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El breaking hace historia: de las calles del Bronx a los Juegos Olímpicos de París

La incorporación a los Olímpicos de este baile contracultural demuestra el gran alcance del hip-hop, y evidencia tensiones entre su espíritu rebelde y su institucionalización

El medallista olímpico de oro, Phil Wizard, durante la competencia de B-Boys, en los Juegos Olímpicos de París, el 10 de agosto de 2024.
El medallista olímpico de oro, Phil Wizard, durante la competencia de B-Boys, en los Juegos Olímpicos de París, el 10 de agosto de 2024.DeFodi Images (DeFodi Images via Getty Images)

Si la Plaza de la Concordia de París pudiera hablar, tal vez recordaría la guillotina y las cabezas que vio caer mientras fue la Plaza de la Revolución, la llegada desde Egipto del Obelisco de Luxor en 1836 y algunas de las almas virtuosas que han recorrido la avenida de los Campos Elíseos. Luego de estos Juegos Olímpicos de 2024, la segunda plaza más grande de Francia podrá narrar que recibió una nueva revolución. Fue allí donde el breaking —un baile callejero que hace parte del hip-hop y fue creado en Nueva York por jóvenes negros y latinos hace 50 años— se inauguró como deporte olímpico.

No es la primera vez que los Olímpicos en París presentan disciplinas olímpicas curiosas. En 1900 hubo tiro a la paloma y carreras de globo aerostático, y en 1924 Igor Stravinsky hizo parte del jurado que determinó que ninguno de los trabajos de composición musical merecía una medalla. La dificultad de evaluar las artes con la misma objetividad que los deportes hizo que salieran de los Olímpicos luego de 1948. En el evento de este año, los jueces de breaking evaluaron musicalidad, originalidad, técnica, ejecución y vocabulario. Así determinaron que la japonesa B-Girl Ami derrotó a la lituana Nicka para llevarse el oro, mientras que el bronce fue para la china 671. En la categoría masculina, ganó el canadiense B-Boy Phil Wizard, la plata fue para el francés Danny Dann y Victor, de Estados Unidos, quedó tercero.

El Comité Olímpico decidió en 2014 que, a partir de los Juegos de Tokio 2020, cada anfitrión podría postular algunos deportes adicionales. Si bien la Federación Mundial de Danza Deportiva (WSDF) propuso el baile de salón, París se inclinó por el breaking, que había sido un éxito rotundo en los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018 y podía atraer espectadores nuevos, más jóvenes, como lo hizo el skateboarding en su debut de 2021.

Es una historia improbable. Una vez el DJ jamaiquino Kool Herc se dio cuenta de que las secciones más percutivas de cada canción eran las que potenciaban las fiestas del Bronx que él animaba a inicios de los 70, empezó a extenderlas con dos tornamesas y dos vinilos idénticos, para que nadie dejara de bailar. Esos momentos, en los que la batería se intensificaba, eran los breaks, y el baile que los acompañaba fue bautizado como breaking. Las políticas de planeación urbana de Robert Moses le habían quitado casi todo al Bronx, un distrito olvidado que ardía en llamas, golpeado por la pobreza. Pero en esas fiestas barriales, en la intensidad de ese movimiento contracultural que luego sería conocido como hip-hop, los adolescentes que inventaban acrobacias al ritmo de los breaks de James Brown tenían algo que no les podían arrebatar.

Un B-Boy baila durante una batalla en el Bronx, en Nueva York, en el verano de 1983.
Un B-Boy baila durante una batalla en el Bronx, en Nueva York, en el verano de 1983.Ricky Flores (Getty Images)

Hay algo de violencia ritual en cada deporte, sobre todo en los Olímpicos, que enfrentan a naciones enteras. El hip-hop fue un antídoto para las guerras de pandillas: en vez de matar a tu enemigo, ¿por qué no derrotarlo bailando con más estilo que él, con un sistema de sonido más potente, pintando tu nombre en lugares más altos o con rimas más afiladas? Por eso las llaman “batallas” de break, un título bélico que guarda ese espíritu de competencia feroz. “El breaking, como parte del hip-hop, les da una opción a los jóvenes de alejarse de las realidades callejeras más duras. Activa tu curiosidad, te ayuda con tu autoestima y te lleva a superar tus límites, a crecer”, le explica a EL PAÍS el B-Boy (bailarín de breaking) venezolano Salo, que representa las crews (o colectivos de breaking) de Flying Legs y Funk Warriors. “¿Cómo algo así no va a ser especial? ¡Es único!”.

Ya desde los años noventa había torneos internacionales de breaking, luego de que películas como Wild Style (1983), Flashdance (1983) y Beat Street (1984) exportaran el hip-hop a todos los continentes. La B-girl bogotana Dylor, que representa al Círculo Hip-Hop, explica que “aunque la práctica del breaking es universal, cada país ha desarrollado un lenguaje propio, un estilo. No es lo mismo ver bailar a alguien de Francia que a alguien de Japón que a alguien de Estados Unidos”.

En Bogotá, los primeros breakers se reunían en el cine Embajador desde 1984. Jóvenes que cinco años atrás habían bailado disco en las minitecas, y otros que recién empezaban, compartían conocimientos y sobre el suelo de mármol pulían sus habilidades, los giros que habían copiado de esas películas, hasta que los vigilantes los ahuyentaban con baldados de agua. El breaking se convirtió en un fenómeno mediático, y movimientos como los headspins, windmills o freezes llegaron hasta programas icónicos de la televisión colombiana de los ochenta como Baila de rumba, animado por Alfonso Lizarazo. Los Bone Breakers fueron unas de las primeras crews que surgieron en Bogotá durante esa época dorada. B-boy Flip Master, uno de sus fundadores, sostiene que desde entonces ya se decía “que el breaking debía ser parte de una competición deportiva internacional, porque tiene exigencias como cualquier otro deporte de alto rendimiento”.

La relación del hip-hop y el poder institucional es tensa desde su origen. Y se ha enredado conforme su marginalidad se ha superpuesto con el impulso que ha adquirido como mercado, negocio o bien de consumo, o como una de las fuerzas culturales más importantes de los últimos 30 años. Que Snoop Dogg haya sido elegido para cargar la antorcha olímpica puede leerse como un triunfo innegable del hip-hop o la prueba de que se ha vuelto inofensivo, según a quién se pregunte. El breaking fue anunciado como deporte olímpico en diciembre de 2020, y así surgió una gran duda: ¿cómo asegurar que la esencia rebelde no se aguara ante la solemnidad de los cinco anillos? En la mitad de su primera batalla, B-girl Talash, que escapó de Afganistán y se refugió en España, mostró un mensaje en su capa que decía “Free Afghan Women”, y fue descalificada instantáneamente: los Olímpicos prohíben las declaraciones políticas. ¿Y entonces qué es el breaking?

La B-Girl, Talash, del Equipo Olímpico de Refugiados durante su primera batalla, en los Juego Olímpicos de Paris.
La B-Girl, Talash, del Equipo Olímpico de Refugiados durante su primera batalla, en los Juego Olímpicos de Paris.Ezra Shaw (Getty Images)

Aun así, B-boy Reztless, de la crew de Medellín Rest In Beats, resalta que las batallas de París, una ciudad que respira hip-hop, se sintieron auténticas. “Los Olímpicos se adaptaron al breaking, no al revés. Tenían toda la atmósfera de una batalla, incluso la rivalidad y la competencia, que no se pueden perder. Hubo gestos de cortadas de cabeza o de fumarse al otro, todo para decir: ‘¡Yo soy el mejor!”. La autenticidad del breaking también pasa por la música, la columna vertebral. El bogotano DJ Fresh, B-boy en su juventud y uno de los primeros artífices del hip-hop colombiano, destacó que DJ Fleg y DJ Plash supieron elegir canciones representativas de la cultura, como “Judgement Day” de Method Man o “The Mexican” de Babe Ruth, y otros clásicos del rap y el funk que afianzaron la personalidad del evento.

Casi todos los B-boys y B-girls con los que habló EL PAÍS resaltaron el alto nivel de la competición y los participantes, pero Flip Master quedó insatisfecho: “Fue apenas como un resumen del breaking, no se vio toda su fuerza, sus movimientos y su creatividad”.

El balance, en todo caso, es positivo, sobre todo ante la meta de poder ganarse la vida con el breaking, que sea más que un hobby. Así lo explica B-girl Cielo, de la crew argentina SuperPoderosas: “Venimos arrastrando una lucha de muchos años para que esta disciplina artística-deportiva sea visibilizada y valorada. Que instituciones tan jerárquicas la acepten me parece un gran acierto. Poder estar codo a codo con las y los mejores deportistas del mundo solo trae crecimiento”. Y Dylor recuerda que bastó con que el breaking fuera parte de los Olímpicos de la Juventud en Buenos Aires para ver cambios. “Los Gobiernos le pusieron más atención al breaking, invirtieron en eventos y viajes”, señala. “Eso es una ventaja muy grande”.

Pese a eso, Cielo manifiesta una crítica para los Olímpicos y la WSDF: no haber escuchado a los breakers. “La representación de la comunidad del breaking para armar las clasificatorias fue escasa. Hubo poca información y ninguna posibilidad de co-crear los lineamientos según las necesidades de cada región. En América Latina hay una cantidad de bailarines enorme, pero no tuvimos voz”. De los 80 breakers que participaron en las clasificatorias previas a los Olímpicos, solo cuatro eran suramericanos. “Ojalá más adelante tengamos la oportunidad de clasificar y hacer una batalla como debe ser”, añade Flip Master.

El breaking no hará parte de Los Ángeles 2028; debutarán el béisbol, el cricket, el fútbol americano de bandera, el lacrosse y el squash. Aunque podría volver en Brisbane 2032, su futuro no depende de esa aprobación. Seguirá vivo en plazas y ciudades de todo el mundo. Para fortalecerlo, Reztless ve en el skateboarding, con sus marcas y patrocinios, un modelo interesante. “Habrá unos breakers que quieran ser institucionales, y otros solo underground. También es posible tener un pie adentro y otro afuera, depende del juego que uno quiera jugar. ¿Por qué no soñar con una marca de break que se vuelva importante? La tarea del movimiento es seguir creando industria a la vez que se preserva la esencia”.

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