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Andi Baiz: el cineasta de las verdades incómodas

Durante tres décadas dedicadas al cine, este director ha llevado a la gran pantalla realidades de nuestro país, y ha retratado a los personajes más sombríos con su gama de grises. El éxito de sus dos producciones más recientes, la serie ‘Griselda’ y el filme ‘Pimpinero’, lo confirman como uno de los cineastas colombianos con mayor proyección internacional

Andi Baíz, en una fotografía de archivo.
Andi Baíz, en una fotografía de archivo.Josefina Santos

Andi Baiz Ochoa (Cali, 49 años) es cauteloso a la hora de referirse a su vida como director. Evita a toda costa que lo llamen artista con ‘A’ mayúscula o que se refieran a él como alguna especie de epifanía del cine colombiano. Prefiere que lo vean más como un carpintero de la gran pantalla: hábil, creativo, paciente y comprometido; alguien que se ha dedicado a su oficio –como él prefiere llamar a la dirección de cine– durante más de tres décadas.

A los 13 años ya tenía claro que el cine sería su opción de vida, pero también que necesitaría mucha determinación para poder separar las aguas y abrirse camino en una industria compleja. Comenzó haciendo sus primeros cortometrajes en la Cali de los noventa y, desde entonces, “la corriente de la vida” lo ha ido llevando, poco a poco, a asumir nuevos retos hasta convertirlo en uno de los directores colombianos más versátiles y con mayor proyección internacional.

Su debut en el formato de largometraje fue con Satanás (2007), el filme basado en la novela de Mario Mendoza sobre la masacre del restaurante Pozzetto, uno de los episodios más oscuros de la crónica roja bogotana. Con ese trabajo trazó las líneas del que sería el tema más abordado a lo largo de toda su carrera: la crudeza de la sociedad. O, como él prefiere llamarlo: “Las verdades de la vida que a veces duelen, pero que no por eso dejan de ser verdades”.

Tras Satanás llegaron películas y series como La cara oculta (2011), Roa (2013), Narcos (2014), The Sandman (2022), Griselda (2024) y Pimpinero: sangre y gasolina (2024). A través de todas ellas –dice– ha querido mostrar que es “un director que asume holísticamente los retos”. Y aunque sus filmes se mueven entre géneros variados como el drama, la acción, la fantasía y el thriller psicológico, el denominador común de su obra lo resume como “una invitación a la catarsis más que a la esperanza”.

“Soy muy cuidadoso cuando hablo sobre los mensajes de mis películas porque yo no vengo aquí a cambiar el mundo, eso sería muy pretencioso –advierte con expresividad y contundencia–. Yo vengo hacer bien mi trabajo y a buscar verdad y belleza, que pueden doler y revolver emociones; a hacerte descubrir verdades que no quieres ver; a confrontarte y sacudirte por dentro, en lugar de darte un escapismo”.

Ese particular lenguaje, construido a partir de oscuros y claros, ha tenido valiosos reconocimientos. Su ópera prima ganó dos galardones en el Festival de Cine de Montecarlo (Mónaco), en 2007. Ese mismo año, Satanás fue seleccionada para representar a Colombia en la carrera por el Oscar a mejor película extranjera. El pasado 21 de noviembre, Griselda, una de las series mejor recibidas por los usuarios de Netflix este año, obtuvo el Gran Premio de Ficción en los PRODU, los premios con los que expertos y líderes de la industria audiovisual reconocen a las mejores producciones televisivas de Iberoamérica.

Su más reciente trabajo es Pimpinero: sangre y gasolina, en el que participó como coguionista, productor y director: toda una apuesta personal. El filme, estrenado hace poco en la plataforma Prime Video, narra el truculento mundo del contrabando de gasolina en la frontera colombo-venezolana y fue rodado durante casi dos meses en parajes extremos de La Guajira colombiana. Uno de sus grandes ganchos es, además, el debut como actor del cantante Juanes.

Dentro y fuera del set, Baiz procura cultivar tres virtudes que, para él, son las más importantes en un ser humano: generosidad, curiosidad y paciencia. Esta última, reconoce, ha sido clave para mantenerse a flote en el cauce de su vida personal y profesional. “He visto a muchos allegados desistir, paralizados por el miedo al fracaso y el martirio de las comparaciones –asegura–. La comparación viene del ego, y esa es la fórmula más clara de la infelicidad”.

También le da un valor especial al trato humano, a “empatizar hasta sintonizar frecuencias”. Solo a través de esa forma considera que es posible encontrar un ritmo, tanto en la vida como en el cine. “No puedes liderar un proyecto solo. Sin los demás, puedes ser valiente y recursivo, pero no líder –explica–. Una buena idea puede venir de cualquier persona del equipo. La gente que tienes a cargo debe sentirse respaldada y saber que están aportando”.

El caleño, que se acerca a los 50 años, asegura que las experiencias acumuladas lo han convertido en un hombre “determinista, apasionado y profundamente reflexivo”. También más melómano, amante del baile, del arponeo a pulmón y del mar de Providencia, donde hoy reside con su esposa y sus dos hijos. Pero quizás su mayor aprendizaje tiene que ver con la idea de felicidad. “Siempre estamos diciendo que teniendo alguna cosa o logrando otra seremos felices; y la logras y no eres feliz ni te relajas –afirma–. Luego te das cuenta de que, en realidad, es el camino para lograrlo lo que te hizo feliz”.

*Apoyan Ecopetrol, Movistar, Fundación Corona, Indra, Bavaria y Colsubsidio.

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