Juan Bedoian, el periodista que escribió cultura con ‘Ñ'
El editor de la revista de cultura referencia en el periodismo iberoamericano fallece en Buenos Aires a los 74 años
El domingo 28, mientras sacudía la ciudad un temporal inusual para Buenos Aires en noviembre, murió Juan Bedoain, periodista argentino y primer editor de Ñ, la revista de cultura de Clarín, que desde 2003 se convirtió en referencia en el periodismo iberoamericano. Se despidió con 74 años, rodeado por el amor de los más suyos —Beatriz, su mujer; sus hijos, María, Laura y Joaquín, y sus nietos, Nina y Olivo—, cuando el cáncer de pulmón contra el que venía batallando le ganó la pulseada.
Cada uno elige ...
El domingo 28, mientras sacudía la ciudad un temporal inusual para Buenos Aires en noviembre, murió Juan Bedoain, periodista argentino y primer editor de Ñ, la revista de cultura de Clarín, que desde 2003 se convirtió en referencia en el periodismo iberoamericano. Se despidió con 74 años, rodeado por el amor de los más suyos —Beatriz, su mujer; sus hijos, María, Laura y Joaquín, y sus nietos, Nina y Olivo—, cuando el cáncer de pulmón contra el que venía batallando le ganó la pulseada.
Cada uno elige su recuerdo de alguien que acaba de partir. Una anécdota, un fragmento-talismán que perfila el retrato y permite ir haciéndose a la idea de la pérdida. Sucede ahora con Bedoian. Las imágenes se multiplican como el eco. Están los compañeros de redacción que subrayan su gran olfato para elegir los temas o su tendencia a escribir siempre lo que pensaba, “a veces sin filtro”, o su amor por el cine, que lo llevaba a tararear permanentemente, casi sin darse cuenta, la banda sonora de El Padrino, o el memorable locro (un guiso tradicional del norte) que cocinaba para las fiestas patrias cada 9 de julio, o la botella de Johnny Walker etiqueta negra que guardaba en un rincón del armario de su oficina para acompañar con un chupito los cierres de edición que se prolongaban más allá de la medianoche. “Tucumano”, hubiera agregado él a cualquier descripción, en homenaje a su patria chica.
Pero todas las miradas coinciden en el mismo rasgo. Destacan su humor, no exento de malicia cuando cuadraba, como una forma culminante de la vitalidad que Bedoian mantuvo intacta hasta el final.
Comprometido por su historia familiar con la memoria y la causa armenias (una de las últimas películas que vio fue El secreto de Maró, sobre ese genocidio), se había iniciado en el periodismo en su Tucumán natal y llegó a Buenos Aires tras 1976, año funesto que marcó a fuego la historia argentina con los crímenes indelebles de la última dictadura militar, una de cuyas víctimas fue María, su propia hermana.
En Clarín, el periódico donde desarrolló su carrera por más de cuatro décadas, su primer destino fue la Mesa de los creativos, junto a algunas de las grandes firmas del diario en los setenta: Jorge “el alemán” Göttling, el novelista Jorge Asís y el poeta Daniel Giribaldi. En diciembre de 1983, junto al fotógrafo Dani Yako, Bedoian entrevistó a Julio Cortázar en la que sería la última visita del autor de Rayuela a la Argentina, días antes de que asumiera el Gobierno Raúl Alfonsín, primer presidente de la democracia recuperada. Cortázar murió dos meses después y el texto se convirtió en un documento de época insoslayable.
Redactor especial y editor en ámbitos tan diversos como internacionales, el suplemento Cultura y Nación y la Segunda Sección, en los años noventa Bedoian rediseñó el suplemento de turismo, que innovó en la crónica de viajes y que siguió editando, ya en el siglo XXI, en paralelo con la que fue su criatura más emblemática: Ñ, la revista de cultura que bajo su conducción se convirtió, a la vez, en referencia del periodismo iberoamericano y éxito de ventas, con tiradas de más de 100.000 ejemplares por semana.
“Juan era licenciado en Letras, pero siempre conservó la mente abierta, no se atrincheró en el canon y supo desacartonar la escena cultural”, destaca su amigo Ricardo Kirschbaum, editor general de Clarín, quien en 2003 le encomendó el desarrollo de una revista de cultura, rigurosa y de calidad pero pensada no para expertos, sino para el gran público.
Ñ tomó por nombre la letra insignia del español; 40 páginas de cultura, desplegadas en cuatro secciones fijas (Ideas, Literatura y Libros, Arte y Escenarios), integraban el opcional, que se vendía con el diario al precio simbólico de 50 céntimos. El primer número se publicó el 4 de octubre de 2003 y fue un pelotazo.
Provocó un giro en el periodismo cultural a tal punto que el periódico La Nación —rival en ventas de Clarín— fichó al eximio Tomás Eloy Martínez, autor de los memorables Lugar común la muerte y Santa Evita, para renovar su tradicional suplemento literario dominical, que en 2007 pasó a los sábados y se convirtió en ADN (una revista ya discontinuada), para competir con Ñ.
“En periodismo tendemos a estandarizar los impactos. Pero visto en perspectiva, fue un momento extraordinario. Y Juan hubiera podido alardear de eso, pero fue siempre un talentoso de perfil bajo, muy autoexigente”, recuerda Kirschbaum.
Cuando la revista cumplió 10 años, Bedoian se jubiló, pero conservó el rincón donde escribía con mayor libertad: Zona Franca, su columna en la contraportada de Viajes. “Conozco gente que viaja sin moverse de su casa. Está la doctora Marta Martínez, que se sienta en la galería, se sirve un café y pierde la mirada en su jardín como si este fuese la prolongación del verde de Tafí del Valle, el Tucumán que ama”, escribió en 2017, en un párrafo que no hubiera desentonado en tiempos de confinamiento pandémico.
El último artículo de Juan Bedoian que encuentra el curioso en el archivo es su despedida a Sean Connery, en octubre de 2020. “Como sucede con los mitos, interesa menos la materia que los sueños”, decía entonces sobre el actor eternamente sexy, que quiso y logró ser algo más que James Bond.
Ñ sale de gira
Poco más de un año después de su aparición, la revista Ñ salió de gira. "Recuerdo a Kirschbaum y a Bedoian contentos como niños mientras regalaban Ñ en el Congreso de la Lengua de Rosario, en 2004. La llevaban bajo el brazo, como hacen los repartidores de periódicos a los que en Argentina llaman "canillitas", recuerda Juan Cruz, uno de los escritores que pronto integró el frondoso listado de columnistas globales de Ñ, que acaba de festejar sus 18 años de vida.