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Día de la mujer
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

8M: El ‘indignómetro’ dañado

Mientras se hablaba de identificar y judicializar a las mujeres que pintaron la estatua de Luis Carlos Galán, poco se supo de las acciones para dar con los asesinos de dos mujeres y de cientos de víctimas de feminicidios

Una mujer sentada en una estatua de Luis Carlos Galán en Bogotá
Una mujer sentada en una estatua de Luis Carlos Galán en Bogotá, en una manifestación por el 8 de marzo.Luisa Gonzalez (REUTERS)

Cuando hay una protesta o una manifestación, los daños al patrimonio público o privado tienden a hacer tanto ruido que suelen opacar el mensaje que se quiere llevar sobre una causa. Eso es un hecho. Otro hecho, que va a la par y que puede estar en una de las raíces de la rabia que se puede convertir en vandalismo, es que la llamada opinión pública que se expresa en medios y redes sociales tiende a indignarse más por fachadas o estatuas pintadas que por crímenes cometidos contra personas reales.

Volvió a ocurrir el 8 de marzo cuando algunas de las mujeres que salieron a protestar pintaron paredes o estatuas para manifestar su inconformidad. A pesar de que la mayoría expresó en calma los necesarios mensajes para reclamar equidad, justicia para la violencia de género y acciones efectivas para acabar con la discriminación, el foco del debate se centró en algunos episodios de daños a bienes públicos, en particular el caso de la estatua de Luis Carlos Galán. Escuché que algunas personas calificaron a las mujeres que lo hicieron como terroristas. Es el tiempo de los superlativos, de los fundamentalismos, de la ausencia de grises en el debate, y por eso algunos periodistas y analistas consideran, de manera equivocada, que pintar una estatua es equiparable a los asesinatos o las bombas que matan a decenas.

Según información del periódico El Tiempo, ese mismo 8 de marzo, el día de la mujer, se reportaron dos asesinatos de mujeres en Colombia. En Puerto Boyacá la víctima fue Paola Rivera, de 28 años. En Ibagué fue Sharit Ciro de 19 años. Mientras se hablaba de identificar y judicializar a las mujeres que pintaron la estatua y generaron otros daños, poco se supo de las acciones para dar con los asesinos de estas dos mujeres y de cientos de víctimas de feminicidios.

Ante esos crímenes el indignómetro se mueve poco. Es posible que se haya dañado por usarlo tanto y frente a motivos a veces triviales. Las mujeres que manifiestan su rabia de manera radical argumentan que la indignación generada por haber pintado una estatua no se ve ante el asesinato de mujeres o una violencia sexual que ocurre todos los días sin que, en la mayoría de los casos, amerite pronunciamiento de autoridad alguna ni una nota siquiera marginal en la lista de noticias.

Es cierto que a veces un crimen de género se alcanza a colar en las noticias y en las tendencias virales de redes por el nivel de sevicia, por la edad o la notoriedad de la víctima. Sin embargo, esas violencias ocurren todos los días, en todos los niveles, en zonas urbanas y rurales. Las víctimas son mujeres de todas las edades. Miles y miles los casos que no mueven el indignómetro. Hay entonces razones reales para el dolor y la rabia.

Una joven feminista consultada para esta columna considera que no siempre es vandalismo cuando una manifestación interpela a un objeto. “El 8 de marzo es también un día para canalizar la rabia. Por eso las intervenciones artísticas o políticas que se hacen por parte de las mujeres frente a algunos objetos no se pueden considerar vandalismo. No es dañar por dañar. Es una manera de expresar esa rabia acumulada. Una manera de decir aquí estamos, somos muchas y tenemos rabia”.

Para las autoridades y para otras personas que participan en el debate es claro que se trata de daños en bienes públicos y actos de vandalismo que se deben castigar. Sin embargo, esta joven asegura que el camino no es perseguir a las mujeres. “Lo mejor que podrían hacer las autoridades es no decir a las mujeres cómo se deben manifestar. Mientras no se presenten casos de violencia real contra personas y se trate de objetos, deberían solidarizarse con las mujeres por lo menos ese día. Las cosas se pueden pintar y arreglar”. No es un debate menor. Hay interpretaciones muy distintas sobre el mismo episodio. Abrir la puerta para escuchar y hacer esfuerzo por entender puede servir para quitar presión.

Entendiendo que la rabia es real y tiene motivos reales conviene preguntarse cuál es el objetivo de esas manifestaciones radicales, y si son realmente herramientas eficaces para llevar un mensaje y, sobre todo, para promover acciones. Si el daño a los bienes públicos es considerado un acto vandálico que se castiga, la pregunta es si hacerlo es una acción afirmativa o es un reto a la sociedad que no acaba de entender la magnitud de la violencia de género, y no va a entenderlo mejor por esa vía. Si lo que se busca es avanzar en el camino de la igualdad y el fin de esa violencia, las acciones radicales pueden generar una reacción radical y de rechazo a justas reivindicaciones.

La rabia, por otra parte, se puede incrementar si a las mujeres que expresan su indignación pintando una estatua, las califican como terroristas. Autoridades y líderes de opinión deberían preguntarse si estigmatizar una protesta sirve para proteger el patrimonio público y promover las manifestaciones pacíficas o si más bien eso incrementa las razones de la rabia. Es una conversación compleja, y banalizarla o cargarla de estereotipos no ayuda para que transitemos como sociedad en la solución de problemas de fondo que venimos enfrentando hace muchos años: la violencia de género es uno de ellos y hasta ahora no se ha resuelto. El silencio de las mujeres frente a las violencias se acabó y debemos preguntarnos cómo vamos a sanar heridas, a reparar y, sobre todo, a parar los crímenes que siguen ocurriendo.

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