Análisis

Condenados a ir con retraso

El 'Diccionario' es un reflejo de la sociedad, sí. Y por eso va por detrás de ella

Una ministra apadrina un barco, una madre desempeña la patria potestad y un hombre trabaja como matrón.La etimología no es cabezota.

Detrás de “apadrinar” late el latín pater (padre), y lo mismo ocurre con “patria potestad” y con “patrimonio”, términos que se pueden relacionar con una mujer pese a que en ellos se vislumbre al fondo de los tiempos el nombre del padre.

Pero con “matrona” sucede simétricamente lo contrario: que ahora esta profesión la puede asumir un hombre para convertirse en matrón (sin necesidad de ser llamado “patrón”). Igual ...

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Una ministra apadrina un barco, una madre desempeña la patria potestad y un hombre trabaja como matrón.La etimología no es cabezota.

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Detrás de “apadrinar” late el latín pater (padre), y lo mismo ocurre con “patria potestad” y con “patrimonio”, términos que se pueden relacionar con una mujer pese a que en ellos se vislumbre al fondo de los tiempos el nombre del padre.

Pero con “matrona” sucede simétricamente lo contrario: que ahora esta profesión la puede asumir un hombre para convertirse en matrón (sin necesidad de ser llamado “patrón”). Igual que la Virgen del Carmen es “patrona” de los marineros sin que hayamos dado en llamarla “matrona”.

Antes la expresión “¡vivan los novios!” se atribuía por sistema a un hombre y una mujer que se casan, pero hoy puede servir para dos hombres. Y además tener su alternativa en “¡vivan las novias!”. En la misma línea, un matrimonio puede estar formado por dos varones (es decir, sin la presencia de la mater que da origen a la palabra desde el latín)... o dos mujeres.

Esos breves ejemplos dan idea de que la realidad y el tiempo moldean los significados primigenios de los vocablos sin necesidad de que estos cambien su forma.

Pero, ay, por regla general es la realidad la que cambia las palabras. Si sucede al contrario (que las palabras cambian y la realidad no), estaremos tal vez ante un eufemismo, ante un uso políticamente correcto… o quizás ante una mentira.

En los últimos decenios se ha enterrado el viejo prejuicio de la fragilidad femenina, y eso ha logrado introducir por fin la marca peyorativa en “sexo débil”. Pero poco se habría obtenido si tal modificación se hubiera adoptado en el siglo XIX, por ejemplo: las percepciones machistas no habrían desaparecido de repente por eso.

El Diccionario es un reflejo de la sociedad, sí. Y por eso está condenado a ir por detrás de ella.

La sensibilidad de la Academia contemporánea y el hecho de que hayan ingresado seis mujeres en los últimos dos lustros (por 12 hombres) van operando ciertas mejoras. A ello se une que el Diccionario ya no se imprime cada 15 o 20 años; sino que se anunciará una renovación cada diciembre y se mostrará al punto en Internet. Con todo eso la imagen de lentitud y conservadurismo acabará difuminándose.

La lista anunciada ayer incorpora términos que se echaban de menos desde hacía tiempo (¡vallenato!) y recoge otros cuya presencia habrá sorprendido a muchos que no los habrían imaginado pendientes de aprobación (audiolibro, hummus…). Pero es que se trata del primer nuevo envite desde 2014.

De hecho, ahora el peligro puede darse en sentido contrario: que la abrasante actualidad presione para que se acepten esos vocablos que Darío Villanueva llama “palabras globo”: las que suben muy deprisa pero luego se deshinchan.

Y en cuanto a las voces aceptadas que a usted no le gusten..., no hay problema. No las use. Cada cual elige su estilo.

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