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Benjamin Netanyahu
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Netanyahu es como Putin?

El académico israelí Eran Yashiv establece un paralelismo entre el primer ministro de su país y el mandatario ruso

El mandatario ruso, Vladímir Putin (derecha), con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu (izquierda), en 2022.
El mandatario ruso, Vladímir Putin (derecha), con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu (izquierda), en 2022.

Inteligente y punzante nota la de Eran Yashiv publicada esta semana en el diario israelí Haaretz. El reputado académico y analista Yashiv está en las antípodas de poder ser víctima de facilistas calificaciones denigratorias.

Por su nacionalidad, lugar donde vive (Israel) y su rica trayectoria académica y profesional, es hoy una de las más calificadas y sólidas voces en el análisis de lo que pasa en su país y en la región. Destacado profesor de Economía en la Universidad de Tel Aviv, Yashiv también ha sido director del Programa de Economía y Seguridad Nacional del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional (INSS) de Israel. Nada menos. No es un opinante cualquiera.

Paralelismo Netanyahu/Putin

Por el peso de Haaretz y el del propio Yashiv, tanto su fino análisis como sus punzantes y duras acotaciones en torno a la guerra en curso contra Gaza pesan mucho. Sus apreciaciones sobre la grave responsabilidad de Benjamin Netanyahu no pueden ser banalizadas ni arrinconadas con tontas alegaciones defensivas sobre supuesto -e inexistente- enfoque “antisemita”.

En su precisa -y punzante- nota Yashiv menciona y desarrolla varios asuntos medulares dentro de los cuales destacan dos.

Primero, el paralelismo Netanyahu-Putin. De acuerdo con la descripción y análisis comparativo de Yashiv, siniestros personajes ambos. Dos personajes que conducen a sus países hacía el desastre.

Al decir de Yashiv, “Netanyahu está llevando a Israel por una pendiente similar a la que Putin lleva a Rusia, una pendiente que incluye cada vez más muertes de soldados y civiles, la destrucción de la economía y la emigración de los segmentos fuertes de la sociedad, dejando a la generación más joven sin esperanza”. Conduciendo a Israel hacia el desastre, por errores propios y no por el accionar terrorista.

A pesar de distintas trayectorias de Netanyahu/Putin, en el análisis de Yashiv “son tipos políticos similares: ambos sienten que tienen una ‘visión para su nación’, ambos están desconectados de las emociones humanas básicas y no tienen brújula moral, y ambos luchan por el poder absoluto”.

Socavando la democracia

En el rumbo al desastre, Netanyahu y Putin se asemejan en el impulso al socavamiento interno de la democracia en sus respectivos países.

Yashiv comenta que “Netanyahu está convirtiendo a Israel en una autocracia, un Irán judío en Oriente Próximo que ya no podría ser un verdadero socio de Estados Unidos”. Contundente. Mientras Putin, por su lado, se ha hecho “…gradual y eficazmente con el control del sistema judicial y de los medios de comunicación (…) convertido el régimen en una cleptocracia, saqueando los recursos del Estado (…) nombrado a sus leales para controlar el aparato de seguridad (…) institucionalizado la corrupción, subyugando a los principales poseedores de capital y (…) forjado alianzas con gobernantes similares de todo el mundo”.

Y algo más: Netanyahu, a quien presenta como un estratega fracasado. Sobre ello es contundente -y preciso- el cuestionamiento de Yashiv al jefe de Gobierno israelí. Entre otras consideraciones, por llevar a cabo Netanyahu “una guerra sin propósito y sin final” mientras “pasó por alto la amenaza que representaba Hamás”, dejando desguarnecido Israel el 7 de octubre del año pasado.

Pese a tener el país uno de los mejores sistemas de seguridad del planeta, la masiva incursión de Hamas pasó delante de las narices de Netanyahu. Israel y el mundo no han recibido aún una explicación de por qué ese sistema tan sofisticado fue completamente inoperante, no sirvió de nada. Y el 7 de octubre fue sobrepasado por decenas de individuos en sus parapentes.

Hacia el abismo

En cuanto a dónde vamos es precisa la acotación de Yashiv: “Netanyahu está llevando a Israel al abismo. Está incendiando el norte del país, su sur y Cisjordania…”. Y desatando una seria crisis institucional en Israel.

En efecto, dentro de ese escenario convulso y dentro del cual Israel suele presentarse a si mismo -con algo de razón- como la única democracia parlamentaria en el medio oriente, la dimensión de la crisis institucional generada por Netanyahu parece no haber sido internalizada por la mayoría de actores políticos en Israel.

Guerra… sin propósito ni final

Las condiciones de supuesta “estratega” de Netanyahu están severamente cuestionadas por los hechos mismos: el desastre que está generando. Incluye que la legitimidad interna de Netanyahu y su gobierno están seriamente -y crecientemente- cuestionadas. Como señala con agudeza Yashiv en su nota en Haaretz, “…se trata de un primer ministro respaldado por una minoría que carece del apoyo de la opinión pública, se interiorizará también que no es legítimo”.

Por lo que, en consecuencia, y muchos otros analistas israelíes coinciden, “Este gobierno puede ser sustituido y debe serlo democráticamente. La administración Biden dispone de varios resortes para lograr este objetivo. Por ejemplo, tiene varios canales de comunicación con los partidos ultraortodoxos; sus 18 escaños son cruciales en la actual Knesset y en las futuras”.

Desde el próximo año esta podría ser tarea de la posible primera presidenta de los Estados Unidos. Sus declaraciones constructivas en favor de la paz en la región dan una buena base para ser optimistas en lo que haría.

Una respuesta: en esta guerra en curso, sin propósito ni final, la salida obvia es el cese de hostilidades. Y, de inmediato, algo más ambicioso que un cese de fuego: el regreso a la mesa del derecho internacional.

La responsabilidad de los países occidentales

Pero primero lo primero: la responsabilidad de Estados Unidos y los países “occidentales” que avituallan y pretenden legitimar el accionar de Netanyahu. Recapitula Yashiv prácticas y hechos políticos sobre la semejanza Netanyahu/Putin. Y, a partir de ello, muchos apuntan a la necesidad de hacer algo para que no se repita en Netanyahu la instrumentalización que hizo Putin para su autoritarismo, en su momento, de los países occidentales, incluido Estados Unidos.

Como reflexiona Yashiv en su nota: “Occidente consideró a Putin como un interlocutor para el diálogo durante gran parte de su tiempo en el poder desde 1999. Pero con la invasión de Ucrania, ese enfoque cambió, y Putin se convirtió en una persona non grata. En consecuencia, Rusia se convirtió en un Estado paria…”.

Interesante análisis. De él se podrían desprender lineamientos proactivos para acabar con esta guerra y sentarse a hablar de paz en serio. Se debe avanzar en afinar, precisar y hacer valer hoy, por ejemplo, la decisión onusiana de dos Estados: juntos Israel y Palestina. Pero un Israel con las fronteras que definió las Naciones Unidas cuando el Estado fue creado en 1948, y no sumando territorios palestinos usurpados militarmente por Israel en 1967 con la ocupación de Cisjordania y Gaza (con lo que el “tamaño” del país se triplicó indebidamente).

Traducido todo esto a lo operacional: Israel debe regresar a sus fronteras originales cumpliendo con todas las resoluciones adoptadas en la Asamblea General y en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas desde 1967 (por ejemplo, la 242/1967). Todas impunemente incumplidas/ignoradas impunemente por el Estado invasor/ocupante.

Buena base para una paz duradera y poder sentarse, finalmente, a la mesa de negociaciones para avanzar.

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