Invertir en la infancia, un imperativo para un futuro próspero en América Latina y el Caribe
La inversión en la infancia y la juventud no es un gasto: es la más rentable y urgente que podemos hacer para construir sociedades más prósperas, equitativas y democráticas. Y la región puede liderar una transformación global

América Latina y el Caribe se enfrenta a una crisis silenciosa que amenaza con socavar décadas de progreso: millones de niños, niñas y jóvenes viven atrapados en ciclos de exclusión, sin acceso a una educación de calidad ni a oportunidades de empleo decente. Con 255 millones de niños, niñas y adolescentes de la región, que representan el 30% de la población, el futuro de nuestras comunidades está en juego.
Las cifras revelan una situación alarmante. En América Latina y el Caribe, aproximadamente el 60% de los Objetivos de Desarrollo Sostenible centrados en la infancia están lejos de alcanzarse. Al mismo tiempo, uno de cada cinco jóvenes de la región no estudia ni trabaja, perdiendo así oportunidades cruciales de desarrollo y volviéndose más vulnerable a la violencia que erosiona el tejido social. Esta exclusión no solo es una tragedia personal para los afectados, sino que también perpetúa un círculo vicioso de desesperanza.
Pero tenemos la oportunidad, ahora, de cambiar esto.
Los países de América Latina y el Caribe cuentan con una ventaja demográfica única que durará solo 25 años más: una numerosa población joven que podría impulsar el desarrollo económico con una inversión adecuada en su educación y bienestar. Este dividendo demográfico representa una oportunidad histórica para transformar la región, pero requiere acciones inmediatas y decisivas.
Esto incluye la implementación de políticas públicas audaces que garanticen el acceso universal a una educación de calidad, atención médica integral, protección social y oportunidades de desarrollo para todos los niños, niñas y jóvenes, sin excepción. También implica el uso de herramientas digitales para superar las brechas de acceso a los servicios que han afectado a la región durante mucho tiempo.
La evidencia indica que cada dólar invertido en educación infantil temprana genera retornos de entre 4 y 16 dólares en beneficios económicos y sociales, mientras que cada dólar invertido en educación en general puede multiplicar el PIB hasta por 20. No se trata solo de justicia social —aunque esta debería ser una razón de peso—, sino también de una política económica sólida y estabilidad política.
Por estas razones, CAF, el banco de desarrollo de América Latina y el Caribe, y UNICEF se asocian para promover oportunidades de desarrollo para niños, niñas y jóvenes en toda la región. En este marco, CAF lanza de Banco Futuro LAC, una iniciativa que busca movilizar 5.000 millones de dólares en los próximos cinco años para transformar la vida de 50 millones de niños, niñas y adolescentes. Esto marca un hito histórico: CAF se convertirá en el primer banco multilateral de desarrollo en adoptar el Marco de Inversión con Enfoque en Infancia de UNICEF, garantizando que cada proyecto priorice el bienestar infantil desde su inicio.
Estos esfuerzos fortalecerán el acceso a servicios esenciales para la infancia, incluyendo el desarrollo infantil temprano, la educación y la protección contra la violencia.
La iniciativa se basará en tres pilares:
Primero, ubicar a los niños, niñas y jóvenes en el centro de todas las decisiones de inversión, evaluando sistemáticamente el impacto de cada proyecto en su bienestar. Segundo, crear mecanismos financieros innovadores que atraigan capital público y privado para generar resultados tangibles para los niños, niñas y jóvenes. Y tercero, construir una Alianza por la Infancia en América Latina y el Caribe que movilice a gobiernos, empresas y sociedad civil en torno a objetivos compartidos.
No se trata de un programa de cooperación más. Es un compromiso transformador del Sur Global, donde un banco regional de desarrollo lidera con una visión centrada en la infancia y la juventud en un momento de desafío para el multilateralismo tradicional y la disminución de la ayuda internacional. Es un reconocimiento de que el futuro de nuestras sociedades depende de las decisiones que tomemos hoy con respecto a nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes.
Es hora de actuar. No podemos permitir que otra generación se pierda en la exclusión y la desesperanza. Invertir en la infancia y la juventud no es un gasto: es la inversión más rentable y urgente que podemos hacer para construir sociedades más prósperas, equitativas y democráticas. Los países de América Latina y el Caribe pueden liderar una transformación global, demostrando que es posible romper los ciclos intergeneracionales de pobreza y exclusión cuando existe la voluntad política y los recursos adecuados.
Los niños, niñas y jóvenes no pueden esperar. Su futuro, y el nuestro, depende de las decisiones que tomemos hoy.
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