Andrés Barbosa Alcón, una vida dedicada al estudio y conservación de las aves

El científico, especialista en el estudio de pingüinos antárticos, falleció el pasado lunes

Andrés Barbosa en uno de sus viajes a la Antártida.Fotografía cedida

A finales de los años 80 del pasado siglo, Andrés Barbosa Alcón era un joven universitario estudiante de biología en la Universidad Complutense de Madrid con gran interés por las aves. Su afición a la ornitología le llevó a desarrollar su tesis doctoral en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) bajo la dirección de Eulalia Moreno. Su tesis titulada ...

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A finales de los años 80 del pasado siglo, Andrés Barbosa Alcón era un joven universitario estudiante de biología en la Universidad Complutense de Madrid con gran interés por las aves. Su afición a la ornitología le llevó a desarrollar su tesis doctoral en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) bajo la dirección de Eulalia Moreno. Su tesis titulada Estudio ecomorfológico de las aves limícolas (aves: Charadrii) modificaciones adaptativas relacionadas con la búsqueda del alimento exploraba las adaptaciones de aves limícolas a su medio.

Al final de ese mismo año de 1994, Andrés viajaba a la Antártida por primera vez, entrando en contacto con las aves a las que dedicó gran parte de su vida; los pingüinos. Pero no solo a ellos. Tras volver de ese primer viaje al extremo sur del planeta, Andrés consiguió una beca europea Marie Curie y marchó a la Universidad Pierre et Marie Curie de París para realizar una estancia postdoctoral bajo la supervisión del Profesor Anders Møller. El objeto de estudio fue entonces la golondrina común y los costes de los ornamentos sexuales para el vuelo, para lo cual se trasladó a Badajoz para estudiar la población de dichas aves que estudiaba el Profesor Florentino de Lope de la Universidad de Extremadura.

Terminada su estancia en París volvió a España y tras pasar por distintos contratos y becas en Badajoz y Madrid obtuvo una plaza de investigador en la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA), centro perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas situado en Almería. Allí no dudó en encargarse de organizar el Parque de rescate de fauna sahariana, donde se reproducen varias especies de gacelas en peligro de extinción para su reintroducción en su ambiente natural del norte de África, e iniciar estudios sobre aves que habitan las zonas semidesérticas de la provincia de Almería.

Pronto volvería a la Antártida, una de las zonas más áridas del planeta, a pesar de lo que se suele pensar, ya que las pocas precipitaciones que allí ocurren quedan congeladas de inmediato. Años después, Andrés se trasladó definitivamente a Madrid, al Departamento de Ecología Evolutiva del Museo Nacional de Ciencias Naturales, donde recuperó la línea de estudio de pingüinos antárticos que le llevo años atrás a su primer viaje al extremo sur del mundo.

Andrés fue un viajero incansable, no solo en las campañas antárticas que le mantenían fuera de casa muchas navidades. También viajó al ártico para estudiar el escribano nival en la isla de Svalbard, perteneciente a Noruega, así como a varios lugares de Chile y Argentina. Sus trabajos, más de 180 publicaciones científicas, abarcan distintos aspectos de la biología de aves, desde la ecomorfología o la ecofisiología pasando por el comportamiento, la biología reproductiva o la conservación.

Su línea más fructífera fue, sin embargo, la de los pingüinos antárticos, que le llevó a liderar varios proyectos de investigación relativos al efecto del cambio climático sobre estas aves, además de sobre muchos aspectos de su biología que están siendo afectados por las fluctuaciones climáticas, la afluencia turística, la explotación pesquera y las enfermedades. Andrés estableció estudios a largo plazo para monitorear los efectos del clima sobre poblaciones de pingüinos en la Antártida que ahora quedan huérfanos de su principal impulsor. A finales del año pasado, Andrés Barbosa estaba realizando los preparativos para la campaña antártica 2022-2023 cuando cayó enfermo. Eso no impidió que se encargara de que la campaña saliera adelante y en el momento de escribir estas líneas sus colaboradores se encuentran en la Antártida recopilando datos para el proyecto.

Entre las ocupaciones de Andrés no solo estaban los estudios científicos que lideró durante décadas, sino que también se preocupó de impulsar el conocimiento científico realizando tareas de gestión en organismos nacionales e internacionales. Así, participó en distintos comités ejecutivos de asociaciones y organismos científicos como la Sociedad Española de Biología Evolutiva (SESBE), La Sociedad Española de Ornitología (SEO/Birdlife), o el mismo Museo Nacional de Ciencia Naturales, del que fue vicedirector de investigación varios años. A nivel internacional participo en el comité científico de investigación antártica (SCAR) y colaboró con la Unión Internacional para las Ciencias Biológicas (IUBS).

Andrés puso todo su empeño en hacer llegar los conocimientos que producía a la sociedad que sostenía su investigación y no escatimaba tiempo en escribir artículos divulgativos, ofrecer conferencias en colegios, institutos o universidades, participar en documentales y reportajes sobre su trabajo etc. Y aun así, también era capaz de encontrar tiempo para otras actividades que le completaban como persona. Le gustaba dedicar su tiempo libre a la pintura y a la música. Tocaba el saxofón con destreza en la Big Band Toni que nos deleitó en distintos eventos. Acérrimo seguidor del Atlético de Madrid, llevaba la bufanda de su equipo a los lugares más recónditos del planeta.

La mayoría de los científicos vivimos enfrascados en nuestras especialidades respectivas, prestando poca atención a otros asuntos. Sin embargo, Andrés siempre encontraba tiempo para ayudar a los demás porque era, además de un gran científico, un excelente ser humano.

El lunes fue un mal día para la ciencia en general y para el Museo Nacional de Ciencias Naturales en particular. El lunes, como un jarro de agua fría, llegó la noticia de que Andrés Barbosa, que llevaba tiempo luchando contra el cáncer, había fallecido. Muchos sabíamos que estaba enfermo, pero siempre tuvimos la esperanza, en gran medida alentada por su actitud, de que todo iba a salir bien. No fue así y por eso desde el lunes la actividad en el museo continúa, pero lo hace con un halo de tristeza que nos hace trabajar con más silencio del habitual, con más pesar y con menos ánimo.

Andrés, tu familia y tus innumerables amigos y colaboradores ya te echamos de menos. La ciencia pierde uno de sus investigadores más brillantes y el mundo un defensor de la naturaleza. Nuestra labor ahora debe ser compartir tu legado y mantenerlo vivo siempre en nuestra memoria.

Santiago Merino es profesor de investigación del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN).

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