Maltratada

La mexicana Karina Muench retrató a bolivianas que habían sufrido la violencia machista

Imagen perteneciente a la serie sobre mujeres bolivianas maltratadas.KARINA MUENCH

Se llama Irene y vive en la ciudad boliviana de El Alto, a 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar. Su mirada triste es la de una mujer maltratada por tres hombres en su desgraciada vida: su padre, su hermano y su esposo. "Es una persona frágil, tímida", dice de ella la fotógrafa mexicana Karina Muench, que la retrató hace un par de años, cuando Irene tenía 46 y trabajaba de empleada doméstica en un entorno deprimido. Karina, nacida en México DF en 1975, vive en Berna con su marido suizo y su niña. Formada como fotógrafa document...

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Se llama Irene y vive en la ciudad boliviana de El Alto, a 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar. Su mirada triste es la de una mujer maltratada por tres hombres en su desgraciada vida: su padre, su hermano y su esposo. "Es una persona frágil, tímida", dice de ella la fotógrafa mexicana Karina Muench, que la retrató hace un par de años, cuando Irene tenía 46 y trabajaba de empleada doméstica en un entorno deprimido. Karina, nacida en México DF en 1975, vive en Berna con su marido suizo y su niña. Formada como fotógrafa documental, siempre sintió "inquietud" por abordar la violencia machista, y como su "compromiso es Latinoamérica", presentó una propuesta para montar una exposición, que logró la financiación de un organismo dependiente del Gobierno de Suiza que trabaja en países en desarrollo.

Karina se trasladó a Bolivia, donde contactó con una ONG que cuida de las maltratadas. "Les expliqué que no quería solo llegar y hacer la foto. Era un proyecto. Tardaron dos meses en contestar pero al fin me dieron una habitación para trabajar”. Karina pasó allí 14 meses. Iba tres veces por semana para hablar con las mujeres y lograr su complicidad. Lógicamente, le costó. "Hasta la primera que dijo ‘yo me tomo la foto’. Entonces otras siguieron". Cada toma le llevaba unos 15 minutos y la retratista asegura que para ellas fue "terapéutico" dejarse fotografiar. "Quise hacer un trabajo sutil y digno para ellas. Que dijeran: ‘Mírenme, sí, soy una víctima pero estoy luchando y no me importa el qué dirán". Karina les informó de que sus retratos iban a estar colgados en una exposición en su país y seguramente en museos y salas de otros, como ocurrió en Chile, Brasil, Suiza y en el festival PHotoEspaña, en Madrid.

"En Bolivia tuvo mucho éxito. La gente se quedaba congelada delante de los retratos y salía conmovida. Había mujeres, jovencitas, que escribían mensajes en el libro de visitas que decían ‘esto me pasa a mí’, y se me ponía la carne de pollo", recuerda Karina con un nudo en la garganta.

"Yo no soy psicóloga, mi objetivo era concienciar y denunciar". Sin embargo, no pudo evitar meterse de lleno en este trabajo: "Me afectó mucho. No podía sacarlo de mis pensamientos, de repente me deprimía". Ahora, el recuerdo le sigue emocionando pero, a la vez, le genera un sentimiento de alegría. "Tengo una hija de cinco años y ver que a ella y a toda mi familia nos va bien me pone feliz". Si en el rostro de Irene está la huella del dolor, Karina espera al menos que sus retratos queden como una "historia de superación y que sirva para prevenir que esto les pase a las jóvenes".

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