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Gobierno de Gustavo Petro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

730 largos días, y lo que falta

Los dos primeros años del Gobierno de Petro han dejado incertidumbre política, de seguridad y económica, lo que ha hecho que estos 730 días hayan sido difíciles y tortuosos. Aunque aún hay tiempo para que cambie el “cambio”

Gustavo Petro, en Lisboa, Portugal, en 2023.
Gustavo Petro, en Lisboa, Portugal, en 2023.Horacio Villalobos (Getty Images)

Si un Gobierno se dedica con decisión a desanimar a la gente y sembrar discordia; a cambiar las reglas del juego de sectores críticos como petróleo, vivienda, energía, infraestructura, salud y pensiones; a subir los impuestos; a dar concesiones a los que matan y trafican droga, mientras debilita a la policía y las Fuerzas Armadas; a insultar y matonear a los que producen e invierten; a regalar a los dueños de carros y camiones los dineros con los que debía socorrer a los pobres; y a hacerse el de la vista gorda frente a actos rampantes de pillaje y corrupción entre sus colaboradores, no se puede sorprender de que la gente ande angustiada, la economía se desinfle, el ahorro colapse, la inversión se estanque y muchos emigren, o saquen capitales del país.

Han sido dos años intensos en los que el crecimiento de la economía se vio afectado porque el ahorro se desplomó, y con él la inversión. Las familias pasaron de consumir mucho después de la pandemia, cuando recibieron dinero y se endeudaron con tarjetas de crédito, a comprar mucho menos a raíz de que los precios han crecido más que su ingreso, en especial en estratos medios y bajos. Los estratos altos pagan más impuestos. Con menos plata en el bolsillo, las familias compran menos a las empresas; estas paran sus planes de inversión, y aparte también tienen que pagar más impuestos.

La inflación se subió en todas partes, pero en Colombia bajó más lento. El Emisor ha tenido que mantener las tasas de interés altas y los bancos han hecho lo mismo. A ese nivel de tasas de interés poca gente se quiere endeudar. Es un círculo vicioso en el que inversión, consumo y producción están estancados. La economía está en un estado comatoso. Esto no vino del cielo. Es el resultado de decisiones estatales, respuestas racionales de hogares y empresas, y una dosis de mala suerte.

La actitud generalizada es esperar a ver qué pasa, atrasar los planes económicos, las compras y los proyectos. El Gobierno no ayuda a reanimar a la gente, pues la actitud abrasiva y revanchista del presidente desanda los esfuerzos reactivadores de algunos ministros. Otros ministros comparten el activismo anti-economía del jefe de Estado; un cuadro poco propicio.

Desde el punto de vista de los sectores económicos, unos han sido muy golpeados porque el Gobierno de Petro ha sido errático en la política de vivienda, haciendo que un sector que venía bien, se estancara. Ha sido tremendamente nocivo y agresivo con el petróleo y el gas, sectores que necesitan visibilidad a 15 o 20 años adelante. Si la regulación es agresiva, no hay inversión. Ha sido opaco en la política energética. No solo tardaron una eternidad en nombrar a los asesores técnicos de la CREG, sino que hay problemas en el gas y en los precios de la energía en la Costa Caribe, un sector donde se avecina una crisis que les estallará en las manos. El supuesto gas de Venezuela nunca llegará, cosa que sabíamos los que tuvimos que ver con eso en el pasado. ¿Cómo depender, en un tema tan serio, de una cuentazo tan endeble? Es algo difícil de entender.

La infraestructura ha visto aumentos en peajes tardíos e incompletos. Falta claridad en las llamadas vigencias futuras, lo que equivaldría a renegar de la deuda pública y de una tradición centenaria de buen pagador del Gobierno. Aparte, la incertidumbre sobre las pensiones llevó a parquear muchos fondos en títulos de deuda pública, en lugar de en inversión productiva.

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Se paralizaron el comercio y la industria, que sumados a los anteriores son más del 60% de la economía nacional. A hoy no hay un horizonte claro.

¿Qué ha hecho el Gobierno? Ha intentado compensar con gasto público el declive en el consumo y la inversión privados. Para ello, se despacharon con dos reformas tributarias, una del Gobierno anterior y otra del actual, que nos han sacado mucho dinero del bolsillo. Los presupuestos de la Nación han aumentado considerablemente, pero el gasto efectivo ha sido escaso. La ejecución del Gobierno ha sido deficiente y de baja calidad. Además, según cuenta a diario la prensa, en lo único que se afanan por ejecutar es en los numerosos escándalos de corrupción.

En resumen, tenemos incertidumbre política, de seguridad y económica, lo que ha hecho que estos 730 días hayan sido difíciles y tortuosos. Se necesita un redireccionamiento desde la cabeza del Gobierno y desde los ministerios para que el país recupere un horizonte y claridad sobre hacia dónde vamos. Bien trabajados, los 730 días que quedan pueden enderezar el caminado.

Pero ese no parece ser el ánimo del Gobierno. Siguen empeñados en que saben mejor que todo el mundo cómo hacer la paz, ayudarle a los pobres y reactivar la economía, mientras los anteriores 730 días demuestran lo contrario. El cambio no funcionó. De sabios es reconocer y corregir. Cambien el cambio, o los cambian a ellos.

En contraste, inician el tercer año de Gobierno con una cacofonía de reformas: reelección, constituyente, nueva de salud, servicios públicos, nueva laboral, nueva tributaria, inversiones forzosas al sistema financiero, agraria, en fin.

Esperemos que los próximos dos años sean más claros y que el Gobierno encuentre la luz y nos guíe, manejando mejor este gran vehículo, bus o avión, en el que vamos 52 millones de colombianos. Pero esa esperanza es ingenua.

El gran temor de mucha gente es que este Gobierno disfuncional aún goza de un 30% de aceptación. Eso los pondría en la segunda vuelta presidencial de las elecciones de 2026. Con el presupuesto y la capacidad de influencia en determinadas regiones, será un enemigo formidable. La política no necesariamente castiga la ineptitud, como lo demuestran muchas naciones cercanas.

Si 730 días nos parecieron una eternidad, ¿Qué tal si en lugar de otros 730, faltaran 2.190 de este mismo enfoque gubernamental; es decir, hasta el 2030?

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