Hombres en eterna construcción
Los Encuentros de Arlés examinan cómo la fotografía ha cuestionado el modelo dominante de masculinidad en las últimas décadas
No se nace hombre, se llega a serlo. Esa es la máxima que parece guiar los Encuentros de Arlés, certamen de referencia dedicado a la fotografía contemporánea, cuya nueva edición refleja cómo esta disciplina ha cuestionado el modelo dominante de masculinidad, hasta dejar en evidencia que no es más que una ficción inalcanzable, fuente de neurosis eternas y de violencia patriarcal. En la Fundación Luma, a la sombra del ...
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No se nace hombre, se llega a serlo. Esa es la máxima que parece guiar los Encuentros de Arlés, certamen de referencia dedicado a la fotografía contemporánea, cuya nueva edición refleja cómo esta disciplina ha cuestionado el modelo dominante de masculinidad, hasta dejar en evidencia que no es más que una ficción inalcanzable, fuente de neurosis eternas y de violencia patriarcal. En la Fundación Luma, a la sombra del “faro mediterráneo” que acaba de levantar Frank Gehry en los antiguos talleres del ferrocarril regional, la exposición Masculinidades examina las representaciones de la virilidad y la subversión de sus códigos tradicionales por parte de medio centenar de artistas de las últimas décadas, entre los que figuran nombres como Robert Mapplethorpe, Peter Hujar, David Wojnarowicz o Wolfgang Tillmans.
Están los retratos de hombres poderosos que hizo Richard Avedon, con su inalterable fondo blanco, y los de los miembros de fraternidades universitarias a los que fotografió Andrew Moisey, emblemas de esa masculinidad tóxica que hoy está en todas las bocas. Aparecen toreros con el rostro manchado de sangre, retratados por Rineke Dijsktra, y los cuerpos robustos de jugadores de fútbol americano, en una serie de Catherine Opie con aspecto de estudio crítico sobre la virilidad hipertrófica. Pero también los cowboys lánguidos de Sam Contis, el acercamiento homoerótico de Adi Nes a los soldados del ejército israelí, menos recios de lo que jura su mito nacional, o las fotos de talibanes en un estudio clandestino de Kandahar, en las que posan con los ojos manchados de kohl, cogidos de la mano como enamorados furtivos. La muestra, procedente del Barbican de Londres, refleja las férreas normas del género, pero también traza una genealogía de las posturas disidentes respecto a las mismas que han emergido desde mediados del siglo pasado.
“La exposición demuestra la aparición de una nueva tolerancia. Hasta hace pocas décadas, cualquier desviación respecto al modelo hegemónico era disimulada o escondida. Hoy vemos un reconocimiento e incluso una reivindicación de lo que antes se situaba en los márgenes”, sostiene el nuevo director de los Encuentros de Arlés, Christoph Wiesner, hasta ahora responsable del salón Paris Photo. Para Wiesner, que afronta una edición en versión más reducida de lo normal (35 muestras en edificios históricos de la ciudad francesa, menos que las 50 que proponía el certamen en 2019), la fotografía ha jugado un papel crucial en la deconstrucción de ese modelo hegemónico de hombría. “Esta disciplina ha demostrado que la masculinidad dominante es una construcción social y que no responde a la realidad íntima de cada individuo”, agrega el director, para quien las jóvenes generaciones se inscriben en “un cuestionamiento de los modelos impuestos” e inventan otras maneras de sentirse hombre.
En otra de las muestras, la fotógrafa Clarisse Hahn recorre el barrio parisiense de Barbès para diseccionar los distintos tipos de hombre que frecuentan sus calles, del viejo emigrante magrebí que nunca se llegó a integrar del todo al traficante de poca monta que mantiene vivo el mercado negro situado alrededor de una bulliciosa salida de metro. Por su parte, el cineasta Sébastien Lifshitz participa en el festival con Garçons sensibles, un nuevo vídeo que, a partir de material de archivo de los años sesenta y setenta, revisa las primeras representaciones que la televisión francesa ofreció de la homosexualidad en un tiempo en que todavía no estaba despenalizada: de entrevistas al pintor Bernard Buffet y su pareja, Pierre Bergé, futuro compañero de fatigas de Yves Saint Laurent, a reportajes sobre los concursos de body building o a esos sketches burlescos y homófobos de los programas de variedades que perpetuaban los estereotipos de toda la vida.
“En ese momento, ser homosexual era militar en la resistencia”, afirma Lifshitz, director de documentales recientes como Una niña y Adolescentes. “Los protagonistas de esos documentos fueron personas que se opusieron a un patrón que les ahogaba y que era una mentira. Se negaron a aceptar la aspiración social de amoldarse a un modelo autoritario y opresor en el que no se reconocían”, agrega el director, que también observa con esperanza a los jóvenes, entre quienes detecta un cambio “sin vuelta atrás”.
El principal hilo conductor de esta edición del festival, que vuelve a celebrarse tras su suspensión en 2020 —aunque con menos público: su semana de apertura, reservada a los profesionales, registró un descenso del 20% de asistentes respecto a la última convocatoria—, es el tema de la identidad, omnipresente en el actual debate social. En la iglesia de Sainte-Anne, la muestra The Black New Vanguard, comisariada por Antwaun Sargent, recoge el trabajo de una nueva generación de fotógrafos negros nacida en los años noventa, como Campbell Addy, Micaiah Carter, Ruth Ossai, Adrienne Raquel o Tyler Mitchell, tal vez el más conocido de todos ellos gracias a la portada de Beyoncé que firmó para Vogue en 2018, cuando era solo un instagrammer anónimo de 23 años. La exposición, situada en la intersección entre el arte contemporáneo y la fotografía de moda, puede verse como un estudio sobre la evolución del canon de belleza del hombre negro, que se aleja de esa sexualidad indomable que se le atribuyó, con un racismo obvio, en tiempos coloniales para abrazar una androginia y una delicadeza insólitas.
Mientras tanto, en el Palacio del Arzobispado, una retrospectiva dedicada al fotógrafo sudafricano Pieter Hugo recoge un centenar de retratos realizados en las últimas dos décadas, que también funciona como un catálogo de los distintos modelos de masculinidad que conviven en el mundo, del tipo duro que regenta las calles de Ciudad del Cabo al joven trans que reina en los barrios gentrificados de Londres, todos ellos retratados con la misma empatía y una idéntica ausencia de cinismo. A la vuelta de la esquina, Smith, artista pujante y no binario, protagoniza otra de las muestras destacadas de esta edición, que se celebra en Arlés hasta el 26 de septiembre. En el interior de sus imágenes híbridas, cercanas a la ciencia ficción, transitan los cuerpos vulnerables de hombres que parecen inmersos en estados de trance, como si cambiaran de piel y dejaran atrás, de una vez por todas, los dictados de la masculinidad con los que fueron obligados a crecer.