza a los pies. “Cuando nos paseamos por el mundo, lo que cuenta no es la cabeza, son los pies. Saber dónde pisas”. Algo que vinculaba a otro tema recurrente en la exposición, el exilio: “El exilio se inscribe en los pies, porque son los que cruzan las fronteras”. Cerca se puede ver un vídeo de Mim Tanaka, el artista de butoh, actuando descalzo entre los residentes de la clínica de La Borde, una de las instituciones que recogieron el testigo de Tosquelles y Saint-Alban.

En el recorrido de la exposición, muchas cosas sorprendentes. Las casetes de Tosquelles con casos concretos recuperadas y colocadas cubriendo toda una pared en una imagen futurista, cartelería del POUM, las inquietantes esculturas de corcho de Joaquim Vicens Gironella (al que el Museo Memorial del Exilio, MUME, de la Jonquera dedica ahora precisamente una muestra), unas imágenes preparatorias del filme de Abel Gance El fin del mundo en las que aparece Artaud, o la información de que Lacan dio una conferencia en el Paraninfo de la UB ¡en 1958!, en el marco del Congreso Internacional de Psiquiatría.

Una exposición para quedarse encerrado una buena temporada, siempre con Tosquelles a mano por eso.

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