Los museos quieren ponerse verdes
Directores, conservadores y profesionales de instituciones de todo el mundo acuerdan un plan de mínimos para impulsar el respeto al medioambiente en los centros de arte, recortando viajes y apoyando la eficiencia energética
En julio de 2019, la Tate (los cuatro museos que forman el conjunto: Britain, Modern, Liverpool y St-Ives) hizo un llamamiento al mundo del arte para que enarbolara la protección del medio ambiente y se fijó el ambicioso objetivo de reducir sus emisiones de gases en un 50% hasta 2023. Esa meta ya ha sido superada a día de hoy con una disminución del 56% en los dos últimos años. El estallido de la pandemia y el cierre de los museos han contribuido a que se redujeran las emisiones en todo el mundo y, también, ha supuesto una oportunidad única para que el sector reflexionara a fondo sobre cómo en...
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En julio de 2019, la Tate (los cuatro museos que forman el conjunto: Britain, Modern, Liverpool y St-Ives) hizo un llamamiento al mundo del arte para que enarbolara la protección del medio ambiente y se fijó el ambicioso objetivo de reducir sus emisiones de gases en un 50% hasta 2023. Esa meta ya ha sido superada a día de hoy con una disminución del 56% en los dos últimos años. El estallido de la pandemia y el cierre de los museos han contribuido a que se redujeran las emisiones en todo el mundo y, también, ha supuesto una oportunidad única para que el sector reflexionara a fondo sobre cómo encarar la reapertura para incluir un plan bien definido de sostenibilidad ambiental.
El CIMAM —organismo internacional centrado en el arte contemporáneo que agrupa a 600 profesionales de 86 países— ha alcanzado en su última reunión anual un acuerdo de mínimos para impulsar las políticas respetuosas con el medio ambiente en los centros de arte. Esos mínimos aconsejables son las herramientas básicas que ya han empezado a utilizar algunos museos —en Alemania y en Francia, con Reino Unido a la cabeza—, con una intensidad que depende de la autonomía económica de cada centro. Los fondos europeos destinados a la transformación digital y ecológica servirán para acelerar un proceso que en España mantiene en situación crítica a la mayor parte de los museos nacionales (16 instituciones estatales y 60 de gestión transferida).
Lo que supone la conversión en museo verde no está claro para muchos. Lo aclara muy bien Frances Morris (Londres, 62 años), directora de la Tate Modern desde 2016, presidenta del grupo de Sostenibilidad y ecología del CIMAN. Morris explica por correo electrónico que no hay tiempo que perder y detalla las medidas que ha aplicado en la Tate Modern para conseguir teñirse de verde. Sus 330 paneles solares producen energía 100% renovable (la energía generada podría alimentar 12 hogares durante un año). Han instalado iluminación LED de bajo consumo en todas las galerías. Al año alrededor de 226 metros cúbicos de agua de lluvia recolectada se utilizan para descargar los inodoros. Reutilizan y reciclan el 75% de los residuos y además, entre otras medidas, desde 2014 empezaron a reducir los viajes de negocios no imprescindibles.
Las propuestas impulsadas desde el CIMAM van mucho más allá y afectan al gobierno interno de cada museo. El organismo internacional no solo pide que se reduzcan al mínimo los desplazamientos en avión, también se pronuncian en contra de la movilidad de las obras y recomiendan que si estas tienen que desplazarse para formar parte de exposiciones temporales, se haga sin los acompañamientos de expertos que durante décadas han custodiado la obra desde su lugar de salida hasta su destino. El seguimiento puede hacerse por novedosos programas digitales que se estrenaron con éxito después de los primeros confinamientos impuestos por la covid. El CIMAM aconseja también que los museos prioricen sus colecciones permanentes y que las exposiciones temporales se reduzcan y amplíen el tiempo en que se muestran. También pide que los paneles divisorios y las cajas de embalaje sean siempre reutilizables.
Menús vegetarianos
El consumo dentro de los museos vivirá otro de los cambios más importantes en el plan de transformación que impulsa el CIMAN. Afecta a los restaurantes y puntos de venta de comida y bebida de los centros de arte. La propuesta plantea la desaparición total de bebidas embotelladas en plástico. Se propone poner jarras de agua en las mesas y surtidores en distintos puntos del recorrido. El visitante puede llevar un recipiente reutilizable que podrá rellenar. En la estela de lo que ya están haciendo algunos museos alemanes, se aconseja incluir solo comida vegetariana en los menús.
Frances Morris, directora de la Tate Modern: “No hay tiempo que perder”
Mami Kataoka (Nagoya, 56 años), directora del Museo de Arte Mori de Tokio y presidenta del CIMAM, opina por correo electrónico que todas estas medidas son aplicables de manera inmediata por la comunidad museística. No cree que haya que esperar a que los gobiernos las acometan. “El compromiso con la sostenibilidad en el mundo del arte ha sido objeto de debate en los últimos años, pero los cambios radicales se han visto forzados y acelerados debido a la pandemia. Aprovechando esta oportunidad, debemos involucrarnos con toda la industria del arte, incluidas las instituciones de arte, las galerías y los artistas, para buscar una nueva ecología. Tenemos un paquete de herramientas listo para ser aplicado”.
Joseph Beuys, artista pionero
Sobre el papel de los artistas en esta transformación verde, Frances Morris recuerda que hay una larga historia de participación de creadores frente a la emergencia climática: desde el trabajo pionero de Joseph Beuys, quien fue miembro fundador del Partido Verde Alemán, hasta la actual generación más joven de artistas que sienten apasionadamente que la cultura tiene un papel que desempeñar a la hora de inspirar la lucha en el ámbito ecológico. “En la Tate”, explica Morris, “nuestra declaración de emergencia climática y ecológica fue alentada por artistas del Reino Unido que nos buscaban para que impulsáramos no solo medidas para la reducción de emisión de carbono, sino para abordar una agenda mucho más amplia de sostenibilidad. Así que no hemos respondido simplemente tratando de alcanzar un recorte más radical en las emisiones, sino que estamos pensando en los sistemas y marcos dentro de los cuales operamos. Utilizando nuestra colección de arte internacional podemos demostrar cómo los artistas, con el tiempo, han respondido a las emergencias entrecruzadas del clima, la ecología, la raza y la justicia social”.
El sistema del arte tal como lo conocíamos era una burbuja que nos convertía en nómadas culturalesManuel Borja-Villel
Como prueba de la repercusión que la preocupación ecológica tiene en la programación de la Tate Modern, Morris señala una muestra temporal que tiene en cartel. A Year in Art: Australia 1992, con trabajos de Judy Watson y Bonita Ely, analiza el desprecio por los derechos tradicionales de la tierra, al permitir operaciones mineras que han alimentado la degradación climática durante siglos. Además, este centro cuenta con una sala de su colección dedicada a la Fotografía y medio ambiente con obras de artistas como Chris Killip, Simryn Gill y Jem Southam, quienes capturaron el impacto ambiental y humano de la actividad industrial en el mundo natural.
El Reina Sofía, sin papeles
En España, el Reina Sofía lleva tiempo trabajando en su propia transición ecológica. Los 36 millones de euros que percibirá en su presupuesto a lo largo de los tres próximos años, parte procedente de los fondos europeos, servirán para desarrollar los planes de su director, Manuel Borja-Villel. Por un lado, el centro transformará sus sedes en sostenibles y autónomas. En este momento, el palacio de Velázquez es autosuficiente en mantenimiento energético. También tienen en marcha una transformación digital por la que se podrá acceder a cualquiera de sus alrededor de 7.000 obras a través de una pantalla. No hará falta desplazarse por los almacenes ni buscar entre los peines como ocurría hasta hace poco. “Cuando yo llegué al museo en 2008”, rememora el director, “los papeles eran tantos que se transportaban por los despachos en carros de supermercados. Ahora ya casi toda la comunicación es digital, como nuestra red de archivos y bibliotecas”.
El Reina reabrió después de la pandemia con una exposición internacional, Mondrian y De Stijl, en la que ya no hubo personas que se trasladaran como correos de las obras, con la correspondiente supresión de viajes, y se usaron paneles reutilizables. “Lo digital nunca suplirá a lo presencial”, augura Borja Villel, “y por eso queremos que sea un museo de conocimiento con intercambios, becas y residencias. Será también un museo solidario volcado en nuestro entorno más próximo (el madrileño barrio de Lavapiés) y colaborando con iniciativas imbricadas en su entorno como [los centros sociales] La Ingobernable o La Invisible. El sistema del arte tal como lo conocíamos era una burbuja que nos convertía en nómadas culturales. La idea de Milla del Oro del Arte no nos puede hacer olvidar el entorno en el que vivimos”.