El vertedero que contaba historias de teatro
La máscara de una compañía teatral ambulante del siglo I es hallada entre dos millones de fragmentos acumulados en un basurero romano de Ciudad Real
Unos dos mil años antes de que Fernando Fernán Gómez, José Sacristán, Gabino Diego, Laura del Sol, María Luisa Ponte o Juan Diego formasen una compañía teatral para recorrer los pueblos de España en El viaje a ninguna parte, otros actores romanos decidieron hacer lo mismo para ganarse el sustento. Así...
Unos dos mil años antes de que Fernando Fernán Gómez, José Sacristán, Gabino Diego, Laura del Sol, María Luisa Ponte o Juan Diego formasen una compañía teatral para recorrer los pueblos de España en El viaje a ninguna parte, otros actores romanos decidieron hacer lo mismo para ganarse el sustento. Así, en carreta o andando, como hacían los personajes de la película ganadora de los Goya en 1986, llegaron en el siglo I a Laminium (Alhambra, Ciudad Real), una vieja ciudad oretana conquistada por Roma y reconvertida en municipium (con instituciones y gobernantes propios) por el emperador Vespasiano en el año 74. En 2017, comenzaron las excavaciones que codirige José Luis Fuentes Sánchez, de la Universidad de Granada y de la consultora arqueológica Oppida, junto con Noelia Sánchez Fernández, en la vertiente sur de un cerro de arenisca a las afueras de la localidad. Con la subvención de fondos europeos que logró la asociación cultural Alhambra Tierra Roja y el apoyo de la Diputación de Ciudad Real y el Gobierno regional, financiaron la excavación de una parcela de unos 1.500 metros cuadrados, y esta resultó corresponder a uno de los seis vertederos de la localidad romana. Y entre más de dos millones de fragmentos desenterrados, han hallado parte de una máscara teatral pintada en negro azulado y rojo vino, y esta les ha relatado la historia de una compañía ambulante.
El basurero (puticulum), de unos 5.000 metros cuadrados, “era un espacio en fuerte pendiente en el que se vertían lodos y cienos de la población que habitaba la ciudad. También acababan en él los restos alimenticios, animales muertos, enseres domésticos, restos constructivos y toda clase de elementos inservibles para el reciclaje”, explica Fuentes. Es decir, allí se arrojaban las ánforas de aceite agotadas, los vasos y los cubiletes rotos de las tabernas o las lucernas que ya no servían para iluminar casas y calles… Incluso, pavimentos y suelos, entre cuyas arcillas se habían escondido cuentas de collar, monedas y objetos de uso personal, como amuletos, anillos o joyas.
Los fragmentos exhumados en el vertedero fueron fabricados entre los siglos II a. C y I d. C, “incluida una máscara escénica de excepcional valor realizada en terracota, y de la que se conserva la zona inferior izquierda del rostro”, detalla el codirector de las excavaciones. “En ella, puede apreciarse parte del rizo del cabello, el opérculo para introducir la cuerda que la fijaría a la cabeza del actor, la zona inferior del ojo izquierdo, el pómulo izquierdo, la mitad izquierda de la nariz y la mitad superior izquierda de la boca”, se lee en informe que los arqueólogos han entregado a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
Las primeras investigaciones señalan que se trata de una máscara escénica femenina ―pero posiblemente utilizada por un hombre― “que muestra a un personaje en actitud grave anunciando noticias trágicas”. Este tipo de cubriciones faciales era utilizado en las representaciones de la llamada Comedia Nueva. De esta, los historiadores conocen 44 personajes cómicos y 25 trágicos, de los cuales 17 se corresponden con personajes masculinos y otros ocho femeninos.
El fragmento recuperado mantiene el color rojo vivo en labios y pómulo, así como negro-azulado en ojo y mejilla. Estos rasgos constituyen un signo distintivo de la actitud de los personajes, pues el rojo reflejaba la astucia femenina, mientras que el negro hacía alusión a la vejez y la experiencia en la vida. “Estas máscaras solían acompañarse de pelucas y barbas con pelo hecho con crines de caballos o con hebras de esparto teñidas en colores vivos. Su forma interna permitía modular la voz y transportar al espectador a un ambiente extraño, psicodélico, a un clima fantasioso o mítico”, señala el experto.
Como la ciudad de Laminium carecía ―o al menos no se ha encontrado aún― de teatro, los especialistas creen que pertenecía a una “compañía de actores que transitaba de un núcleo a otro y que actuaba en locales cerrados o en ambientes públicos, como plazas”.
Desde hace cinco años, los arqueólogos se centran en localizar las estructuras civiles de la topografía urbana de la ciudad (unas ocho hectáreas). De momento, el equipo de Fuentes y de Tierra Roja (40 universitarios y 7 trabajadores) ya ha identificado el cardo y decumano máximos (las grandes avenidas que cruzaban el municipio) en el área del foro, restos de las murallas, además del vertedero sur extramuros. Y, ahora, la máscara que cuenta la historia de una compañía de actores ambulantes que no era la de Fernán Gómez en la película, pero que se parecía.