Antes de exhumar al genio
Hay un par de alternativas discretas que pueden saber si hay relación de paternidad con Pilar Abel
Exhumar los restos de Salvador Dalí sería, salvo problemas técnicos, la forma más directa y segura de confirmar (o descartar) si el pintor fue el padre biológico de Pilar Abel. Pero estas operaciones suelen resultar un tanto bulliciosas, al situarse en el ojo de un previsible huracán mediático internacional. Y hay un par de alternativas más discretas que, aunque incapaces de confirmar la relación de paternidad, sí pueden descartarla por completo y ...
Exhumar los restos de Salvador Dalí sería, salvo problemas técnicos, la forma más directa y segura de confirmar (o descartar) si el pintor fue el padre biológico de Pilar Abel. Pero estas operaciones suelen resultar un tanto bulliciosas, al situarse en el ojo de un previsible huracán mediático internacional. Y hay un par de alternativas más discretas que, aunque incapaces de confirmar la relación de paternidad, sí pueden descartarla por completo y hacer así innecesaria la exhumación del genio.
Como señala la Fundación Gala-Dalí en su recurso, Pilar Abel tiene hermanos, de modo que basta comparar el ADN de la mujer con el de sus hermanos para ver si son del mismo padre. Si lo son, fin de la cuestión: Dalí no sería el padre biológico de Pilar, y su exhumación no sería necesaria. En caso de que Pilar resulte ser de un padre diferente que sus hermanos, su caso se vería muy reforzado, y la exhumación sería el siguiente paso.
Otra posibilidad más discutible, planteada por el forense Narcís Bardalet, que fue quien embalsamó al pintor, es exhumar al padre de Pilar en lugar de a Dalí. Si la mujer resulta ser hija biológica de su teórico padre, de nuevo se terminó el caso; si no lo es, habría que seguir adelante. El problema en este caso es más ético que técnico: ¿Por qué resulta mejor exhumar a una persona anónima que a un genio de la pintura? La juez deberá sopesar los argumentos.
En cualquier caso, es probable que Salvador Dalí se hubiera mostrado encantado de que los científicos analizaran su ADN, dada su genuina y perdurable fascinación por esa molécula, que plasmó en una decena de cuadros y que consideró una prueba elocuente de la existencia de Dios. Quizá, después de todo, no fuera una mala idea hacerle el genoma en busca de pistas sobre su naturaleza extraordinaria.