Episodios circombianos
Como en épocas galácticas de George Lucas, aquí seis episodios de esa franquicia de escandalosa ficción que conocemos como Colombia

Episodio I. Oliverio Isaza tenía una envidiable hoja de muerte: paramilitar (a su vez, hijo de paramilitar), narcotraficante, capo de la minería ilegal, responsable de innumerables desapariciones forzadas, reclutador, homicida y ladrón de alto (literal) calibre. Su prontuario no impidió que una empresa de seguridad privada lo certificara como especialista en la tarea de escoltar personas. 60 horas de alquimia pura: largos años de sangre convertidos en oficio legal. El dueño de la compañía que expidió el “diploma” le dijo al periodista Julio Montiel que Isaza había presentado un certificado de antecedentes en el que constaba que no tenía problema alguno con la justicia. A pesar de su preparación, Isaza fue abatido. En el corregimiento Las Mercedes, del municipio de Puerto Triunfo, Antioquia, lo enterró una multitud emocionada, con mariachis, vítores (“adiós, patrón de patrones”) y numerosas coronas florales. ¡Qué “Terror”!
Episodio II. Es el día más importante para la vicepresidenta Francia Márquez. El presidente estampará la firma en el decreto que dará vida al Ministerio de la Igualdad, encargado de velar por los derechos de todos, todas, tod@s y todes. El burocrático bebé “llorará” por primera vez en Istmina, un municipio del Chocó que, como la mayoría de poblaciones del departamento, existe para nunca ser atendido. El presidente está retrasado. La vicepresidenta, mortificada, hace la presentación del Ministerio. Sus primeras palabras, seguramente fruto del afán y la molestia se repiten: “señores y señores”. Por el desayuno se sabe cómo será el almuerzo: meses después, ambos chocan en el más famoso Consejo de Ministros de Circombia y parten cobijas. Como dicen: todos somos iguales, pero hay gente más igual que otra.
Episodio III. No es fácil elegir las mejores palabras para representar la colombianidad. Sobre todo, en medio de este caos que insiste en graduarse como país. Entre las de connotación negativa, una verbal finalista: “traquetear”. El Diccionario de la Lengua Española indica que se trata de mover algo haciendo ruido (¿el traqueteo de las ametralladoras?), mientras el diccionario de la real realidad habla de narcotraficar, actividad que se desarrolla mejor con armas automáticas. Una palabra que encierra mucho de lo que somos en este país, de gente encerrada en círculos viciosos: sometidos al traqueteo, vivimos del traqueteo.
Episodio IV. Stephen Hawking decía, como lo recordó hace poco el presidente Gustavo Petro, que la inteligencia artificial (IA) podía ser más peligrosa que el cambio climático. La IA, explicó, es un desarrollo algorítmico matemático que permite, en su versión (no confundir con subversión) de mecánica cuántica, conseguir algoritmos más poderosos. Habló del algoritmo de Shor, adelantando que, cuando deje de ser presidente, lo estudiará para entenderlo mejor. Peter Shor, profesor de matemáticas de MIT, en 1994 ideó un algoritmo cuántico para dar vida a factores primos de números grandes, en un escenario eficiente para los computadores. Lo explica Utimaco, proveedor de plataformas globales, de manera que hasta un presidente podría entender: “es un algoritmo informático cuántico que puede resolver factores primos de un número entero en tiempo polinómico. Permite factorizar en números primos en tiempo O (logN ^3) y espacio O (logN)”. Sin duda un sencillo conocimiento que cualquier colombiano preferiría recibir del presidente, en vez de cosas tan nimias como la solución a los problemas de salud, seguridad, infraestructura o corrupción. Episodio que demuestra cómo una persona puede tener los pies en la tierra mientras, al mismo tiempo, vive en la Luna. Solo deidades y mesías gozan del maravilloso don de la ubicuidad.
Episodio V. “En la plaza de mercado del sur de Tunja, aparecieron muertos siete perros en condición de calle. Autoridades investigan lo sucedido”. Así lo informa Alejandra Rodríguez, en Caracol Radio, confirmando que cada vez es más difícil hablar, porque las palabras hoy arden como llagas. ¡Vaya usted a decir perros “callejeros” para que vea el problema en que se mete! Conceptos tipo “chandoso” (colombianismo aceptado por la Real Academia), “carachento” o “sarniento” generan un enorme riesgo para la integridad de quien los pronuncie. Evítese líos: diga perros en condición de calle.
Episodio VI. “En Barranquilla, los profesores, denuncian que son extorsionados, hasta con 2.000 pesos diarios, para poder ingresar a los barrios donde se encuentran los colegios”. Lo cuenta el periodista Brian Saavedra. Las autoridades están al tanto de una situación que sigue ocurriendo sin solución o tate quieto. Tal vez 2.000 pesos sean muy poco para que los uniformados actúen. Habrá que arreglar esto de una manera más acorde con las nuevas éticas: nombrar a los extorsionistas gestores de paz académica.
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Retaguardia. Con excepción del asalto al bolsillo (cuyos recursos ya veremos si llegan a las zonas azotadas por la violencia en el Catatumbo), el esfuerzo de los decretos de conmoción interior es inane: todo ha podido hacerse recurriendo a las herramientas con que cuenta normalmente un gobierno, sin necesidad de tanta pirotecnia legal. Pero es tu Circombia, querido Daniel.
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