Nadie sabe a quién votar en Perú: 28 partidos y más de un 80% de indecisos
Si hoy fueran las elecciones generales, el elector debería escoger entre cuarenta formaciones si se suman las que están en proceso de inscripción
Si los 28 partidos inscritos en el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) fueran colocados en el partidor en los comicios electorales del 2026, no habría pista atlética que tuviese suficientes carriles para soportar a todos. Todavía faltan dos años para la siguiente contienda política en el Perú, pero ya se distingue con nitidez el principal bache con el que se tropezará la ciudadanía: una oferta inconmensurable en opciones que no necesariamente garantiza representación y que fraccionará los votos aún más.
La encuesta más reciente del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) es reveladora: si las elecciones se adelantaran, el 82.4% de peruanos no sabría por qué candidato o partido votar. Una indecisión generalizada que evidencia el descrédito que inspira la clase política y a su vez marca una contradicción: hay mucho de dónde elegir, pero no basta. Ninguno de los posibles candidatos alcanza siquiera el 5% y la agrupación política que recibió más apoyo, Acción Popular, registra un mísero 0.6%.
Además de estos veintiocho partidos existen otros diecinueve en proceso de ingresar al Registro de Organizaciones Políticas (ROP). De lograrlo, si el llamado a las urnas fuera hoy, figurarían cuarenta y siete agrupaciones en la cartilla electoral. Más que una cartilla haría falta desenrollar un papiro. Ciertamente no todas competirán por la presidencia en el 2026. Sea porque no salieron bien librados de una tacha, se unieron a una alianza, disputas de último minuto o porque su único propósito es obtener representación en el Parlamento.
Para el politólogo Omar Awapara, secretario general de la asociación civil Transparencia, la atomización de la oferta política es resultado de la debilidad y el colapso del sistema de partidos políticos en el Perú. Un diagnóstico que los politólogos remarcan desde hace décadas y que en lugar de revertirse, se agrava. “No son partidos propiamente. No en la concepción original de que sus afiliados lleven una vida partidaria y se dediquen profesionalmente a la política. Es más bien una proliferación de mini nano-partidos que con ciertas artimañas logran cumplir con los requisitos formales, pero que en la práctica son emprendimientos que florecen en un contexto favorable para ellos”, señala.
Hasta ahora el récord de más contendores en una elección le pertenece a los comicios del 2006, donde veinte partidos políticos compitieron por la Presidencia. Aquella vez, el líder del Partido Aprista Peruano, Alan García y el militar retirado, Ollanta Humala pasaron a segunda vuelta con el 55% de votos válidos entre ambos. El punto más crítico sucedió en las elecciones del 2021, en el que participaron dieciocho candidatos, y el voto se fraccionó a la mínima expresión: entre Pedro Castillo, un maestro sindical con escasa experiencia política, y Keiko Fujimori, la heredera de Alberto Fujimori, obtuvieron apenas el 33% de votos válidos, y eso les bastó para disputarse la banda presidencial, que acabó ganando Castillo en segunda vuelta. La figura del outsider o aventurero político quedó de manifiesto.
“Los pequeños candidatos saben que con una ultra fragmentación, los porcentajes para pasar a segunda vuelta son bajos. Después del 2021, muchos quieren ser el próximo Pedro Castillo. Las elecciones terminan siendo una tómbola o una lotería, porque no necesitas tener bases partidarias muy sólidas. Si se te presenta la virgen puedes llegar a ser el partido de gobierno. Si superas el 10% ya estás compitiendo, y en segunda vuelta, donde estás obligado a elegir, ya los porcentajes se inflan”, explica Enrique Patriau, politólogo y periodista del diario La República.
Uno de los aspectos que favorece a la dispersión ha sido la eliminación de una reforma fantasma: las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), un mecanismo bastante recurrente en otros países de la región, donde la ciudadanía tiene la posibilidad de elegir al candidato de su partido, en lugar de que este sea escogido solo por los militantes o delegados de dicha agrupación. Las PASO fueron aprobadas en el Perú en el 2019, sin embargo, nunca se aplicaron. Primero se puso de excusa la pandemia y luego se adujo falta de tiempo. En diciembre de 2023, el Congreso eliminó esta medida con 74 votos a favor, 36 en contra y 12 abstenciones. Las PASO estaban llamadas a funcionar como un filtro para evitar el desborde de partidos.
Omar Awapara considera que el incremento de agrupaciones políticas elección tras elección es el reflejo de una informalidad que es transversal a la sociedad peruana. “Es más complejo darle representación política a aquello que está en las antípodas de la formalidad. Sucede en el transporte, en la salud, en la educación, en aquellas economías ilegales que probablemente hayan financiado algunas iniciativas que han tenido mayor penetración en el sistema político. Todo eso complica el panorama. A ello se suma la desafección de la gente, cuando son ellos quienes tienen un rol importante para castigar el accionar de los partidos”, comenta.
Las elecciones del 2026 marcarán el retorno de dos agrupaciones políticas de larga data que recobraron su inscripción: el Partido Aprista Peruano, que en mayo pasado cumplió cien años y gobernó en dos periodos, y el Partido Popular Cristiano, con 58 años de tradición. También las incursiones del radical Antauro Humala con un partido que lleva sus iniciales: Alianza Nacional de Trabajadores, Agricultores, Universitarios, Reservistas y Obreros (A.N.T.A.U.R.O); y el empresario Carlos Añaños, fundador del Grupo Aje, la exitosa marca de bebidas, quien formalizó su inscripción en el nuevo partido Perú Moderno. Este proceso, además, podría suponer el regreso a la vida política de Alberto Fujimori, excarcelado en medio de cuestionamientos a fines de 2023, aunque todavía está por verse de qué manera. La semana pasada hizo pública su afiliación al partido liderado por su hija, Fuerza Popular, pero lo cierto es que según la Constitución ningún sentenciado por delito doloso puede postular a un cargo de elección popular.
“Todo es muy impredecible. Hemos pasado de un sistema de partidos a un mercado de partidos. Es una degeneración. Hubiese sido ideal tener primarias abiertas, porque así vas eliminando partidos, pero el Congreso se opuso y este es el resultado. La recolección de firmas tampoco es el camino, porque puedes firmar sin ningún tipo de compromiso y luego desentenderte”, explica Enrique Patriau. Actualmente los partidos políticos que desean inscribirse en el Jurado Nacional de Elecciones necesitan reunir las firmas del 3% de los ciudadanos que votaron en las últimas elecciones nacionales. Eso equivale a 531.412 firmas. No se necesita que sean afiliados o militantes, sino simplemente adherentes, es decir, aquellos que no tienen ninguna vinculación partidaria con la agrupación, pero desean darle su respaldo con su firma. La debilidad de este mecanismo es que ha dado lugar a un mercado negro donde las firmas se compran.
Otra novedad de los comicios del 2026 será la restitución de la bicameralidad en el Parlamento, aunque todavía está pendiente el desarrollo de su aplicación. La última Constitución que adoptó una cámara de diputados y otra de senadores fue la de 1979. Por otro lado, este 16 de julio es la fecha límite de inscripción para los partidos con ambiciones de gobernar. Todo apunta a que se marcará un récord tristemente célebre. Ya son casi treinta, podrían ser casi cincuenta.
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