Stevie Nicks: “En todo este tiempo solo me he sentido una vez humillada por ser mujer”
La voz de Fleetwood Mac y pionera del rock en un mundo masculino, lleva a los cines un concierto retrospectivo
Cada noche, desde que tenía 16 años, Stevie Nicks (Phoenix, 72 años) se sienta ante una libreta de tamaño considerable, su diario, y escribe. A veces, lo que le cuenta antecede a una canción, porque solo después de hacerlo nota que algo palpita y regresa, compone un poema y se sienta ante el piano y lo convierte en música. Y otras, relata la historia de cómo una iluminación la obligó a, por ejemplo, dar marcha atrás cuando iba de luna de miel (1982) porque se le había ocurrido una melodía y una letra mejor para ...
Cada noche, desde que tenía 16 años, Stevie Nicks (Phoenix, 72 años) se sienta ante una libreta de tamaño considerable, su diario, y escribe. A veces, lo que le cuenta antecede a una canción, porque solo después de hacerlo nota que algo palpita y regresa, compone un poema y se sienta ante el piano y lo convierte en música. Y otras, relata la historia de cómo una iluminación la obligó a, por ejemplo, dar marcha atrás cuando iba de luna de miel (1982) porque se le había ocurrido una melodía y una letra mejor para el Little Red Corvette, de Prince —que transformó en uno de sus primeros hits en solitario, Stand Back –, o a esbozar, sentada en la alfombra de la casa de una pareja millonaria que le dio cobijo cuando aterrizó en Aspen (Colorado) siguiendo a Lindsey Buckingham, su aún apenas novio entonces (1972), la melodía de la legendaria Landslide, en el momento en el que estaba a punto de tirar la toalla.
Su icónica voz rota suena encantadoramente cálida al teléfono. Llama desde Los Ángeles, desde su “bonita casa”, a la que estos días se han mudado dos amigas que, como ella, también están solas. Pregunta si puede leer en voz alta algo que escribió en su diario en 2008 y que dio pie a la reciente Show Them The Way, su primer single en seis años y, según ella, “lo mejor" que ha hecho, musicalmente hablando, “en los últimos 20”. Lee un extracto de lo que parece la escena de una novela que la sitúa en Chicago, una noche fría, ante la televisión, acurrucada en el sofá con su perro, viendo un documental sobre los presidentes de Estados Unidos. “Tuve un sueño hace no demasiado que me conectó con aquella noche, y regresé al diario y escribí un poema. En el sueño, estaba rodeada de todos los políticos que han sido importantes en la historia de Estados Unidos. Se celebraba una especie de fiesta, y yo tocaba el piano”, dice. La canción que ha compuesto es a la vez un pedazo de su vida y un alegato político con aspecto de plegaria que suplica que haya algún tipo de “luz al final de este túnel en el que estamos inmersos”.
Su primera canción en seis años es una suplica para que haya algún tipo “de luz al final de este túnel”
Más que musa, motor, faro para buena parte de las mujeres que han sentido desde la década de los setenta ―su primer álbum, a dúo con Buckingham, data de 1973— la pulsión de lo musical, Nicks confiesa lo importante que fue para ella su madre. “Una mujer fuerte que siempre creyó en mí. Me permitió que siguiese mi instinto pero a la vez me pidió que estudiara para, pasase lo que pasase, tener un buen trabajo y no depender de ningún hombre”, asegura. Y de su abuelo relata: "Quiso ser cantante country pero no pudo, y vio en mí algo desde niña; me dejó todos sus discos, y me fue regalando en los sesenta todo el rhythm & blues hecho por chicas”. “Desde lo nueve años tuve claro que iba a ser alguien grande. Recuerdo la primera vez que compré ropa en la tienda de segunda mano en la que solía comprarla Janis Joplin, que se llamaba precisamente Velvet Underground. Salí de allí con ella puesta y la gente se apartaba por la calle, pensando que debía ser alguien, y lo era, yo sabía que ya lo era”, recuerda.
No ha tenido hijos, aunque en los ochenta se hizo cargo del hijo de su mejor amiga, que murió al poco de dar a luz y hasta intentó casarse con su marido, pero la cosa no funcionó, pero tiene un montón de amigas, y se siente como “la tía divertida” de todos sus hijos, y en parte escribe esos diarios, dice, para que la conozcan. “Yo nunca digo nada pero cuando yo no esté y todo esto salga a la luz van a ver todo lo que pensaba”, amenaza, y se ríe. Por ejemplo, ahora está menos preocupada que de costumbre por su país porque cree que Donald Trump “no va a ganar las elecciones”. “Es el tío más raro del mundo, cada cosa que hace me deja sin palabras, ¿cómo puede siquiera existir alguien así?”, se pregunta. El día 21 se estrena en cines en todo el mundo y con una única fecha, el concierto retrospectiva 24 Karat Gold, que también se editará en formato disco a finales de mes, y que es a la vez un puñado de canciones —de todos los tiempos— y un montón de confesiones al respecto, incluida su obsesión por la saga Crepúsculo, y la canción que dedicó a sus protagonistas, Bella y el vampiro Edward, Moonlight.
“Donald Trump es el tío más raro del mundo, cada cosa que hace me deja sin palabras”
Su interés por lo oculto sigue, pues, intacto. Aún le persiguen los rumores de brujería, con los que Ryan Murphy edificó una de las mejores temporadas de American Horror Story, Coven, y que a ella le encantan. “Oh, durante una época me compré un montón de ropa negra, que tuve que dejar de usar porque empecé a darle miedo a la gente”, admite. Poco antes, había tenido tres trabajos de camarera y limpiaba la casa de su productor dos veces por semana para pagar el alquiler. “¡Apenas me sacaba 80 pavos! Llegué a pensar que no valía la pena”, recuerda. De entonces data su único Me Too. “En todos estos años solo he hecho una cosa de la que me arrepiento y por la que me sentí como mujer humillada por no decir que no. Me había comprado una blusa preciosa, que me había costado 200 pavos, para la sesión de fotos de la portada de Buckingham Nicks, nuestro primer disco, y el fotógrafo quiso que posáramos desnudos. A mí no me pareció bien, pero Lindsey me dijo: ‘¡No seas mojigata, es arte!’, y no lo paré”, recuerda.
Tardó cuatro meses en enseñarle el disco a sus padres. “Lo escondí debajo de la cama. Cuando lo vieron me preguntaron por qué no había dicho que no, y yo les dije que no quería fastidiarlo todo. Así es como funcionan estas cosas. Estás en un tren en marcha que crees que vas a parar por decir que no. Pero luego descubrí que el tren no se para cuando dices que no. Con Christie —McVie, su compañera en Fleetwood Mac— llegamos a un acuerdo. No íbamos a hacer nada que no quisiéramos y siempre que no nos sintiéramos respetadas, nos iríamos de la habitación en la que estuviéramos, rodeadas de tíos, porque eso era la música entonces, un montón de tíos. Y nos funcionó”, dice. De Fleetwood Mac no dice demasiado, solo que le gustaba todo más cuando eran solo ella y Lindsey. El formato dúo es algo que le fascina aún hoy. Sobre la posibilidad de grabar algún día su propio canon, como hizo Johnny Cash con su American Recordings, asegura que le encantaría pero también que “como dice Mick Jagger, puede que ahora tengamos más libertad, pero ya nos queda poco tiempo, y hay que pensar muy bien lo que queremos hacer con él”.