Impuntual, dogmático y alejado de la realidad: las críticas a Petro de quienes han salido de su Gobierno
La carta del excanciller Álvaro Leyva, en la que acusó al presidente de Colombia de problemas de adicción, se suma a los viejos reparos sobre su personalidad y liderazgo


Gustavo Petro está, una vez más, sometido al fuego amigo de una figura pública que viene de formar parte de su Gobierno. Su primer canciller, Álvaro Leyva, ha señalado públicamente esta semana al presidente de Colombia de tener un problema de adicción que, asegura, afecta la forma en la que gobierna y lo lleva a cometer abusos de poder. “Fue en París donde pude confirmar que usted tenía el problema de la drogadicción”, escribe en el párrafo más explosivo de la carta de cuatro páginas, en referencia a una visita oficial en junio de 2023, que se prolongó un día más de lo presupuestado. El mandatario contraatacó. Lo tachó de “víbora” en un discurso y señaló la “contradicción” de que siendo canciller le aconsejaba “todos los días” hacerse reelegir, una opción prohibida por la constitución. Sus palabras no han bastado para que amaine la tempestad.
“Sus desapariciones, llegadas tarde, inaceptables incumplimientos, viajes carentes de sentido, frases incoherentes, cuestionadas compañías según algunos y otros descuidos suyos se han registrado y se siguen registrando, señor presidente”, escribe Leyva, de 82 años, en la carta de la discordia. Petro suele retrasarse, a veces por varias horas, con desplantes clamorosos que han convertido el asunto en un tema de Estado. “Bien se sabe que ha caído usted en muy frecuentes tiempos de soledad, ansiedad, depresión y otras manifestaciones de difícil superación, algunas de alto riesgo”, añade Leyva en una misiva que ha dado alas a una oposición que ha cuestionado con insistencia si el presidente tiene problemas de salud.
Petro no mide adecuadamente el alcance de sus palabras, apuntilla el excanciller en un texto plagado de todo tipo de insinuaciones. Aunque la referencia a la vida privada del mandatario ha causado sorpresa, no es el primero que lo interpela con crudeza después de haber salido de su círculo de confianza.
“Un déspota de izquierda no deja de ser déspota”
La práctica de ventilar los reparos a la personalidad del ahora presidente de Colombia por parte de los que trabajaron a su lado de algún modo ha hecho carrera, más allá de los matices. El primero en dirigir una feroz carta pública a Petro, en la que cuestionaba su carácter y liderazgo, fue un estrecho colaborador hoy repescado como diplomático en una posición clave: el historiador y académico Daniel García-Peña. Petro lo nombró el año pasado como embajador en Washington, y es el principal responsable de lidiar con las turbulencias en la relación con el Gobierno de Donald Trump.
García-Peña tiene una reconocida trayectoria de militancia en la izquierda. En la asamblea que redactó la Constitución de 1991 asesoró a la Alianza Democrática M-19, el partido surgido de la guerrilla en la que militó Petro en su juventud; llegó a presidir el izquierdista Polo Democrático Alternativo y acompañó a Petro cuando fue alcalde de Bogotá, entre 2012 y 2015. Luego de haber sido su jefe de debate en la campaña por la Alcaldía, se desempeñó como director distrital de Relaciones Internacionales, una suerte de canciller de la capital colombiana, y su esposa, María Valencia Gaitán, fue secretaria de Hábitat.

Ante la salida de su esposa, hoy directora del Centro Nacional de Memoria Histórica, un dolido García-Peña renunció también. “Un déspota de izquierda, por ser de izquierda, no deja de ser déspota”, escribió en una carta.
“La democracia no es solo un ideal, sino que implica prácticas de respeto y solidaridad, especialmente cuando se trata del uso del poder al servicio de la transformación social. La repetida impuntualidad no es nada distinto a un profundo irrespeto por los demás”, planteaba en aquella misiva, en la que también elogiaba al entonces alcalde como una de las personas “más valientes, inteligentes y creativas” que había conocido. En su caso, las heridas cicatrizaron. En otros no.
“El presidente ha desperdiciado una oportunidad de liderazgo global”
Respetado economista e intelectual —aunque le molesta esa etiqueta—, Alejandro Gaviria es la persona que durante más tiempo ha ocupado la cartera de Salud en la historia de Colombia, seis años largos en los dos periodos de Juan Manuel Santos, y ahora también una de las que menos tiempo ha ocupado la de Educación, apenas siete meses en el arranque de este Gobierno. A pesar de mostrarse discreto mientras estuvo en el gabinete de Petro, no ocultó sus reparos a la controvertida reforma sanitaria que persigue el presidente contra viento y marea. Gaviria llegó a afirmar que la propuesta “sería un suicidio”, en un documento que preparó para un Consejo de Ministros y que posteriormente se filtró a la prensa. Esas críticas sellaron su salida, y desde entonces ha tenido más de un choque frontal con el mandatario, que lo ataca de cuando en cuando en sus discursos.
Gaviria, un autor prolífico, publicó un libro que disecciona el primer año del primer presidente de izquierdas de la Colombia contemporánea: La Explosión Controlada: La encrucijada del líder que prometió el cambio (Debate, 2023). El título se refiere a una frase que dijo en campaña, cuando pertenecía a la coalición de centro, y que fue interpretada como un guiño a Petro, al que apoyó para la segunda vuelta. “A veces me gusta ver al presidente Petro como una figura trágica”, escribe Gaviria en ese ensayo. “Sabe que el cambio necesita flexibilidad, pero quiere seguir siendo fiel a unas ideas que parecen llevarlo al dogmatismo y a la inacción”, observa. “El otoño del patriarca es inevitable”, dice en otro pasaje.
El también exrector de la Universidad de Los Andes reconocía en los primeros discursos de Petro visión, elocuencia e inteligencia. “Ya con más calma, varios meses después de esa primera aparición fulgurante, pienso que el presidente ha desperdiciado una oportunidad de liderazgo global. Tuvo la posibilidad de sumar aliados para intentar un giro en la guerra contra las drogas, pudo haber aprovechado el cambio de actitud del Gobierno de Estados Unidos, interesado ya no tanto en las fumigaciones como en el desarrollo social y el respeto a los derechos humanos. Pero no lo hizo”, se lamenta. Los consejos de ministros eran desordenados, caóticos a veces, con discusiones que parecían siempre alargarse en muchas direcciones, recuerda Gaviria. Su relato ha vuelto a estar presente en este 2025, cuando el presidente está empecinado en transmitir en televisión nacional las reuniones de su gabinete.
Una “brecha insoluble” entre el discurso y la realidad
La reforma a la salud provocó, a cuentagotas, la salida de las figuras más liberales del gabinete. En febrero de 2023, cuatro de sus miembros firmaron una carta de 17 páginas con críticas al polémico proyecto –que se hundió en el Congreso y el Ejecutivo todavía busca revivir–. Dos meses después de sacar a Gaviria, Petro despidió a José Antonio Ocampo, de Hacienda, y a Cecilia López, de Agricultura. Todos han sido blanco de críticas del mandatario, a veces feroces. “Me pregunto si cuando nos culpa del fracaso, implícitamente, está aceptando el suyo”, apuntaba López en una entrevista reciente.

El último sobreviviente de los cuatro firmantes fue el director del Departamento Nacional de Planeación (DNP), el académico Jorge Iván González, un filósofo de izquierda conocido como El Sabio. No fue hasta un año después de la carta que Petro le pidió la renuncia. Aunque cumplió la misión fundamental de elaborar el Plan Nacional de Desarrollo, no llegó a la mitad del cuatrienio. A pocos días de su salida, en febrero de 2024, ventiló sus críticas a Petro al señalar “una brecha insoluble” entre el discurso del presidente y su comprensión de la realidad para aterrizarlo.
“El discurso del programa de gobierno del presidente Petro es intrínsecamente válido”, hasta “transformador”, escribió en su columna en el periódico La República, que tituló Facticidad y Validez, el título de uno de los libros del alemán Jürgen Habermas, uno de los filósofos favoritos del presidente. Sin embargo, argumenta que debido a “las numerosas limitaciones institucionales, sociales, económicas, jurídicas y políticas”, el mandatario no ha podido llevarlo a la práctica. Es más, según González, cuando los hechos no encajan con su visión, “el gobernante cae en la tentación de negarlos”. “Entre la validez del discurso y la facticidad de la planeación hay una brecha insoluble, que es profundamente dolorosa”, concluía.
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