Claves para entender el Esprint Electoral en Colombia
Este año el país vivirá consultas interpartidistas, la elección de congresistas y del próximo presidente. Un escenario en el que Petro será el elector fundamental, aunque no sea candidato

Los próximos meses son decisivos electoralmente en Colombia. La primera gran cita tendrá lugar el 26 de octubre del 2025, cuando se celebrará la consulta del Pacto Histórico para definir el candidato presidencial. Después vienen las elecciones al Senado y la Cámara de Representantes (8 de marzo 2026), que coinciden con las primarias para las coaliciones conformadas de cara a los comicios presidenciales. Luego, llegará la primera vuelta presidencial (31 de mayo del 2026). Y, por último, de haber segunda vuelta, se llevará a cabo el 21 junio del 2026.
Para entender mejor este escenario electoral tan intenso, he aquí algunas claves:
I. El presidente Petro consolida su espacio político, que está conformado por dos grupos: por un lado, por el votante de primera vuelta del año 2022, que defiende férreamente todo, evalúa positivamente su gestión general y lo económico en particular; por otro lado, por una parte notable de lo que podríamos denominar Votante Potencial Blando (votantes de Petro en la pasada segunda vuelta que no son fieles petristas) que, a pesar de ser más crítico, continúa dejando abierta la opción de seguir apoyando. Este último grupo es antiuribista, pero no antipetrista.
Por todo ello, Petro no ha tenido pérdida de imagen positiva. Todo lo contrario. Mejora en comparación con inicios de este año.
A día de hoy, el petrismo como identidad política está sólido para competir electoralmente siempre y cuando elija a un candidato presidencial que esté en sintonía con esta matriz ideológica. En otras palabras: se viene una fase caracterizada por un ‘Petrismo sin Petro como candidato’, con todo lo que ello implica.
II. El uribismo mantiene su minoría intensa, cohesionada en el rechazo a Petro y en la defensa de ideas ultraconservadoras. Hace años que no crece y tampoco encuentra un candidato que entusiasme. Su incapacidad para generar una mayoría ciudadana es inversamente proporcional a su capacidad para ostentar y ejercer poder (económico y mediático).
Un objetivo fundamental del uribismo será instalarse nuevamente en el Legislativo y desde ahí poder frenar todo lo que suponga cualquier mínimo cambio que pongan en riesgo los privilegios de su minoría. Para ello usará toda su estructura y maquinaria, tanto la legal como la ilegal.
III. El baile de nombres y apellidos en torno a las diferentes candidaturas por ahora es algo limitado a un debate en el seno de cierta élite o burbuja, tanto partidaria como mediática. La ciudadanía mayoritariamente tiene un elevadísimo nivel de desconocimiento de todo esto. No conoce casi ningún nombre. Tampoco tiene claridad sobre las potenciales alianzas. Y no identifica todas las instancias de un cronograma electoral apretadísimo.
En este escenario, hay alguna que otra excepción. La más llamativa es la de Iván Cepeda, que se erige como figura clave hacia delante, porque podría ser el candidato electo en la próxima consulta del Pacto Histórico (compite contra Carolina Corcho; Daniel Quintero ha decidido bajarse).
IV. La propuesta de una Asamblea Constituyente sigue avanzando a paso lento, pero seguro. Se viene reduciendo significativamente su rechazo a medida que va creciendo poco a poco su apoyo. Parece que este eje se podría convertir en una suerte de segundo capítulo del Cambio iniciado por el Gobierno de Petro.
Habría que recordar que muchas de las reformas del Cambio que fueron apoyadas en las urnas en las elecciones pasadas del año 2022 se han venido implementando, pero otras no. Muchas de ellas no avanzaron por los impedimentos en el Legislativo, y han quedado pendientes hacia delante. Seguramente esta es la esencia para el reclamo de la Constituyente, que tiene el propósito de constitucionalizar derechos que aún no han podido ser materializadas en este último tiempo.
V. Como siempre, aparecen otras variables cotidianas que son importantes de considerar. La ciudadanía está preocupada por muchos otros asuntos que van más allá de los titulares de ciertos tabloides. Por ejemplo, a nivel micro, hay un malestar fuerte con el sistema bancario, por sus abusos en cuanto a comisiones y descuento de cajas. Y esto es algo que ocupa y preocupa diariamente a una buena parte de la población.
Otro ejemplo es el funcionamiento del sistema de salud. Otro, el transporte. Y así podríamos enumerar un listado interminable de temas que conforman el ‘metro cuadrado’ de la gente común, y que resulta ser casi siempre eclipsado por otro tipo de debates.
VI. Por último, en el plano internacional, hay un actor que será decisivo electoralmente. Hablamos del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que sigue empeñado en inmiscuirse en todos los temas internos de la mayoría de los países del mundo.
Para el caso latinoamericano, Trump sigue sin gozar de apoyo real mayoritario. Y Colombia tampoco es la excepción. Su forma de hacer política exterior no gusta a la gran mayoría colombiana, salvo al sector más uribista que sí anhela este tipo de liderazgo.
Este factor externo no hay que subestimarlo. Sus constantes exabruptos podrían ubicarle en uno de los mejores jefes de campaña para el actual oficialismo.
En definitiva, todavía queda mucha tela que cortar de ahora hacia delante. Seguramente, como ya ocurriera en el pasado (véase Rodolfo Hernández en el 2022), aparecerán figuras nuevas en este tramo final, con más protagonismo del que tienen ahora. Por ejemplo, Abelardo de la Espriella, que pretende ser el Milei colombiano; o Juan Carlos Pinzón, exministro de Defensa.
También estarán los de siempre: como Sergio Fajardo, que lo ha venido intentando sin éxito constantemente; o Claudia López, otra de las eternas candidatas. Ambos en búsqueda de un centro inexistente en Colombia.
Y por supuesto que Petro será el elector fundamental aunque no sea candidato.
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