El reto de Kamala Harris: defender la ley
La candidata del partido Demócrata tendrá que basarse en sus propias cualidades y distanciarse del continuismo de Biden
Ya es oficialmente la candidata del partido Demócrata para las elecciones presidenciales del 5 de noviembre. Situación crítica para Kamala Harris: grandes retos para ser elegida presidenta de los Estados Unidos. Compite contra el todo vale Donald Trump. Y actúa dentro de un complejo contexto de cuestionamiento contra el accionar en el exterior por el apoyo ciego del gobierno de Biden a las operaciones militares de Israel en Gaza. Como vicepresidenta de Biden puede ser vinculada, en la percepción pública, a esas decisiones del presidente.
Contexto: mientras se desarrollaba este lunes 18 la convención Demócrata, en las calles de Chicago miles de manifestantes protestaban. Contra la política estadounidense de apoyo irrestricto a Israel/Netanyahu. Consignas duras contra Biden: Genocide Joe, acusándolo de apoyar crímenes de guerra. Precisamente por seguir avituallando a Israel/Netanyahu en la guerra contra Gaza.
Dos grandes retos
Kamala Harris tiene varios retos por delante; destacan dos medulares. El primero y fundamental, ganarle a Trump; el segundo: para lograr lo anterior, basarse Harris en su propio perfil, sus propias cualidades, trayectoria e identidad.
Distanciándose de un facilista continuismo a Biden. La ofensiva militar israelí —con material de guerra estadounidense— ha dado ya muerte a más de 40.000 civiles palestinos. Entre ellos, 16.000 niños. Y cerca de dos millones de pobladores palestinos desplazados.
En los dos meses y días que restan de campaña para las elecciones, tiene Harris la posibilidad -y la necesidad- de afirmarse. Basándose en sus propias capacidades, experiencia y escala de valores, proyectando esa experiencia y capacidades para ganar. Primero lo primero: no cargar con el principal pasivo del gobierno de Biden, las consecuencias del apoyo militar irrestricto a Netanyahu para la guerra en Gaza.
Harris no tiene nada que ver con esa barbarie ni le puede ser indiferente. Afirmaría su propia identidad oyendo el ruido de las protestas.
No a unidades militares asesinas
Es ilegal que con recursos y equipamiento militar de los Estados Unidos se siga armando a ciertos batallones de Israel con lamentable record en violación de derechos fundamentales y en la muerte de civiles inocentes.
Hay muchos ejemplos. Entre otros, las actuaciones del batallón Netzah Yehuda, en base al apoyo logístico de Washington. En el 2022, operando en Cisjordania, integrantes de esa unidad militar extrajeron de su coche, al palestino-estadounidense Omar As’ad (78). Detenido en un puesto de control cercano a su pueblo natal, le vendaron los ojos, esposaron e interrogaron antes de dejarlo inconsciente (pensaron que “dormía”). Al rato As’ad falleció. Nada pasó después. Un caso más de impunidad estructural.
De acuerdo a los informes de la organización israelí de derechos humanos Yesh Din, menos del 1% de las quejas de palestinos contra soldados israelíes llegan a un proceso. Este es un caso más. Los responsables quedaron en la impunidad. Y el apoyo logístico de Estados Unidos a ese batallón no cesó.
¿Puede Kamala Harris avanzar y afirmar su propia identidad? Es su reto y carta de triunfo. El mundo y la ciudadanía estadounidense que protesta esperarían que se dejara de sustentar logística y económicamente operaciones militares ilegales. Como aquellas por genocidio que la Corte Penal Internacional investiga. Y que, además, violan la ley nacional estadounidense (ley Leahy).
La legalidad: internacional y ley Leahy
Las obligaciones internacionales y nacionales tienen que ser cumplidas.
La legalidad internacional proscribe convertir a civiles en objetivo militar y establece estándares de protección claros ante desplazamientos forzados. Obligaciones/compromisos internacionales, avasallados. Desde 2023 la Corte Penal Internacional viene investigando estos posibles crímenes de guerra de Israel en territorios palestinos.
Este contexto adverso, contradictoriamente, es de oportunidad para Harris. Para lucir sus fortalezas y experiencia. Y su sólida trayectoria en la afirmación y defensa de la legalidad.
Legalidad ante dos retos
Es, precisamente, la legalidad lo que le podría permitir enfrentar con éxito los dos retos esenciales que tiene Harris por delante. El primero, obvio y fundamental: ganarle a Donald Trump. El segundo, afirmar su propia identidad.
Ganarle a Trump: tiene bazas fuertes: ha sido presidente y presencia. Pero enfrentado a la legalidad. Y condenado por la justicia penal (mayo 2024) por 34 cargos que se le hicieron. Y desprecia el orden constitucional: violenta “rebelión” (enero, 2021) lanzando a sus huestes contra el Capitolio.
Al frente una poderosas candidata como Kamala Harris. Con excelente perfil y trayectoria. Y quien, de alguna manera, encarna los valores de ley y legalidad.
Elegida dos veces Fiscal General de California (2011-2017) impulsó avances importantes en la reforma del sistema penal, protección de derechos humanos y enfrentamiento al fraude hipotecario tras la crisis financiera del 2008. Récord con el que nadie discrepa. Muy lejos de Trump: la justicia ha tenido que investigarlo y sancionarlo.
Harris: identidad propia
A Harris se le plantea la necesidad de introducir virajes fundamentales en el asunto más sensible en el que la política de Biden hacia -y hace- agua: el apoyo militar y político irrestricto a Israel. País investigado por las acciones de las fuerzas militares israelíes contra la población civil y por la expansión de asentamientos en Cisjordania, entre otros asuntos.
Investigaciones recientes, de diversas fuentes, revelan reiteradas prácticas del ejército israelí contra el derecho internacional. Una reciente investigación impulsada por Haaretz, uno de los periódicos más antiguos y respetados de Israel, revela las operaciones militares del último año en que se han encontrado hechos muy graves y serios.
Convertir civiles en escudos: práctica ilegal
Haaretz revela describe a unidades militares israelíes obligando a residentes civiles de Gaza a servir de escudos humanos, forzándolos a registrar túneles y edificios antes que entren las unidades militares israelíes. Para ello, visten a individuos de la población civil con uniformes del ejército “para darles la apariencia de soldados” de las fuerzas militares israelíes. Como le dice el mismo Haaretz: “eso es un crimen de guerra”.
Utilizar civiles como escudos humanos es una de las claras prohibiciones establecidas en las leyes sobre la guerra (Convención de Ginebra). Prohibición que se reiteró y definió como crimen de guerra en el Estatuto de Roma, con el que se creó la Corte Penal Internacional: es crimen de guerra “utilizar la presencia de civiles u otras personas protegidas para intentar proteger objetivos militares de ataques”.
¿Quedará atrás en Washington eso del “todo vale”?
La investigación de Haaretz descubrió que los altos mandos israelíes eran conscientes de la perversa utilización de civiles palestinos como escudos humanos. En destacamentos militares con equipamiento y armamento proporcionado por Estados Unidos.
La Corte Penal Internacional está analizando actualmente una disposición del Fiscal del tribunal, el británico Karim Khan, orientada a dictar órdenes de detención contra altos dirigentes del Estado de Israel por estas prácticas. De manera que las cosas no quedarán en el artículo de Haaretz.
Una presidenta estadounidense, basada y experimentada en la legalidad, difícilmente se podría poner de perfil frente a atrocidades como las toleradas -y sustentadas – por Washington en el último año. Podría reorientar el rumbo de las cosas si de aquí en adelante se respetara la legalidad, la internacional y la del propio Israel.
Atrás podrían quedar, así, prácticas prohibidas por el derecho internacional y por el propio Tribunal Superior de Justicia de Israel. Un gobierno en Washington no puede tolerarlas.
La ley Leahy
El entonces Senador Patrick Leahy impulsó en Washington (1997) una ley -conocida desde entonces como la Ley Leahy- orientada a controlar -e impedir- que entrenamiento, armas y municiones proporcionadas a fuerzas de seguridad extranjeras se usaran para cometer más violaciones a los derechos humanos.
La Ley Leahy prohíbe a EE.UU. ayudar a cualquier unidad de una fuerza de seguridad extranjera que cometa «violaciones graves» de los derechos humanos. Y se ha aplicado cientos de veces. No a Israel. Publicó su queja Leahy recientemente (Washington Post, mayo de este año): “A principios de la década de 2000, escribí a sucesivos secretarios de Estado sobre la no aplicación de la Ley Leahy a Israel. Las respuestas no eran concluyentes o afirmaban inexactamente que la ley se aplicaba a Israel igual que a otros países, algo en lo que el Departamento de Estado sigue insistiendo hoy en día”.
Camino del triunfo: lideresa en la aplicación de la legalidad
La realidad llama a Kamala Harris a romper con ese apoyo incondicional a Netanyahu. Cambiaría la situación en el medio oriente y podría abrir rutas de consenso dentro de los Estados Unidos ante la ira y protesta de millones de estadounidenses contra una política que tantas vidas inocentes está costando.
Podría decir, simplemente, que aplicará la ley. No tendría que “inventar la pólvora”: existen claras normas internacionales y estadounidenses.
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