México, quizás mañana
Michel Franco intenta evitar el maniqueísmo de honrados desfavorecidos frente a villanos ricos, el blanquinegro de patrones despiadados y servidores resentidos. No lo logra del todo
Ciertas élites parecen sentirse inmunes ante lo que está pasando fuera de sus privilegiadas burbujas de poder: la económica, la social, la política. Lo hemos visto en un buen puñado de casos en este tiempo de pandemia real, y lo advertimos de un modo semejante en el primer acto de la muy interesante parábola política Nuevo orden, polémica —con razones para serlo— película del mexicano Michel Franco, ganadora del Gran Premio del Jurado en el último festival de Venecia.
Fuera de l...
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Ciertas élites parecen sentirse inmunes ante lo que está pasando fuera de sus privilegiadas burbujas de poder: la económica, la social, la política. Lo hemos visto en un buen puñado de casos en este tiempo de pandemia real, y lo advertimos de un modo semejante en el primer acto de la muy interesante parábola política Nuevo orden, polémica —con razones para serlo— película del mexicano Michel Franco, ganadora del Gran Premio del Jurado en el último festival de Venecia.
Fuera de la lujosa mansión donde se desarrolla buena parte del relato hay una sangrienta revolución. Los de abajo parecen haberse hartado, aunque en los primeros compases la sensación es más conceptual que palpable, expuesta a través de una abstracción representada por el líquido verde que mancha las calles y expulsan los grifos, y por el cuadro que abre la primera imagen de la película, titulado metafóricamente Solo los muertos han visto el final de la guerra. Sin embargo, frente al caos del exterior, dentro del castillo del lujo, en la fastuosa boda de una pareja de jóvenes pertenecientes a la superioridad, todos actúan como si nada pasara. Resguardados y servidos, eso sí, por una parte de la inferioridad, que trabaja para ellos pacientemente (o no) como chóferes, ayudantes, guardaespaldas, criados y recaderos. La élite superior es blanca. Los sirvientes y revolucionarios, indígenas. Ni un invitado a la fiesta tiene la tez oscura.
Con ritmo ágil, una enorme capacidad para filmar a grandes grupos en encuadres plagados de protagonistas, secundarios y extras, gran credibilidad de ambientes en la revolución exterior y una puesta en escena donde, pese a la crudeza y explicitud de algunas masacres, se juega bien con el recurso del fuera de campo, Franco intenta evitar el maniqueísmo de honrados desfavorecidos frente a villanos ricos, el blanquinegro de patrones despiadados y servidores resentidos, con tres personajes que se escapan de la actitud malsana del resto de miembros de su manada. No lo logra del todo.
El director mexicano impone una brutal inclemencia en el asalto al poder de los indígenas: secuestros, violaciones de las mujeres, campos de concentración, asesinatos. ¿Qué nos está diciendo Franco? ¿Que esa revolución se puede estar acercando en el país? Sí. ¿Que ese levantamiento lo pueden estar mereciendo las élites con su actitud durante siglos? También. ¿Que esa revolución no va a ser la de los claveles, y que estará caracterizada por el salvajismo inherente, la desproporción, el abuso y la crueldad rencorosa? Si no está diciendo eso, a veces lo parece. Las rebeliones casi siempre reservan desmanes en las acciones de las masas, pero con esa imprecisión ideológica habrá quien piense que la denuncia de Franco es un aviso de que tras lo malo puede venir lo peor. Y lo peor, en una vuelta de tuerca maquiavélica y, de nuevo, relevante en su terror, puede ser un regreso al poder, aún más ennegrecido (o verde, en su metáfora), fortalecido y atroz. México, hoy y quizá mañana.
NUEVO ORDEN
Dirección: Michel Franco.
Intérpretes: Naian González Norvind, Diego Boneta, Mónica del Carmen, Claudia Lobo.
Género: 'thriller'. México, 2020.
Duración: 88 minutos.