José Sacristán: “Se lo han creído”
El actor, al recoger el Premio Nacional de Cinematografía, habla del placer de jugar que ha impulsado su carrera desde niño. “Vivir una ilusión, dar a las ilusiones consistencia y firmeza”, recuerda en una ceremonia de entrega cargada de cariño
“Yo le quitaba unas cuantas plumas a las gallinas, me las ponía en la cabeza, y me plantaba desafiante ante mi abuela. ‘Virgen santa, un indio’, decía ella. ‘Se lo ha creído’, pensaba yo. Cuando recibí la noticia de este premio, pensé lo mismo: ‘Se lo han creído’. Se han creído que era el estudiante, el pregonero, el de los globos, el recluta, el emigrante, el abogado, el médico, el asesino. Vaya suerte, más de 60 años sin dejar de jugar”. Con este tono a caballo entre la ensoñación y el agradecimiento ...
“Yo le quitaba unas cuantas plumas a las gallinas, me las ponía en la cabeza, y me plantaba desafiante ante mi abuela. ‘Virgen santa, un indio’, decía ella. ‘Se lo ha creído’, pensaba yo. Cuando recibí la noticia de este premio, pensé lo mismo: ‘Se lo han creído’. Se han creído que era el estudiante, el pregonero, el de los globos, el recluta, el emigrante, el abogado, el médico, el asesino. Vaya suerte, más de 60 años sin dejar de jugar”. Con este tono a caballo entre la ensoñación y el agradecimiento José Sacristán ha recibido la mañana de este lunes el Premio Nacional del Cine a una semana de su 84º cumpleaños. La ceremonia se ha celebrado un lunes —en vez del habitual sábado— porque el actor se encuentra haciendo temporada en Valencia con la obra Señora de rojo sobre fondo gris, por lo que ha aparecido en San Sebastián en su jornada de descanso. El discurso del galardonado ha arrancado con una cita: “Hace poco en una entrevista Luis Landero citaba a Friedrich Nietzsche: ‘No hay mayor seriedad que la del niño cuando juega”.
A través de esa sentencia, Sacristán ha recordado sus más de seis décadas de trabajo en cine, televisión y teatro. “He llegado hasta aquí aprendiendo en el camino, tras 60 años jugando. Trabajando, estudiando, investigando, curioseando, mirando, con tanta certeza como inquietud, con tanto arrojo como temor, como suele ser habitual en el ánimo de los que nos dedicamos a esto”, apuntaba en unas notas escritas a mano. “He llegado hasta aquí no pensando en desentrañar la complejidad del personaje, sino en cómo llegar a fin de mes para pagar el alquiler”. Y de ahí saltó a las cuevas de Altamira, a “honrar a quien al principio de los tiempos pintó el bisonte, pensando en lo mismo: ‘Que se lo crean, que se emocionen, que se diviertan, que se inquieten, que duden, que piensen, que sueñen”. Y prosiguió: “Vivir una ficción, dar a las ilusiones consistencia y firmeza. Entusiasmo. ‘Habría bastado con que lo imposible fuera’, decía Calígula ante la luna”.
Así que aún hoy, cada vez que se sube al escenario o que se pone ante la cámara, contó, “siento las plumas de gallina atada a la cabeza, y siento el rebullir, el trajín, el entusiasmo, el asombro que produce la profunda seriedad del juego. Yo, y los que se lo han creído como mi abuela y como vosotros. Y lo imposible, es, y tengo la luna”. Pidió perdón a sus hijos (”Perdón por el tiempo que le ha quitado el peliculero al padre”) y honró a su esposa, Amparo Pascual, momento en que se emocionó. Al acabar Sacristán dedicó unas palabras de Miguel de Cervantes como homenaje al recién fallecido Mario Camus: “Si yo pudiera sacar mi corazón y ponerlo ante vuestros ojos, quitara el trabajo a mi lengua de decir lo que apenas se puede pensar”.
“Hace poco en una entrevista Luis Landero citaba a Friedrich Nietzsche: ‘No hay mayor seriedad que la del niño cuando juega"
En la sala había numerosos compañeros, siempre eso sí, situados en sillas a distancia una de otra por protocolos covid (lo que dejó a mucha gente fuera), que aplaudieron incluso su llegada al acto al protagonista de títulos fundamentales como Un hombre llamado Flor de Otoño, El diputado, El viaje a ninguna parte, ¡Vente a Alemania, Pepe!, Pantaleón y las visitadoras, Asignatura pendiente, La colmena, Operación Ogro, Epílogo, La noche más hermosa, La vaquilla, Un lugar en el mundo, El muerto y ser feliz, Madrid, 1987, Magical Girl... y solo escogiendo unos pocos de sus más de cien trabajos en cine, a lo que además habría que sumar su labor en teatro y televisión.
Previamente, el ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, habló de esta entrega como “acto reparador que estaba pendiente desde hace mucho tiempo”, y Aitana Sánchez-Gijón lo hizo en nombre de todos sus compañeros para describir la sorpresa de que Sacristán no tuviera antes este premio, ni tampoco el Nacional de Teatro. Y alabó a alguien que “dio la batalla ideológica desde la dialéctica”, de un compañero de trabajo (cinco años compartieron grabaciones de la serie Velvet) del que aseguró: “Él dice que en su interior vive una tonadillera, y yo añadiría que una madre superiora”. Sánchez-Gijón le definió también como un compañero “con conciencia de ser eslabón de generaciones de intérpretes”, como alguien que encontró refugio en los cines y ya no quiso vivir en ningún otro sitio”. Y la actriz confesó: “Si él dice que está en primero de Fernán Gómez, ojalá el resto seamos capaces de pasar de parvulario a primero de José Sacristán”.