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Cumbre Celac- UE
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Ausentes menos obvios en la Cumbre de la CELAC-UE

Europa también se pregunta hoy a quién debe telefonear si quiere hablar con América Latina y el Caribe

Amanda Mars

“¿A quién debo telefonear si quiero hablar con Europa?”. La frase, cargada de sarcasmo, se atribuye a Henry Kissinger, jefe de la Diplomacia estadounidense durante la Administración de Nixon y uno de los grandes estrategas durante la Guerra Fría, referida a una etapa en la que la Unión Europea estaba en construcción.

Estos días, en Santa Marta, la ciudad más antigua de Latinoamérica, la pregunta se podría formular perfectamente para la región, aunque con bastante menos acidez, conscientes cómo son los europeos de lo difícil que es arrancar consensos. ¿A quién llamar? ¿Al bloque de Lula, Boric y Petro? ¿Acaso son un bloque? ¿A Bukele, Milei o Noboa? ¿Jerí o Rodrigo Paz? Tal vez no había una región tan fragmentada en 30 años (“Nos hemos convertido en una región balcanizada y dividida”, dijo Lula). Y de los citados nombres propios, a la Cumbre de la CELAC y la UE sólo vinieron el líder colombiano, anfitrión de la cita, y el brasileño. Hubo una presencia muy poderosa, no en carne mortal pero sí en espíritu, la de Donald Trump.

En plena escalada arancelaria, creciente conflicto por los ataques con misiles a las narcolanchas y coacción directa sobre la política nacional (como ha ocurrido con Brasil o Argentina), la declaración no menciona a Estados Unidos, habida cuenta de que, al hacerlo, difícilmente muchos países la hubiesen suscrito.

La voluntad de acercamiento trasatlántico ha encontrado en Trump un revulsivo, pero eso no basta para superar las propias tensiones internas en cada región. Hace unos meses, el político español Ramón Jáuregui, presidente de la Fundación Euroamérica, defendía la oportunidad de elaborar una oferta en materia migratoria para América Latina y el Caribe en el marco de esta cumbre. Con la movilidad humana frenada en seco hacia Estados Unidos y la necesidad europea de esas mismas personas, Jáuregui defendía la apertura de los consulados a una inmigración ordenada. Al margen de España, la actual Europa no parece dispuesta a abrir esa conversación.

La declaración final de la cumbre incluyó un párrafo genérico sobre “la importancia de fortalecer” la cooperación en “la gestión de la migración, incluidos los procesos de retorno, y recordamos nuestro compromiso de profundizar la cooperación y el diálogo sobre migración y movilidad de manera integral, equilibrada e integrada (etc…)”. También se firmó un pacto por las ciudades y otro por la seguridad de los ciudadanos. “Debemos trabajar en todo, pero a lo mejor conviene que nos concentremos en dos o tres cosas, es una cumbre en la que se ha hablado de muchísimas cosas”, decía un diplomático el viernes en el hotel donde se celebraba la reunión de líderes. Y es cierto, pero sigue siendo una ausencia notable, aunque menos obvia.

“A pesar de tener aquí países con orientaciones ideológicas muy distintas, logramos tener una posición conjunta sobre las cuestiones más críticas del momento”, dijo el presidente del Consejo Europeo, António Costa. Ha habido refuerzo del compromiso medioambiental, llamadas de atención a la deriva autoritaria en Nicaragua y Venezuela (sin nombrarlas) y una fuerte defensa del multilateralismo que hoy ya no suena a lugar común. En el apartado económico, cuando se habla de firmar por fin el acuerdo con Mercosur y de grandes inversiones, se echa de menos, sin embargo, algo más específico sobre la movilidad de los trabajadores.

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Sobre la firma

Amanda Mars
Periodista y corresponsal económica de EL PAÍS, donde trabaja desde 2006. Empezó en la delegación de Barcelona, pasó por la sección de Economía y fue corresponsal en Nueva York y Washington (2015-2022). Fue directora de Cinco Días y subdirectora del área económica de EL PAÍS. Antes, trabajó en La Gaceta de los Negocios y en la agencia Europa Press.
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