Vicky Luengo, la hormiguita de la interpretación española
La actriz, conocida por el gran público por su policía de ‘Antidisturbios’, presenta en Málaga dos películas, ‘El sustituto’ y ‘Chavalas’, y sigue de gira con ‘Principiantes’, texto de Carver dirigido por Andrés Lima
La que más lee. La más inteligente. La hormiguita de la interpretación española. La más trabajadora. Apasionada de su profesión. Un cuestionario rápido a los compañeros de viaje profesionales de Vicky Luengo (Palma, 31 años) arroja un resultado casi desasosegante: no es que nadie hable mal de esta actriz a la que muchos descubrieron en la serie Antidisturbios, es que todos la aman y la conside...
La que más lee. La más inteligente. La hormiguita de la interpretación española. La más trabajadora. Apasionada de su profesión. Un cuestionario rápido a los compañeros de viaje profesionales de Vicky Luengo (Palma, 31 años) arroja un resultado casi desasosegante: no es que nadie hable mal de esta actriz a la que muchos descubrieron en la serie Antidisturbios, es que todos la aman y la consideran una de las grandes de su generación. A Luengo todo eso la sonroja. Gesticula, mueve los brazos como aspas de molino, y solo se reconoce en lo de “muy trabajadora”. “El otro día me recordaron que con 31 años ya he participado en 17 montajes teatrales profesionales. Madre mía, eso sí que me hizo pensar”, confiesa.
Luengo llega al festival de Málaga con dos películas en la sección oficial: El sustituto, de Óscar Aibar, en la que encarna a una doctora envuelta de manera tangencial en una trama de nazis en la costa valenciana de 1982, y Chavalas, de Carol Rodríguez Colás, en la que da vida a la protagonista, una aspirante a fotógrafa artística que fracasa en la Barcelona hipster y vuelve a su Cornellà natal, donde se mezcla cierta vergüenza por su procedencia y el amor por sus amigas de la adolescencia. Y lo hace mientras prosigue con la gira de la obra Principiantes, adaptación de Juan Cavestany de uno de los relatos más famosos de Raymond Carver, De qué hablamos cuando hablamos de amor, que dirige Andrés Lima con Javier Gutiérrez como cabeza de cartel. “Un poco hormiguita sí que soy”, reconoce.
Luengo, que se crio en Barcelona, le pidió a su madre que le apuntara a clases de interpretación ya con 10 años. Con 14 ya estaba en un musical profesional y de 2005 a 2008 presentó en la televisión catalana El Club Super 3, junto a otra chica que empezaba, Anna Castillo (”Recuerdo exactamente dónde estaba el día en que me dijeron que me cogían. Es que hicimos hasta giras musicales y grabamos un disco”). En su currículo se acumulan las series (La pecera de Eva, La Riera, Madres...), obras de teatro y películas (Born; Barcelona, noche de invierno; Blue Rai; Las leyes de la termodinámica, Hogar...), y alguna locura: en 2010 la eligieron para protagonizar la película francesa Carmen... sin saber nada de francés. “En general, soy kamikaze, y cuando algo me da miedo me lanzo en esa dirección. Yo mentí al director de una forma muy loca, y me encerré dos meses a aprender francés. Soy currante y me puse. En realidad, el primer día de rodaje, que yo cumplía 20 años, el 7 de abril de 2010, no entendía nada. Con todo, se convirtió en una de las grandes experiencias de mi vida”.
La actriz no ha notado mucho el estallido Antidisturbios. “Además, a mi favor, que no quiero que me reconozcan mucho, están las mascarillas”, cuenta riendo. “Quien se acerca a hablar de la serie lo hace, eso sí, con todo el cariño, y lo agradezco”. Una de las secuencias fundamentales de Antidisturbios, la del encontronazo sexual en una discoteca entre los policías encarnados por Luengo y Álex García, refleja las ideas de la actriz. “Las secuencias sexuales no suelen quedar bien en pantalla. Por mil matices, como el del placer femenino, mal retratado en las ficciones, o esa falsa imagen de videoclip. Yo di mi opinión como actriz y se sumó a la del resto”, analiza.
Confiesa que sufre el síndrome del impostor. Y eso que cuando en 2013 formó parte del elenco de Una historia catalana, en el Teatro Nacional de Cataluña, confirmó en su interior que ahí estaba su futuro. “El teatro es una constante en mi vida. Es como una ducha, porque hay que seguir haciéndola todos los días. Me mantiene conectado a mi oficio, con conceptos como la troupe, con los mejores valores que surgen de la interpretación... Y me fascina la dificultad, la exigencia de hacer lo mismo que ya has hecho 40 veces, y tener que vivirlo como nuevo”, reflexiona.
Principiantes empieza con ella tumbada y sus ojos cerrados. “Cuando los abro y veo el patio de butacas, pienso: ‘Toda esa gente ha pagado por vernos aquí y ahora, y a ver qué nos sale’. Uau”. A cambio, “esa responsabilidad provoca gran satisfacción”. ¿Es mejor ir despacio, escalando, que pillar un estallido de fama? “No sé, de verdad, aunque sí puedo decir que me enorgullece todo este esfuerzo. He trabajado mucho y aún lucho contra el síndrome del impostor, que me ataca demasiado”. Hoy elige, y comenta que le espera una película “impresionante” de la que no puede decir nada. “La interpretación es muy inestable, mañana puede que nadie te llame; si me pasa podré mirar mi camino y sentirme feliz”.
De El sustituto, protagonizada por uno de sus mejores amigos, Ricardo Gómez, un policía joven con el que se lía su personaje, Luengo cuenta que ha luchado por darle peso a su médico: “Que se sienta que es independiente, y que la he cargado de matices en lo poco que sale, porque modifica de manera activa el arco dramático del protagonista”. De Chavalas, en la que aparecen como sus amigas del barrio otras tres actrices en gracia —Carolina Yuste, Elisabet Casanovas y Ángela Cervantes—, recuerda un rodaje partido por el confinamiento, y en el que el cuarteto ha luchado “por que su relación emocional brillara en pantalla”. Y ahonda: “En el guion, me interesó esa amistad femenina no basada en la competición, en la visión opuesta a la habitual de los barrios periféricos, que en el cine suelen ser estigmatizados, y en cómo alguien lidia con el concepto de fracaso”. Ahí, Luengo se permite la broma: “¿Ve? Eso enlaza con lo del síndrome del impostor. Transitaba por caminos conocidos”.