‘La mujer del espía’: amor, cine y fascismo

La mujer del espía es una estilizada película de época que transcurre en los años cuarenta y señala las atrocidades que se cometieron en el país nipón durante los años del eje fascista junto a Italia y Alemania. Un trasfondo histórico y político para un thriller de traiciones, desamor, locura y cine. El elegante y bello matrimonio protagonista (interpretados por los magníficos Yû Aoi y Issei Takahashi) vive en Kobe, donde disfrutan de una vida acomodada y feliz. Hasta que esa armonía, representada por una casa, u...

La mujer del espía es una estilizada película de época que transcurre en los años cuarenta y señala las atrocidades que se cometieron en el país nipón durante los años del eje fascista junto a Italia y Alemania. Un trasfondo histórico y político para un thriller de traiciones, desamor, locura y cine. El elegante y bello matrimonio protagonista (interpretados por los magníficos Yû Aoi y Issei Takahashi) vive en Kobe, donde disfrutan de una vida acomodada y feliz. Hasta que esa armonía, representada por una casa, un vestuario y una paleta de colores que roza la perfección, empieza a chirriar. Y lo hace porque bajo esa perfección se esconde una atrocidad que pondrá en jaque la lealtad del matrimonio protagonista, enfrentado a una serie de acontecimientos espantosos que el filme expone sin caer en el horror banal.

La película se centra en la mujer del título y en sus actos. Una mujer enamorada, lúcida por momentos, pero egoísta y ciega. Una mujer que de alguna manera representa los dilemas y errores de todo un pueblo. Kiyoshi Kurosawa, que obtuvo el León de Plata al mejor director en el Festival de Venecia, logra que su película navegue entre el thriller y el drama amoroso de la mano de una protagonista con la que vamos tomando una triste distancia. La mujer del espía es una película sobria, con un ritmo pausado y envolvente que permite al director de Tokyo sonata mostrar sin estridencias ni subrayados el lado oscuro del amor y de su país. Y ante este paisaje entre idílico e infernal, Kurosawa apela al milagro del cine, a su misterio y su magia. Ya sea para hablar del amor, a través de esa ficción casera que filma el matrimonio para entretener a sus invitados, o como última salvaguarda del atroz secreto que esconde la trama. Porque el cine, ese medio tan bien explotado por la propaganda fascista, es aquí el vehículo de la resistencia y la verdad.