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Petro insistirá en la ONU con el acuerdo nacional para implementar la paz

El presidente regresa a Nueva York con la intención de extender la implementación de lo firmado en La Habana con las FARC y se espera que critique las herramientas que tiene a la mano para cumplirlo

Gustavo Petro, durante una intervención ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en septiembre de 2023.
Gustavo Petro, durante una intervención ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en septiembre de 2023.Richard Drew (AP)
Juan Diego Quesada

Gustavo Petro regresa a Nueva York. A través de la ventanilla del coche oficial que le recoge en el JFK, escoltado por los servicios de inteligencia estadounidenses, se sucede el Roy Wilkinson Park, South Jamaica, la Liberty Avenue que discurre entre Brooklyn y Queens. En el horizonte, el State Building. El presidente de Colombia regresa a una de sus ciudades favoritas, una en la que siente que se ha proyectado al mundo. Hace dos años, en la Asamblea General de La ONU, un septiembre caluroso que le hacía sudar la camisa blanca metida por dentro de los pantalones, pronunció un discurso nada condescendiente con Washington. Se quiso alejar de la tradición de otros presidentes colombianos, que guardaban un enorme respeto a Estados Unidos, su principal socio política y económicamente. Petro, en cambio, lo acusó de haber cometido un genocidio en Latinoamérica con la guerra contra las drogas que impulsó Nixon en los setenta. Se puso lírico para hablar del vacío existencial de la sociedad estadounidense: “Nosotros les servimos para excusar los vacíos y las soledades de su propia sociedad que la llevan a vivir en medio de las burbujas de las drogas. Les ocultamos sus problemas que se niegan a reformar”.

Aquel día sintió que había dicho exactamente lo que quería decir. Una cosa es pensar en abstracto y otra verbalizarlo. Recibió críticas por ser tan duro con el Gobierno de Joe Biden, que este año da una ayuda, por ejemplo, de 410 millones de dólares. A Petro no le importó. Como buen izquierdista de los setenta-ochenta, tiene animadversión ante el imperio yanqui. Después llegó tarde al cóctel organizado por la Casa Blanca en el que Biden iba a saludar a presidentes de distintos países. Cuando se lo reprocharon, dijo que él no iba a perseguir al presidente de Estados Unidos a los baños para tener un momento de gloria. Era una forma de reiterar que no iba a guardar una actitud complaciente. No se iba a arrodillar ante nadie, para no dar más rodeos con esta idea.

Ahora vuelve a Nueva York. Dormirá frente a Central Park. Caminará un rato, rodeado de hombres de negro con pinganillo, por las amplias aceras de esta ciudad abrumadora. Le espera el jueves una intervención en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde Colombia no es miembro, pero puede participar en sus deliberaciones como país afectado. El presidente trae un mensaje, de unos diez minutos, muy claro: el acuerdo de paz no se ha implementado lo suficiente, o no lo suficientemente rápido, y eso ha provocado que muchos firmantes (excombatientes de las FARC) hayan sido asesinados y la violencia siga afectando a algunas regiones del país. En esos territorios operan disidencias con las que el Gobierno negocia su desarme. Mientras eso ocurre, Colombia no termina de ser una nación enteramente pacificada.

Se le ha reprochado a Petro que vaya a la ONU a quejarse de que el Estado no ha conseguido concretar ese acuerdo sobre el terreno, al tratarse de una paradoja: él es el jefe de ese Estado y debería ser él quien lo lograra. El presidente le reprocha a su antecesor, Iván Duque, haber hecho todo por dinamitar la implementación—Duque, un desconocido, llegó al poder por el impulso del presidente Uribe y el no al proceso de paz en un referéndum que ganaron los que se oponían a sentarse en una mesa con la guerrilla-. Petro cree que no existen las herramientas burocráticas suficientes para llevarlo a cabo. Ante la ONU expondrá, como ha repetido durante semanas en Colombia, que quiere movilizar lo que él llama el poder constituyente, un movimiento de masas inspirado en el filósofo Antonio Negri.

Nadie puede asegurar que vaya a referirse a la asamblea constituyente. Tampoco que no lo vaya a hacer. El canciller Luis Gilberto Murillo, que también viaja a Nueva York para atender distintos compromisos, ha dicho que no lo hará. En cualquier caso, va a pedir que el tiempo de implementación pactado, 15 años, se extienda cinco u ocho años más. Parece claro que se le concederá. Petro ha hecho toda su vida campaña por la paz, desde que el M-19, la guerrilla en la que militaba como un guerrillero-activista (nunca fue un verdadero combatiente) negociara con el gobierno de turno reconvertirse en un partido político e iniciar la discusión de esa Constitución que se firmó en el 91, considerada más progresista que la sociedad colombiana de ese tiempo, aunque muchos de sus artículos no se hayan cumplido aún. Por eso, para ejecutarla, Petro quiere reformarla. Otra paradoja del presidente, una genialidad o una boutade.

En el viaje también mantendrá una reunión de 20 minutos con el secretario general de la ONU, António Guterres. Además, inaugurará en la sede de la ONU uno de los monumentos que se construyeron con el armamento fundido que pertenecía a las FARC, una obra cuya realización quedó pactada en el punto 3 del Acuerdo Final de Paz, rubricado en La Habana. Esta es la agenda, lo escrito en papel. Petro vuelve a la ciudad en la que se siente vivo y se aleja de la crispación de la actualidad colombiana. Los rascacielos le dan sombra a un presidente en continuo agite.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.
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