La ética me confunde

Si hubiese planteado su relato como un viaje al corazón de las tinieblas, no habría traicionado toda la inversión emocional de la actriz

Fotograma de la película 'En la sombra'.

A veces, el más nimio detalle condiciona toda la percepción de una película. En el último trabajo de Fatih Akin, co-escrito junto al veterano colaborador de Rainer Werner Fassbinder Hark Bohm, ocurre algo así: el contraste entre un final que quiere ser provocador y contundente -pero podría haber sido ambiguo y realmente perturbador- y un rótulo que, con neutralidad notarial, da cuenta de los crímenes cometidos por grupúsculos nazis en Alemania, emborrona de principio a fin toda la dimensión ética de la propuesta. Bajo sus puntuales aciertos, queda al descubierto la discutible naturaleza de un ...

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A veces, el más nimio detalle condiciona toda la percepción de una película. En el último trabajo de Fatih Akin, co-escrito junto al veterano colaborador de Rainer Werner Fassbinder Hark Bohm, ocurre algo así: el contraste entre un final que quiere ser provocador y contundente -pero podría haber sido ambiguo y realmente perturbador- y un rótulo que, con neutralidad notarial, da cuenta de los crímenes cometidos por grupúsculos nazis en Alemania, emborrona de principio a fin toda la dimensión ética de la propuesta. Bajo sus puntuales aciertos, queda al descubierto la discutible naturaleza de un trabajo que, o bien es un tosco Yo soy la justicia (1982) de autor que quiere buscar su legitimidad a través de una coartada, o bien es un discurso tan desorientado que acaba por no darse cuenta de las muy cuestionables implicaciones de su desenlace.

En la sombra detalla la evolución del duelo de Katja, una mujer que acaba de perder a su pareja –un hombre de origen kurdo con antecedentes penales por tráfico de estupefacientes- y su hijo de cinco años después de que una bomba estalle en la oficina del primero. El proceso discurrirá en tres tiempos: el del desgarro, donde la insistente lluvia parece estar dándole constantemente el pie a una entregada Diane Kruger para que se vacíe entre un paliativo toque de heroína y otro; el del juicio, donde el abogado defensor –interpretado por Johannes Krisch- ofrece una perturbadora lección magistral sobre los matices que pueden contravenir una condena que parece evidente; y, finalmente, el de la venganza, que cobrará la forma de micro-relato itinerante.

La entrega de Diane Kruger a un papel con aristas, creado a medida para entender que la justicia de las sociedades europeas no está al servicio de las existencias no normativas, es lo más generoso de una película tan consciente del valor de ese efectivo como despreocupada en lo esencial, incapaz de entender que, si no hubiese planteado su relato como la resolución de un problema matemático, sino como un viaje al corazón de las tinieblas, no habría traicionado toda la inversión emocional de la actriz.

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