Relatos con luz y sentido

Cuando Peter Brook alcanzó la cima del teatro de alta cultura, lo dio de lado para embarcarse en una búsqueda de lo íntimo, lo esencial y lo arcano

Una escena del 'Mahabharata', montaje de Peter Brook estrenado en 1985.Michel Dieuzaide

El apellido de sus ancestros es Bryk, pero su padre, un ruso judío huido a Inglaterra ante el avance alemán durante la I Guerra Mundial, hubo de aceptar que el oficial de pasaportes británico le inscribiera como Brook. En su primera etapa, el teatro de Peter Brook era una fábrica de ilusiones, un mundo al otro lado del espejo, un polvorín de ficciones. Pero Tyrone Guthrie, director que representaba a Shakespeare en una carpa, con los espectadores rodeando el escenario, ...

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El apellido de sus ancestros es Bryk, pero su padre, un ruso judío huido a Inglaterra ante el avance alemán durante la I Guerra Mundial, hubo de aceptar que el oficial de pasaportes británico le inscribiera como Brook. En su primera etapa, el teatro de Peter Brook era una fábrica de ilusiones, un mundo al otro lado del espejo, un polvorín de ficciones. Pero Tyrone Guthrie, director que representaba a Shakespeare en una carpa, con los espectadores rodeando el escenario, sembró en él la idea de que público y actores debían compartir el mismo espacio y formar una sola comunidad.

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Antes de hacer suya esta proposición, Brook dirigió a Paul Scofield, John Gielgud, Laurence Olivier, Jeanne Moreau, Glenda Jackson… y escenificó óperas en el Covent Garden. Gozaba de las mieles del éxito cuando acabó de convencerse de que la fama era un lugar sin interés, un espacio mondo pintado de purpurina, un callejón sin salida. Y decidió dar un volantazo. Reunió sus ideas en un libro de referencia, El espacio vacío, con cuyas ventas se lanzó a viajar por Afganistán. Brook y la actriz Natasha Parry, su esposa, mantenían por aquel entonces un contacto estrecho con Jeanne de Salzmann, depositaria del legado de Gurdjieff, místico ruso cuya filosofía ha ejercido una influencia larvada en la escena contemporánea.

De Salzmann fue el imán que atrajo a Brook a París, donde encontró un ambiente proclive a la experimentación y pudo poner en marcha un centro internacional de investigación artística para el que consiguió donaciones de un millonario texano y de las fundaciones Ford y Gulbenkian. Con semejante amparo y un equipo de 20 actores de nacionalidades iraní, portuguesa, japonesa… se lanzó a la búsqueda de legados teatrales perdidos y de tradiciones arrumbadas.

La invitación de un festival iraní le llevó a crear Orghast, espectáculo sobre mitos arcanos representado en las ruinas de Persépolis. En Nigeria, Dahomey y Malí presentó La conferencia de los pájaros, alegoría inspirada en un poema sufí. Solo quedaba un paso para abordar la recreación del Mahabharata, epopeya de nueve horas estrenada en Aviñón, representada en 1985 en Barcelona y Madrid. Fue el montaje que lo elevó definitivamente a mito de la escena mundial. Desde entonces, Brook ha visitado España regularmente con montajes caracterizados por su visión sacra de la vida y de las relaciones humanas, entre los que sobresalen Je suis un phénomène, Hamlet, Tu mano en la mía y Tierno Bokar.

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