Turquía abre una nueva ventana al inicio de la civilización neolítica
Las excavaciones en el sudeste del país ofrecen pistas inéditas sobre los comienzos del sedentarismo en Anatolia
Figuras talladas de humanos y animales, grandes obeliscos en forma de T, enterramientos, estructuras domésticas y rituales... Los artefactos y asentamientos que, en los últimos años, los arqueólogos han sacado a la luz en las áridas tierras del sudeste de Turquía abren una nueva ventana a los inicios del sedentarismo en Anatolia y la alta Mesopotamia. En opinión de los investigadores turcos, estos hallazgos pueden servir para ...
Figuras talladas de humanos y animales, grandes obeliscos en forma de T, enterramientos, estructuras domésticas y rituales... Los artefactos y asentamientos que, en los últimos años, los arqueólogos han sacado a la luz en las áridas tierras del sudeste de Turquía abren una nueva ventana a los inicios del sedentarismo en Anatolia y la alta Mesopotamia. En opinión de los investigadores turcos, estos hallazgos pueden servir para reescribir la historia de los inicios de la civilización humana. Otros son más cautos.
El descubrimiento de Göbekli Tepe —datado en torno a 9.600 a. C. y considerado “el templo más antiguo del mundo”— y su excavación bajo la dirección del arqueólogo alemán Klaus Schmidt entre 1994 y 2014 han supuesto un antes y un después en las investigaciones sobre las primeras etapas del Neolítico en Turquía. Promocionado como reclamo turístico por el Ministerio de Cultura, incluido en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, e incluso objeto de una serie en Netflix, Göbekli Tepe ha servido para impulsar los trabajos arqueológicos en la zona.
La teoría que manejan los investigadores es que lo que hasta hace poco se consideraba un templo solitario en medio de las rutas de comunidades nómadas que vivieron hace casi 12.000 años —”Una catedral solitaria en una colina”, en palabras de Schmidt— podría haber sido en realidad el núcleo de una constelación de asentamientos sedentarios con una estructura social más especializada y estratificada de lo que se pensaba. De hecho, las excavaciones hechas desde la muerte del arqueólogo alemán en 2014 han revelado la existencia en Göbekli Tepe de viviendas alrededor de las estructuras religiosas, lo que sugiere la presencia de un asentamiento estable, una especie de villa.
Unos 35 kilómetros al este de Göbekli Tepe se ha excavado otra colina, Karahan Tepe, que también ha ofrecido importantes hallazgos arqueológicos. Los resultados de los estudios de carbono 14, aún por publicar, sitúan este yacimiento en un periodo entre el décimo y el noveno milenio antes de Cristo, es decir, en los albores del Neolítico (en las fases A y B del Neolítico precerámico) y en la misma época en que estuvo ocupada Göbekli Tepe.
También se ha puesto en marcha el proyecto de las Colinas de Piedra (Tas Tepeler en turco), por el que se ha identificado una docena de sitios alrededor de Göbekli Tepe, en la llanura de Harran (provincia de Sanliurfa), y en siete han comenzado las excavaciones este año. “Se trata de lugares datados entre el 9.600 y el 8.200 a. C. Son de diferentes tamaños, lo que sugiere una jerarquía entre asentamientos. La mayoría están situados en colinas y lo suficientemente cerca como para poder verse y en todos hemos descubierto artefactos únicos pero similares entre sí. Es decir, eran gentes que habitaban un mismo mundo”, explica el jefe de las excavaciones en Karahan Tepe, el catedrático de arqueología Necmi Karul. “Aunque las monumentales ruinas que conocemos de Göbekli Tepe y Karahan Tepe son impresionantes, sólo suponen una parte de todo lo que hay [por descubrir]”, agrega.
En ninguna de estas excavaciones se han hallado pruebas de domesticación de plantas o animales, sino que se han encontrado miles de huesos de animales salvajes, lo que probaría que se trataba todavía de sociedades cazadoras-recolectoras. Se trataba de una época en que las temperaturas comenzaban a aumentar tras las glaciaciones, lo que llevó a una mayor disponibilidad de caza y plantas comestibles. “La sedentarización llegó de la abundancia y no de la escasez”, subraya Karul: “Dadas las nuevas condiciones climáticas, desarrollaron nuevas técnicas de caza y comenzaron a controlar animales que en el futuro serían domesticados”. Este ecosistema más fértil debió de llevar a un mayor número de población a dicha región, abriendo la vía a la ocupación de asentamientos de forma sedentaria. “Creemos también que fue esa prosperidad la causa del establecimiento de lugares monumentales con aspectos fuertemente simbólicos. Las construcciones de Karahan Tepe se han preservado en muy buenas condiciones y ofrecen muestras de muchos fenómenos: una vida organizada, un cierto orden social distintivo de comunidades amplias... No sólo por las estructuras, sino también por los hallazgos de esculturas animales y humanas en tres dimensiones, lo que refleja bien las habilidades y el mundo simbólico de las gentes prehistóricas que vivían allí. Contrariamente a lo que se creía antes, la transición a una vida sedentaria y los cambios sociales que conllevó no fueron causados por la producción de alimento, sino que la producción de alimento fue una consecuencia de esta transición”.
Hasta finales del siglo pasado, la historia de la sedentarización humana estaba escrita en claras etapas y se tenía a la agricultura y, posteriormente, la ganadería como causas principales del fin del nomadismo. Es lo que se conoce como la “revolución neolítica” y que daría lugar a los inicios de la civilización humana. Sin embargo, los estudios publicados desde finales de los noventa, las nuevas técnicas científicas de investigación y datación y hallazgos arqueológicos en diversos puntos del planeta llevan varias décadas desdibujando esos límites.
“Tenemos pruebas de que las diversas etapas de sedentarización, agricultura, ganadería y desarrollo de la cerámica se dan en un orden diferente en diferentes partes del mundo. En Oriente Próximo hace tiempo que tenemos evidencias de que la sedentarización precedió a la agricultura”, asegura Amaia Arranz-Otaegui, arqueobotánica del Instituto de Historia del CSIC. También establece una diferencia clave entre los cultivos de plantas silvestres y su domesticación, la cual hizo posible el posterior desarrollo de la agricultura y de la que las pruebas más antiguas se retrotraen al sur de Siria, hacia el 8.700 a. C., una época en la que los habitantes de Göbekli Tepe y su área eran todavía recolectores.
De ahí que, sin desmerecer la importancia de los hallazgos en Sanliurfa para la arqueología de Turquía, sostenga que, a nivel de historia global, no modifican lo que se había descubierto en otros puntos del Creciente Fértil, por ejemplo en Jordania o Israel. “Ahí tenemos yacimientos de la cultura natufiense [datada del 13.000 al 9.500 a.C.] en los que hay evidencias de asentamientos sedentarios, ocupaciones de larga estancia, edificios de piedra destinados a zonas mortuorias y simbólicas, incluso con uso de cal para enlucir”, afirma Arranz: “Muchos de los procesos que vemos en el Neolítico de mayor complejidad social ya se empiezan a desarrollar antes y tienen sus raíces en el periodo Epipaleolítico”.