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Andrés Mauricio Muñoz, autor de ‘Los Desagradables’: “Nunca concibo mis proyectos pensando en el género. Pienso en historias, en personajes”

En su última novela, publicada por Seix Barral, este autor colombiano sigue retratando el arquetipo del hombre minúsculo, aquel que no es ni seguro, ni confiado, ni recio

Andrés Mauricio Muñoz
Andrés Mauricio Muñoz, en la FILBo, el 25 abril de 2024.ANDRÉS GALEANO

Andrés Mauricio Muñoz nació en Popayán hace 49 años. Ha sido ganador de importantes reconocimientos literarios, incluyendo el Premio Nacional de Cuento UIS, en 2010; fue finalista de la V edición del Premio Hispanoamericano de cuento Gabriel García Márquez con su libro Hay días en que estamos idos (Seix Barral, 2017); y su novela El último donjuán (Seix Barral, 2016) fue seleccionada por el Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana como uno de los tres mejores libros de 2017. Además, es el autor de los libros Las Margaritas, historia de un hombre minúsculo (Seix Barral, 2019), Un lugar para que rece Adela (UdeA, 2015) y Desasosiegos menores (UIS, 2010).

Los Desagradables, publicado en 2023 por Seix Barral, es su última novela. En esta, Manuel Palomino, un ingeniero que trabaja como administrador de inventarios de una bodega en una empresa de abarrotes, se enfrenta al hecho de revisitar su vida, hacer un recuento de lo logrado, mientras se prepara para ver a sus antiguos compañeros de universidad, un grupo denominado Los Desagradables, y cuyas vidas sigue a través de WhatsApp. Este personaje, que se percibe a sí mismo como un ser minúsculo, es un reflejo de la soledad contemporánea y de la locura que subyace como una fuerza invisible, entre la animalidad y la búsqueda de sentido.

Pregunta. Pienso en Los Desagradables como en el resultado de una obsesión que persigue su obra: la del ser humano pequeño, enfrentado a la soledad y a un mundo que no puede controlar, que se siente cada vez más indefenso en un entorno hiperconectado, tecnológico, que exige más. ¿Qué opina de esto?

Respuesta. Esta novela es una mezcla de obsesiones. Por un lado, lo que he llamado los agobios contemporáneos, cómo esa soledad, esas frustraciones del hombre de siempre, se ven matizadas por la contemporaneidad en la que las vidas se exhiben en una vitrina, como si estuvieran ahí para mostrarnos eso que no hemos logrado, o para magnificar nuestras conquistas. Por otra parte, está la obsesión en retratar al hombre minúsculo que ya había abordado en Las Margaritas. Son hombres que no calzan con el estereotipo de hombre fuerte, seguro, conquistador y recio. Manuel Palomino, protagonista de Los Desagradables, se autocalifica como un varón de poca monta. La novela surge de ese cruce de obsesiones, pero también de una conversación que escuché en una cafetería, en la que un hombre se negaba a ir a un reencuentro de exalumnos y exhibía una razón lapidaria: “Para qué voy a ir, si es que yo no he hecho nada en la vida”.

P. ¿Por qué eligió un personaje masculino?

R. Mi objetivo es retratar a ese hombre minúsculo, poco seguro, apocado por la vida, intimidado ante la posibilidad del amor, que de alguna manera se siente avasallado por el otro género. Patricia Fierro es la contraparte de Palomino, sometida a sus propias inseguridades, que sortea a través de una máscara que le funciona muy bien en lo social. Esos hombres y mujeres sometidos a estas nuevas dinámicas son los que nutren mi trabajo literario.

P. Me llama la atención el desarrollo del personaje de Palomino, cómo, en busca de una afirmación de su autoestima, van surgiendo la obsesión y una animalidad que lo lleva al giro del final, ¿siempre estamos al borde de caer presa de nuestro instinto?

R. Un lector me dijo: “hay días en que me levanto Palomino”. Ese personaje hecho verbo me llevó a creer que había logrado el objetivo. Todos, en alguna época de la vida o en algún contexto, pasamos por el tipo de cuestionamientos que se hace Palomino sobre lo que ha conseguido o no en la vida, o el porqué de su falta de aspiraciones. No creo que todos estemos parados en ese borde que mencionas, pero sí estar al filo del acantilado no es exclusivo de alguien en particular, porque bajo ciertas consideraciones podemos estar ahí parados, sin intuir qué seguirá si nos atrevemos a dar ese paso que nos dicta el instinto.

P. Estructuralmente la novela corresponde a su género, pero es muy corta, casi como un cuento largo. Me pregunto si la extensión es algo buscado, si quería escribir una novela corta, si sintió que era lo que pedía la historia, o se siente influido por un género en el que ha obtenido muchos reconocimientos, como es el cuento.

R. Dentro del género de novela corta hay otras mucho más cortas; digamos que esta queda a medio camino entre el concepto de nouvelle y la novela tradicional en el sentido de la extensión. Nunca concibo mis proyectos pensando en el género. Pienso en historias, en personajes. En este caso, cuando sentí que había conseguido de Palomino lo que buscaba, consideré que no tenía sentido extenderla. Me gusta cuando los lectores descubren cuál es el verdadero final de la novela, el que se infiere a partir de lo que está escrito, aunque siendo estrictos esta novela no tiene un final abierto, sino, por el contrario, bastante cerrado.

P. A propósito del cuento, su último libro de cuentos fue Hay días en que estamos idos, de 2018. ¿Por qué ese interés reciente por la novela? ¿Tiene que ver con las exigencias del mercado?

R. Para nada. Tengo tres libros de cuentos publicados y tres novelas publicadas. Pero el cuento sigue predominando, porque tengo un libro inédito y estoy en proceso de escribir otro. Desde hace mucho tiempo me he abstenido de escribir movido por circunstancias que no estén ligadas con lo estrictamente literario. Escribo historias, concibo personajes, y el género lo descubro en el proceso de pensar hasta la extenuación cómo llevarla al papel. Si muriera mañana me iría tranquilo, no porque sea considerado un gran escritor o sea taquillero, sino porque tengo la certeza de que he sido fiel a la apuesta que hice en la escritura.

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