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ELECCIONES VENEZUELA 2024
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mar de leva en Venezuela

La gente grita, llora, se abraza y se promete mutuamente que vencerán para siempre el horror actual, haciendo profesión de una fe casi religiosa

Elecciones Venezuela 2024
Simpatizantes asisten al evento de campaña del candidato opositor Edmundo González y María Corina Machado en Carabobo, Venezuela, en julio de 2024.Fabiola Ferrero

Lo que sucede hoy en Venezuela no se comprende al instante. Multitudes enfervorecidas emergen desde los lugares más recónditos del país para congregarse en actos políticos improvisados. Nubes de motociclistas acompañan a una mujer que se desplaza sentada sobre el parabrisas de un pequeño automóvil. La gente grita, llora, se abraza y se promete mutuamente que vencerán para siempre el horror actual, haciendo profesión de una fe casi religiosa.

Quien observa todo esto desde la distancia, sabiendo que comerá tres veces ese día, quizás piense que los venezolanos se volvieron locos. Analistas de profesión diagnostican “mesianismo”, “populismo” y otras afecciones ajenas a la política supuestamente real, hecha en torno a una mesa en la que se come con cubiertos y donde los políticos profesionales dirigen a unos ciudadanos bien comportados. Algunos claman por un retorno a la cordura.

Ciertamente hay algo de religioso en el movimiento ciudadano que hoy abarca a toda Venezuela. En esencia, toda religión pretende re-ligare a los miembros de una comunidad. A menudo olvidamos esa necesidad cuando tenemos la fortuna de vivir bajo un racional estado de derecho. La olvidamos también al iniciarse los conflictos que irrumpen tras la violación generalizada de la ley, arrastrando la política hacia los predios de la guerra. Pero solemos recordarla cuando nos sentimos desamparados ante la tragedia. Dicen por ahí que sólo se acuerda uno de Santa Bárbara cuando truena.

Los venezolanos han experimentado una tragedia descomunal. El mundo entero lo sabe, pero una cosa es saberlo y otra es vivirlo. Venezuela sufre las consecuencias del verbo divisor, de la discordia sembrada con saña. Durante años ese veneno separó a sus familias, arruinó la economía, diezmó los servicios públicos y propició la emigración de la cuarta parte de la población. Como beneficiarios de esta diatriba, capaz de separar lo que siempre debió permanecer unido, los cizañeros se lanzaron con fruición a esquilmar las riquezas de la nación.

De los laberintos de una tragedia semejante no se escapa sólo recuperando la razón, sino también sanando el corazón. La sinrazón, en todo caso, no radica en los sentimientos que propicia el dolor, sino en la incapacidad para aprender de los errores cometidos. Y si la campaña actual en Venezuela ha sido capaz de rozar lo imposible, esto quizás se deba al aprendizaje progresivo, y colectivo, de una importante lección: es difícil derrotar a una autocracia si primero no se derrotan sus mentiras.

Ese mérito fundamental le corresponde a María Corina Machado, quien durante 20 años en la palestra pública ha procurado hacer de la transparencia y la verdad el eje de su acción política. Evidentemente, la difamación sistemática sobre la que se ha sostenido al régimen actual no podía dejar de cebarse en ella. Se le acusó, incluso, de oponerse a las elecciones, cuando su primer paso firme en la vida pública fue, precisamente, fundar un organismo ciudadano de vigilancia electoral como Súmate.

Lamentablemente, en Venezuela se había hecho común la idea de que lo importante era votar, aunque no se pudiera elegir. Nada más nocivo para desestimular el ejercicio del voto. De ahí que en 2023, ante la necesidad de elegir a un candidato unitario de la oposición, Machado abogara por la realización de primarias transparentes, con voto manual y participación de la diáspora, organizadas por los ciudadanos y no por el Consejo Nacional Electoral que controla Maduro. La gente le apostó a este proceso limpio, eligiendo además como líder a quien siempre defendió su máxima pulcritud.

A ello cabe sumar un hecho fundamental: María Corina es una mujer valiente, madre de tres hijos exiliados, capaz de ir “hasta el final” por aquello en lo que cree. Es un perfil con el que muchas venezolanas se identifican hoy en día —y con ellas, sus familias. La venezolana es una sociedad matricentrada, donde las mujeres juegan el papel central en la articulación de la vida familiar y social. Sin embargo, la política venezolana estaba completamente dominada por hombres, entre los que abundan quienes sienten escozor al verse liderados por una mujer.

En una sociedad fracturada, en la que el trauma de la separación familiar excede cualquier necesidad práctica o material, y donde los modos culturales tradicionales invitaban siempre al encuentro y la solidaridad, el tipo de liderazgo ejercido por Machado se ha convertido en el vector de una acción política capaz de re-ligare a los venezolanos. No es una campaña electoral más; es una dinámica de redención colectiva, donde los ciudadanos se reencuentran en los espacios públicos para superar las consecuencias del pasado y recuperar así la conciencia de su propio poder.

A lo largo de este periplo ha pasado de todo. Machado ha sido inhabilitada; sus colaboradores están presos o asilados; el movimiento se ha unido hoy en torno al candidato Edmundo González Urrutia. Asimismo, muchas cosas podrán pasar tres este domingo 28-J. Pero por debajo de los hechos puntuales hay un mar de leva que parece mover las cosas en cierta dirección. Y a eso conviene, sobre muchas otras cosas, prestar atención.

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