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Héctor Fabio Henao, incansable trabajador por la paz de Colombia

Una de las voces más reconocidas de la Iglesia Católica en temas de paz en el país, ha sido mediador desde los años 90, en la primera negociación con milicias urbanas que hubo en el país, y continúan hoy en las rondas de diálogos con el ELN y la Segunda Marquetalia

Héctor Fabio Henao
Héctor Fabio Henao Gaviria, en Bogotá, el 26 de julio de 2022.Juan Felipe Rubio

Héctor Fabio Henao Gaviria (Medellín, 72 años), el obispo delegado para las relaciones Iglesia-Estado de la Conferencia Episcopal de Colombia, ha acompañado durante décadas el clamor de quienes han vivido en medio de todos los fuegos. Mientras el ELN tenía confinadas a 40.000 personas durante su paro armado en la subregión del San Juan (Chocó), en noviembre pasado, el sacerdote viajó para hablar con las organizaciones y conocer de primera mano lo que estaba ocurriendo. A su regreso, se mantuvo en contacto con la diócesis de Istmina-Tadó y trabajó con los negociadores del Gobierno para convencer a los armados de permitir la instalación de un corredor humanitario que permitiera el tránsito de alimentos, medicinas y ayudas para la población civil.

La semana de la búsqueda del corredor humanitario fue intensa. El sacerdote repartió su agenda por buena parte de la geografía colombiana: estuvo reunido con los obispos del Sumapaz para avanzar en el trabajo pastoral de la región; escuchó al alcalde de San Vicente de Chucurí (Santander) y se contactó con los organismos nacionales de emergencia para que atendieran a más de 500 familias damnificadas por el invierno en ese municipio; viajó a Puerto Asís (Putumayo) para hablar con las comunidades que sufren los impactos generados por las disidencias de las FARC.

Sociólogo, filósofo, teólogo y doctor en Ciencias Sociales, monseñor Henao ha sido investigador del desplazamiento forzado, párroco en el Valle de Aburrá, promotor de marchas por la vida y defensor incansable de los derechos humanos por todo el país, entre tantas misiones que ha asumido desde 1980, cuando se ordenó en el seminario para profesionales de Medellín.

Por su trayectoria, la Universidad de San Buenaventura le otorgó recientemente el doctorado honoris causa en Humanidades: Humanismo y Persona. Los hechos que explican ese reconocimiento comienzan en 1983, cuando en su primera parroquia conoció las necesidades de los jóvenes asediados por las ofertas que les hacía el narcotráfico. Luego, a mitad de esa década, hizo sus primeros pinitos como mediador en los reclamos sindicales desde la Pastoral Obrera, y fue conociendo a colectivos y organizaciones que también querían el progreso de Medellín. “Comenzamos a establecer una interlocución cada vez mayor con el movimiento social y de derechos humanos”, relata sobre esos años, que describe como de gran agitación.

A inicios de los noventa, atestiguó la semilla de las negociaciones que tuvo el Gobierno nacional con las guerrillas de izquierda en Tlaxcala (México), que contarían con el liderazgo de monseñor Nel Beltrán. “Y pasó algo en Medellín que fue muy grave: la masacre de los niños de Villatina, en noviembre de 1992″, cometida por agentes de policía. En rechazo, la Mesa de Trabajo por la Vida, encabezada por el padre Henao, convocó a la marcha Elige la Vida, “que hasta ese momento fue la más multitudinaria en defensa de la paz”, narra quien se convirtió en un líder para la población y mediador en la primera negociación urbana que hubo en Colombia, con las Milicias Populares del Pueblo y para el Pueblo.

En 1994 se creó la Consejería Presidencial para Medellín, en la que también fue un activo escucha y vocero de las necesidades de los habitantes de las zonas más vulnerables de la ciudad. Al mismo tiempo, acompañó a los miembros de la Corriente de Renovación Socialista a entregar las armas en Flor del Monte para integrarse a la vida civil. “Allá una campesina me dijo algo que fue fundamental para mí: que ahí siempre había diálogos de paz, pero nunca pasaba nada con los habitantes, que seguían en la misma pobreza”, recuerda en referencia a por qué su atención está, aún hoy, volcada en oír a la población de los territorios disputados por los grupos armados.

Muchas negociaciones han cursado en Colombia desde entonces. En las del Acuerdo de Paz de 2016, entre el Gobierno y las FARC, Henao fue clave como director del Secretariado Nacional de la Pastoral Social y parte del Consejo Nacional de Paz, que acompañaría a la delegación de víctimas del conflicto. En las rondas de diálogos con el ELN, ha abogado constantemente por los ceses al fuego y la pluralidad en el Consejo Nacional de Participación. En las reuniones del Gobierno con la Segunda Marquetalia, como delegado para las relaciones Iglesia-Estado, ha insistido en que se respete la vida de los civiles.

Lo suyo, como lo revelan cuatro décadas de servicio en la Pastoral Social y la Conferencia Episcopal Colombiana, es acercar a individuos y colectivos que han estado distanciados por sus puntos de vista, ideologías e historias. “Tiene que haber un clima de diálogo social que nos permita vernos como miembros de una misma sociedad, y tratar de entender que tenemos un horizonte compartido”, afirma.

En estas décadas también se ha enfrentado a la desilusión o a que, a veces, los esfuerzos de paz se queden cortos ante la realidad de muchas personas. “Soy consciente de que uno aporta hasta un cierto límite, de que hay cosas que no puedes transformar. Tengo que estarme renovando y mantener la esperanza; para eso, trato de combinar los ejercicios de escucha con las comunidades, que cuentan la crudeza de la realidad, con lo que hacen para sobreponerse a ella”.

Reconocido en los viajes de las delegaciones porque saca tiempo para hacer ejercicio todos los días y orar como una forma de meditación, es un hombre persistente y de fe: además del evangelio de San Lucas, le gusta leer el Apocalipsis porque lo entiende como una teología sobre “cómo se desarrolla la presencia de Dios en las situaciones complejas de la historia y de la vida”.

*Apoyan Ecopetrol, Movistar, Fundación Corona, Indra, Bavaria y Colsubsidio.

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