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El ocaso amargo de Rigoberto Urán, el iniciador de la última época dorada del ciclismo colombiano

La fractura en la cadera que significó el retiro del pedalista en la sexta etapa de la Vuelta a España, carrera que disputaba como despedida del deporte profesional, marca un cierre doloroso para una trayectoria tan laureada como ejemplar

Rigoberto Urán durante una competencia en Leysin, Suiza, en 2024.
Rigoberto Urán durante una competencia en Leysin, Suiza, en 2024.Luc Claessen (Getty Images)
Santiago Triana Sánchez

No hay videos, no hay mayores descripciones, no se sabe a ciencia cierta cómo fue. Y quizá no importe: el retiro de Rigoberto Urán este jueves en la sexta etapa de la Vuelta a España, tras una caída en la que se fracturó un hueso de la cadera, es un dolor que no solo es físico. A los 37 años, era la última de las grandes carreras ciclistas por etapas en la que participaba como profesional. Había anunciado en febrero su retiro para el final de esta temporada. Las radiografías mostraron que había sufrido una fractura en el trocánter mayor, el extremo superior del fémur que se une a la pelvis. Su equipo, el EF Education-EasyPost, confirmó que la lesión no requiere de cirugía y que Urán volverá a su casa para recuperarse. Así terminó el último baile de uno de los portentos de la generación de ciclistas que regresó la gloria a Colombia tras años de escasez.

Urán, criado en la adversidad de un país violento, retribuyó todo su drama con glorias. Nació en Urrao, un pequeño pueblo del occidente del departamento de Antioquia, a unos 130 kilómetros de Medellín por carretera. En la época más cruda de la violencia entre guerrillas y paramilitares, los civiles y los campesinos urraeños quedaron en medio. El sábado 4 de agosto de 2001, a Rigoberto, de 14 años, le tocó el turno ante el mayor mal de Colombia: ese día, su padre, que se llamaba igual a él, salió a pasear en bicicleta con dos amigos, se encontraron con un retén paramilitar y jamás volvieron. Luego se supo que le habían ordenado robar unas cabezas de ganado de una finca. Don Rigoberto se negó y lo mataron junto a sus amigos.

La muerte de su padre, quien lo inició en el deporte y alcanzó a verlo ganar en su primera competencia antes de la tragedia, pudo significar un final prematuro para su carrera. Ocurrió lo contrario: el tamaño de Urrao permite que todos sus vecinos se conozcan, y el runrún que hablaba del talento de Rigoberto Urán empezó a escucharse y a llegar a oídos de gente que estaba en el mundo del ciclismo profesional. Pedalistas como su paisano Óscar de Jesús Vargas o Marlon Pérez ayudaron a hacer visibles las capacidades del jovencito de Urrao, que, en 2006, a los 19 años, firmó su primer contrato profesional con el equipo Team Tenax. Después empezó a hacer gala, en más de un sentido, de la especialidad de los ciclistas colombianos: escalar.

Los logros de Rigoberto Urán en casi dos décadas de carrera hablan de un deportista espectacular: un segundo puesto en el Tour de Francia (2017), dos segundos puestos en el Giro de Italia (2013 y 2014), una medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres (2012), aparte de etapas en Suiza, Eslovenia, España y Colombia. Pero Rigo, como es conocido en todo el país, no es solo uno de sus mayores ciclistas. Su nombre es el de un personaje bonachón, que habla con desparpajo, sin ahorrarse las palabrotas amistosas del habla popular paisa. Su rostro está en publicidades, su apodo le da nombre a su tienda de implementos para ciclistas y su vida ha inspirado una serie exitosa tanto en la televisión como en las plataformas digitales.

Para Eddy Jácome, periodista especializado en ciclismo, Urán marca el comienzo de la segunda época dorada de ese deporte en Colombia. A pesar de que más o menos por la misma época ya empezaba a destacarse Mauricio Soler, un grave accidente le impidió tener una carrera tan dilatada como la de Rigo. “Él es el primero en ser supertalentoso desde el inicio. Desde el sub-23 ya empieza a demostrarlo, y eso hace que su carrera tenga una exposición mediática desde temprano, en equipos buenos. Y sobre todo el profesionalismo que lo caracterizó, a pesar de no ser el hombre de más palmarés”, comenta. Su integridad como deportista y su disciplina lo convierten, en su opinión, en un modelo para los ciclistas más jóvenes.

Aunque sus títulos no son tantos como los que han ganado otros ciclistas colombianos, es innegable que es uno de los pedalistas más completos que ha salido del país en los últimos 15 o 20 años: tuvo grandes actuaciones en las carreras de tres semanas, fue un especialista en las contrarreloj, disputó con brillantez competencias de un día ―como aquella que le dio la única medalla olímpica al país en el ciclismo de ruta―, fue un escalador de calidad y, además, por ser un deportista centrado, logró tener una trayectoria muy larga en el máximo nivel. “Va a estar difícil que Colombia vuelva a tener un ciclista así de completo y así de capaz de estar en la élite por tanto tiempo”, opina Jácome.

Su aporte al ciclismo nacional, sin embargo, no fue solo individual: varios de los nuevos ciclistas que viajaban de Colombia a Europa en busca de un lugar en la élite deportiva eran acogidos por Rigo, quien ya gozaba de cierta estabilidad. Entre ellos se cuentan Mauricio Soler, Fabio Duarte, Mauricio Ardila, Nairo y Dayer Quintana o Sergio Luis Henao, según relata el periodista inglés Matt Rendell, experto en ciclismo colombiano, en su libro Colombia es pasión. Jorge Flórez Guzmán, apodado Jorge Queso por su oficio de quesero, fue presidente del club ciclista de Urrao, y sentencia en las páginas de ese mismo libro: “Riguito marcó un momento crítico, un antes y un después. Construyó un puente hacia Europa y se convirtió en una especie de padrino de muchos de los que fueron allí después de él”.

Pese a su trayectoria, llena de éxitos y de episodios de generosidad y compañerismo, las adversidades de Urán en sus años como profesional se cuentan a manos llenas. En 2007, en un Tour de Alemania, una caída le destrozó los codos, una muñeca y le causó una microfractura en la zona cervical. Y en la Vuelta a España ―su eterno pendiente, la única de las tres grandes en la que no logró subirse al podio―, pero de 2019, sufrió siete fracturas en la clavícula, el omoplato y las costillas. La de esta semana, aunque menos complicada, quizá es la más frustrante. Jácome opina: “El ciclismo antes que nada es muy cruel. Si esta es su despedida, va a ser triste, pero también hay cosas que no se pueden controlar, y ellos lo saben muy bien”.

Sin embargo, Urán, como tantos otros ciclistas colombianos, se ha fortalecido en un entorno hostil. El periodista francés Guy Roger, en su libro Egan Bernal y los hijos de la cordillera, dice que la muerte del padre, contrario a amargarlo, convirtió a Rigo en un optimista desmedido, “como quien sabe que el éxito y el lío son como uña y carne”. Esa afirmación parece más tangible ahora, cuando el drama de la caída ha ocurrido casi al tiempo que el nacimiento de su tercer hijo, a comienzos de este mismo mes.

Como se sabe en este deporte, al lado de la dificultad crece la resiliencia. La nueva caída de Rigo en la Vuelta hace ver que su relación con la carrera parece obedecer al movimiento cíclico de las ruedas sobre las que desde niño se lanzó a triunfar en las carreteras de Colombia y de todo el mundo. Por eso, es posible que, una vez superada la amargura por su última caída, diga algo parecido a lo que dijo al mostrar sus heridas tras la recuperación del accidente de 2019: “Pensé que era pertinente mostrarle a la gente lo que uno arriesga, incluso aunque ahora todo está bien, pero su apoyo al final de una temporada complicada y difícil no tiene precio. Después del golpe me dije: ‘¡Wow! No ganaste la Vuelta, pero el corazón de las personas sí”.

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Sobre la firma

Santiago Triana Sánchez
Periodista de EL PAÍS en la edición América Colombia. Ha pasado por la sección de Cultura y por la redacción del Diario AS, en Madrid. Es egresado de Periodismo de la Universidad Javeriana y Máster en la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.
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