Publicar o perecer: el conocimiento científico se expande, pero la innovación disruptiva se estanca
Un estudio asegura que los descubrimientos más rompedores en ciencia se han mantenido constantes en los últimos 60 años y los investigadores lo achacan al diseño del mundo académico
La innovación científica se está estancando. Pese al aumento exponencial del conocimiento científico durante el siglo XX respecto al resto de la historia registrada, un análisis de millones de publicaciones académicas y patentes tecnológicas de los últimos 60 años infiere un descenso paulatino en la disrupción. Los propios incentivos perversos que genera el ámbito investigador han podido ser los culpables: la necesidad de publicar constantemente para ser relevante en el mundo académico o la vasta dimen...
La innovación científica se está estancando. Pese al aumento exponencial del conocimiento científico durante el siglo XX respecto al resto de la historia registrada, un análisis de millones de publicaciones académicas y patentes tecnológicas de los últimos 60 años infiere un descenso paulatino en la disrupción. Los propios incentivos perversos que genera el ámbito investigador han podido ser los culpables: la necesidad de publicar constantemente para ser relevante en el mundo académico o la vasta dimensión del conocimiento, que vuelve prácticamente imposible seguir lo que ocurre más allá del nicho de estudio de un científico. Es la conclusión de una revisión bibliográfica que publica hoy la revista científica Nature, tras revisar 45 millones de artículos científicos y cerca de cuatro millones de patentes.
La innovación disruptiva en ciencia es lo que rompe con la forma de pensar hasta ese momento, un conocimiento o una tecnología que abre nuevas áreas de investigaciónRusell Funk, Universidad de Minnesota
Los investigadores Russell Funk y Michael Park, de la Universidad de Minnesota, señalan en este estudio un descenso pronunciado en la innovación disruptiva que cambia el statu quo del momento, en áreas académicas como la ingeniería y la física, pero también en el registro de patentes para nuevas tecnologías o fármacos. La revisión de Funk y Park desarrolla un índice propio donde jerarquiza millones de investigaciones científicas y patentes registradas entre 1945 y 2010, y los categoriza en un baremo entre lo disruptor —como puede ser el descubrimiento de la doble hélice de ADN por parte de Francis Crick, James Watson y Rosalind Franklin— o que asienta y amplía el conocimiento científico previo. La innovación disruptiva en ciencia es “algo que rompe con la forma de pensar o hacer las cosas hasta ese momento y resulta en un conocimiento científico o una tecnología que abre nuevas áreas de investigación”, según define Funk, el investigador principal de este estudio.
Entre las cifras de la evaluación de los trabajos destaca un descenso de más del 90% en innovación en ciencias sociales o física y del 80% en el registro de tecnología como, por ejemplo, microprocesadores o telecomunicaciones, o un 91,5% en el caso de los fármacos en medicina. Además de las citas de otros trabajos, los investigadores evalúan el lenguaje utilizado en los estudios durante más de medio siglo y lo correlacionan con las investigaciones que han sido galardonadas con el Nobel, que se tratan de 635 premiados.
Funk reconoce las limitaciones de su modelo y entiende que todos estos análisis son “formas aproximadas de acercarse al conocimiento” y los realizan para ir más allá de las simples referencias en los trabajos. “Al final no sabes por qué se cita algo. Asumimos que las referencias a trabajos científicos previos representan bloques de conocimiento en construcción, pero pueden significar cualquier cosa, como que los autores citen a los que creen que serán sus supervisores o menciones favorables a los editores”, reflexiona el autor.
Los investigadores de la Universidad de Minnesota consideran que los resultados de su revisión no suponen que “nos encontremos ante el fin del conocimiento”, matizan en sus conclusiones, sino que el estancamiento en la innovación puede ser una consecuencia del modelo de producción científica actual. Para Funk esto se debe a que “una forma en las que las instituciones evalúan la calidad académica de los investigadores es, en gran medida, basándose en su productividad en la publicación de artículos, y por eso los científicos están muy centrados en producir cosas, porque es una métrica del éxito”. En el cierre de su investigación, los autores critican que ese modelo puede ser bueno para el investigador, pero malo para el conocimiento en su conjunto.
Publicar o perecer
Lo que se conoce coloquialmente como “publicar o perecer” es uno de los males derivados del sistema académico. Un modelo que fomenta dinámicas perjudiciales porque obliga a los investigadores a publicar estudios de forma constante con el fin de mantener su relevancia académica, optar a financiación o, incluso, conservar su trabajo. Funk apunta a este problema como uno de los culpables del continuismo investigador, ya que no permite experimentar ni adentrarse en otros campos del conocimiento.
Un ejemplo de esta situación se da en los trabajos que referencian estudios muy antiguos, lo que quiere decir que el autor no ha actualizado sus lecturas, o cuando los académicos se autocitan en exceso. El autor principal señala que “es una práctica común que un investigador cite su propio trabajo, ya que no quiere romper con su línea de investigación, pero eso impide la disrupción”.
Sabemos que la innovación surge de probar cosas nuevas y tomar ideas de distintos campos, si solo tienes tiempo para publicar, eso no te permite pensar ni leer de otras áreasMichael Park, Universidad de Minnesota
La profundidad del conocimiento, la ingente cantidad de horas de especialización que requiere dominar un campo científico, también deviene en problema. En el estudio apuntan a que los científicos se basan en cada vez menos variedad de fuentes y esto apunta a que su ventana de conocimiento se ha reducido, por lo que la complejidad de la ciencia acaba generando silos aislados unos de otros. “Sabemos que la innovación surge de probar cosas nuevas y tomar ideas de distintos campos”, detalla Park. “Si solo tienes tiempo para publicar, eso no te deja tiempo para pensar ni leer de otras áreas”, añade. Para el coinvestigador del estudio, un modelo que incentive la innovación debería potenciar el citar trabajos de otros ámbitos diferentes: “En estudios estadísticos previos se ve que la disrupción está relacionada con un conocimiento amplio, una mezcla variada de disciplinas”.
Lejos de pretender sonar pesimistas o alarmistas, los investigadores afirman que la disrupción “se mantiene constante” a lo largo de las décadas, por lo que no es culpa de la calidad de los estudios. “No es que todo sea malo, pero debería haber un mayor equilibrio entre la innovación y el conocimiento asentado”, apunta Funk, quien anima a que es necesario repensar las estrategias de producción científico-tecnológicas en el futuro. “Al final, nos interesan las ideas y el conocimiento científico, no nos deberíamos de preocupar por las citas”, sentencia el autor.
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