Un ensayo prueba contra una enfermedad rara la tecnología de las vacunas de la covid
El estudio preliminar de la terapia de ARN mensajero frente a la acidemia propiónica muestra que es segura, pero aún hay dudas sobre su utilidad
Jude Samulski, uno de los padres de las terapias génicas, defiende que las enfermedades raras se deberían tratar gratis. “Con lo que aprendemos de ellas trataremos al resto del mundo de enfermedades más complejas”, decía en una entrevista con EL PAÍS. Las enfermedades raras afectan a muy pocas personas y, a menudo, se deben a ...
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Jude Samulski, uno de los padres de las terapias génicas, defiende que las enfermedades raras se deberían tratar gratis. “Con lo que aprendemos de ellas trataremos al resto del mundo de enfermedades más complejas”, decía en una entrevista con EL PAÍS. Las enfermedades raras afectan a muy pocas personas y, a menudo, se deben a una sola mutación genética. Eso las convierte en un objetivo ideal para las terapias génicas. Este tipo de tratamientos aprovechan la capacidad de los virus para secuestrar la maquinaria celular de los seres vivos, los modifican y los emplean como medio de transporte para introducir la proteína que falta por culpa de una mutación. Durante la pandemia, se aplicó en una dimensión sin precedentes otra técnica capaz de incitar al organismo a producir moléculas con capacidad terapéutica. La tecnología de ARN mensajero permite diseñar un ARN en el laboratorio con instrucciones para fabricar un trozo de virus, como en las vacunas de la covid, o una proteína que falta por una enfermedad genética.
Este miércoles, un artículo publicado en la revista Nature cuenta los resultados de un ensayo preliminar para tratar una enfermedad rara con inyecciones de ARN mensajero. La enfermedad es la acidemia propiónica, una dolencia que afecta a uno de cada 100.000 bebés, y se produce por mutaciones en los genes PCCA y PCBB. Esos defectos impiden que el cuerpo produzca las enzimas necesarias para descomponer los alimentos como es debido y facilita la acumulación de sustancias con efectos tóxicos. Los primeros síntomas aparecen, en muchos casos, desde el nacimiento, en forma de vómitos, deshidratación o dificultades para comer. Poco a poco, aparecen daños en el cerebro y el sistema nervioso, retraso en el crecimiento, arritmias o pancreatitis recurrente. De momento, aparte del trasplante de hígado, solo hay tratamientos paliativos y muchos bebés mueren en el primer año de vida.
El tratamiento experimental, bautizado como mRNA-3927 y producido por la empresa biotecnológica Moderna, una de las fabricantes de las vacunas para la covid, está diseñado para restaurar la producción de las enzimas ausentes introduciendo las instrucciones para su fabricación en el hígado de los pacientes. Este estudio, que está en una fase inicial, puso a prueba la eficacia y la seguridad de la terapia en 16 personas de entre 1 y 28 años de edad. En ocho de los pacientes, las descompensaciones metabólicas que produce la enfermedad se redujeron en un 70%. Aunque se observaron efectos secundarios como vómitos o diarrea, no se considera que la seguridad de la terapia vaya a ser un problema. No obstante, los autores reconocen que la pequeña cantidad de pacientes tratados hace difícil valorar si los resultados son significativos.
Gloria González, directora de Innovación y Transferencia del Cima en la Universidad de Navarra y especialista en terapia génica de enfermedades hepáticas, considera que existe “una necesidad médica innegable” de este tipo de tratamientos y que el trabajo que hoy se presenta en Nature “ofrece una alternativa muy prometedora”. Sin embargo, la investigadora cree que falta información. “Me interesa saber qué efectos tiene este tratamiento en parámetros que vayan más allá de la descompensación metabólica, ver si ganan peso o si tienen una mejor calidad de vida”, indica. Hay otros factores que dificultan saber si el tratamiento puede ser útil frente a la enfermedad. Algunos pacientes han pasado la adolescencia, algo que significa que tienen versiones más leves de la enfermedad y en los que el efecto terapéutico puede ser mejor que en los pacientes más graves. Además, los autores buscan una dosis terapéutica, que ellos consideran que sería la más elevada. “Si el criterio [de valoración clínica] son los eventos de descompensación y en la última cohorte [en la que se prueba la dosis más elevada] no tienes ningún evento, es difícil que puedas concluir cuál es la dosis terapéutica”, detalla González.
Desde el punto de vista práctico, la científica señala que la aplicación de estas inyecciones, que deberían realizarse cada dos semanas durante toda la vida dentro de un hospital, hace pensar que sería un tratamiento caro y complejo, una desventaja con las terapias génicas, que pueden mantener su efecto durante años. Un tratamiento para la acidemia propiónica tiene mayor interés en los niños de corta edad, cuando aún se pueden evitar efectos de la enfermedad que condicionen su vida. “Me gustaría ver si se consigue revertir la clínica del paciente, si tienen mejor calidad de vida, mucho más que otros parámetros. El hecho de que no cuenten nada en el artículo me hace pensar que los efectos que han visto no han sido tan dramáticos”, concluye González.
Ignacio Pérez de Castro, director de la Unidad de Terapia Génica del Instituto de Investigación de Enfermedades Raras (IIER), en Madrid, valora la seguridad de la terapia que presenta el equipo de Moderna, aunque “tiene la pega de que sería un tratamiento de por vida”. Aunque las terapias génicas con virus son más duraderas, tienen más riesgos y no se suelen dar en edades muy tempranas, salvo que no haya alternativa. Esto haría posible que las terapias de ARN mensajero se pudiesen utilizar en combinación con otras más duraderas, para evitar la aparición de daños antes de que se pueda aplicar una terapia génica. Pérez de Castro señala también que una terapia como la mRNA-3927 es útil para “enfermedades hepáticas”, pero “es mucho más difícil que las partículas lipídicas [que transportan el ARN] lleguen al músculo o el tejido nervioso”, algo que dificultará ampliar su uso frente a otras enfermedades raras.
Dwight Koeberl, pediatra del Hospital Universitario Duke y coautor del estudio, reconoce que, la terapia de mRNA tendría una potencial desventaja “si hubiese una terapia génica disponible que tratase la acidemia propiónica”. “Por ahora, el único tratamiento estable disponible es el trasplante de hígado, que no está disponible fácilmente”. “Dar infusiones de ARN parece razonable en la situación actual, si la terapia trata con éxito la acidemia propiónica”, añade. Aún serán necesarios estudios para comprobar que esta condición se cumple.
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