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En colaboración conCAF

La mayor central de abastos de Colombia combate el hambre y los desperdicios

Cientos de comerciantes de Corabastos entregan las frutas y verduras que no comercializan al Banco de Alimentos de Bogotá

Comerciante arregla bultos de papas en Corabastos, Bogotá, Colombia.
Comerciante arregla bultos de papas en Corabastos, Bogotá, Colombia.Diego Cuevas

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Entre las 30.000 toneladas de frutas, verduras y tubérculos que circulan al día en Corabastos, al menos 12 son donadas para contrarrestar la perdida de alimentos, por una parte, y, por otra, el hambre de muchos habitantes de Bogotá. Los desperdicios de esos mismos productos pasan por un proceso de compostaje para convertirse en abono de las tierras campesinas, y así recomenzar la cadena alimenticia.

Corabastos Bogotá
Vista general de los almacenes de Corabastos en Bogotá, Colombia. Diego Cuevas

Se estima que un tercio de todos los alimentos producidos en el mundo se pierden o se desperdician, mientras que 733 millones de personas padecen hambre y malnutrición, según datos de la Agencia de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO). Aunque son problemas distintos, contrarrestar la perdida de alimentos aprovechables contribuye a mitigar el hambre. Es por eso que, en Colombia, en donde más del 24% de la población padece inseguridad alimentaria de nivel moderado a grave, muchos de los alimentos que tienen riesgo de perderse en plazas de mercado y grandes centrales de abastos, son redistribuidos entre quienes lo necesitan.

En Corabastos, la mayor central de alimentos de Colombia, que mueve un volumen de más de 30.000 toneladas de productos frescos al día para alimentar a Bogotá y sus alrededores, cientos de los 5.600 comerciantes que trabajan allí entregan las frutas y verduras que no comercializan al Banco de Alimentos de la ciudad, una organización que recoge unas 12 toneladas diarias de comida en la central. Desde hace nueve años, el banco tiene su propia bodega en Corabastos. Así, bultos de papa, yuca, plátano o canastillas de frutas y verduras se reparten entre las más de mil fundaciones que apoya la entidad para ayudar a poblaciones vulnerables de la ciudad y los municipios aledaños. En lo que va de año, el recaudo del banco alcanzó más de 14.320.000 kilos de comida entregados y unos 36.114.400 platos en las mesas de los beneficiarios.

Corabastos Bogotá
Centro de clasificación de residuos de Corabastos en Bogotá.Diego Cuevas

Desde que inició el proyecto en Corabastos, Josefina Donato lidera el manejo de la bodega. Una docena de personas selecciona los víveres que están en óptimas condiciones entre las donaciones para enviarlos con prontitud a las organizaciones apoyadas por el programa, que además representa alivios fiscales para que los comerciantes apoyen la labor. Ante la naturaleza perecedera de los productos, el proceso de revisión debe ser ágil. Los ayudantes observan y palpan los alimentos en segundo para almacenar las donaciones en canastillas que saldrán de la central hacia las instalaciones de los beneficiarios. Un camión del banco se desplaza con celeridad para hacer los recorridos todos los días. “Menos en los contenedores y más en los comedores. Eso es lo queremos”, señala la líder del equipo, quien ha recorrido las más de 50 bodegas de Corabastos animando a los vendedores a apoyar la causa.

“Un porcentaje de los alimentos frescos de los comerciantes pueden perderse ya sea por color, textura, forma o estado de maduración”, explica Donato. Por eso, desde su puesto de venta de plátanos, trabajadores como Bertha Rodríguez, gestionan el excedente de su producto entre donaciones al Banco de Alimentos y ayudas directas para la gente que recorre los pasillos de Corabastos en busca de apoyo. “Preferimos que la comida no se pierda y que la aprovechen los que la necesitan”, apunta la mujer de 50 años, que lleva más de la mitad de su vida comerciando víveres.

Corabastos Bogotá
Berta Rodriguez, comerciante que dona alimentos para el Banco de Alimentos de Corabastos.Diego Cuevas

Frutas y vegetales son los alimentos que más se pierden y desperdician en Colombia (62%), seguidas de raíces y tubérculos (25%), de acuerdo a la FAO. La organización aclara que las pérdidas y el desperdicio no son lo mismo. Las primeras se presentan desde la fase de cosecha hasta que el alimento llega al comercio minorista, y el desperdicio se da desde la venta al por menor hasta el consumo.

Para responder a las pérdidas, donar solo es una pequeña parte de las posibles soluciones. Daniela Idarraga, consultora de FAO Colombia, sostiene que el problema se debe atender desde la raíz. “Es necesario prevenir las perdidas antes de redistribuir”, apunta Idarraga. Para ella, se deben mejorar los procesos en el campo y las dinámicas de comercialización para que la pérdida del 34% de alimentos frescos producidos en Colombia pueda reducirse. “Hay que tecnificar el campo. Los alimentos tienen que entrar a un canal de comercialización estable, para que los medios de vida de los productores mejoren” recalca la experta.

Mauricio Cerdeño, subgerente comercial y de negocios de Corabastos, señala que la central es un punto de apoyo para el campo. “Esto es Colombia en pequeño. Un espacio de encuentro entre productores y comerciantes”, indica. Organismos como la FAO reconocen a las plazas de mercado y centrales de abastos como “una despensa de alimentación saludable y tradicional, pero también como lugares de encuentro y preservación del patrimonio gastronómico y artesanal”, por eso contribuyen a los procesos de centrales como Corabastos, la principal contribuyente al Banco de Alimentos de Bogotá.

Corabastos Bogotá
Mauricio Cerdeño, subgerente comercial y de negocios de Corabastos.Diego Cuevas

Desde el año pasado, algunos procesos de la central también se han tecnificado para contrarrestar los desperdicios. “El 85% de los residuos pasa por un proceso de compostaje”, explica Cerdeña, desde un centro de clasificación de residuos que funciona desde finales del año pasado. Un grupo de seis trabajadores selecciona entre pilas de basura los desechos que no corresponden a frutas y verduras.

Materiales como plásticos y cartones se reciclan, mientras que los residuos orgánicos se convierten en compost, que será vendido a los campesinos por unos 12.000 pesos el bulto (unos 3 dólares). Es así como se pretende abonar de nuevo la tierra para recomenzar con la cadena de suministro.

El proceso de selección de basura se realiza durante las 24 horas en Corabastos con ayuda de trabajadores como Jonathan Gamboa. El joven de 26 años, que no deja de mover sus manos entre el río de alimentos en descomposición, aclara que su trabajo le ha servido para sensibilizarse y aprender sobre la correcta gestión de desechos. “En mi casa intentamos que la comida no se desperdicie, y ya separamos en distintas canecas la basura, para que lo que es reciclable sí se pueda volver a usar después”, afirma.

Banco de alimentos
Jonathan, operario de “Interaseo” en el Centro de clasificación de residuos de Corabastos en Bogotá.Diego Cuevas

Personas como él manipulan toneladas de comida en descomposición, mientras que comerciantes como Rodríguez o Joaquín Bejarano evitan las pérdidas con la solución inmediata de redistribuir los alimentos. Las donaciones representan un alivio vital para quienes no tienen qué comer, y la disminución de la pérdida y desperdicio de alimentos —que representa entre el 8% y el 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero— es un alivio para el planeta.


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