_
_
_
_
Educación
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El fin de la educación como la conocemos

Hoy, aunque persiste la convicción de que hay que seguir apostándole a la educación, es cada vez más difícil defender el sistema que conocemos

educacion en colombia
Estudiantes de la Institución Educativa Termarit, en Buenaventura, en noviembre de 2023.Jair F. Coll

Hago parte de la generación que creció bajo la premisa de que a través de la educación se accedería a las oportunidades y a la posibilidad de mejorar la calidad de vida. Muchos de nosotros invertimos tiempo, recursos y esfuerzo para formarnos tras ese El Dorado, y el mercado laboral, no siempre de manera sencilla o respondiendo a nuestros deseos, nos fue recibiendo. Ser profesional, tener una especialización, una maestría e incluso un doctorado eran la llave hacia un futuro promisorio para miles de personas y sus familias. Sin embargo, esto cambió y para las nuevas generaciones, formadas y con unas expectativas diferentes, la promesa se rompió.

La escolaridad influye en la calidad de ingresos económicos de las personas. Desde esta perspectiva, estudiar sí paga. Sin embargo, en nuestro país es una fuente de desigualdad. La deserción es enorme. Por cada 100 niños que entran a primaria, solo 44 se gradúan como bachilleres. De estos, únicamente el 40% entra a la universidad y apenas un 18 % la termina. Un embudo total.

La mayor parte de la educación formal de calidad está en las principales ciudades del país, y se resume en 300 instituciones de educación superior, entre públicas y privadas, que atienden aproximadamente 2,4 millones de estudiantes. En esos lugares también están ubicadas las principales fuentes de trabajo. Entonces, ¿qué pasa con las regiones más alejadas o las ciudades más pequeñas? Se calcula que la tasa de cobertura nacional de la educación superior es cercana al 54%; sin embargo, hay departamentos que no llegan al 20%. La educación entonces no es para todos.

La otra pata es que, en la carrera por mejorar los ingresos a partir de la educación, las personas están entrando en un camino muy difícil en el que no se trata de la mejor educación, sino la que se puede pagar. Esto marca otra diferencia. En Colombia, a febrero de 2024, solo 92 de 300 instituciones de educación superior tenían la acreditación de alta calidad del Ministerio de Educación Nacional, dentro de las cuales están varias de las universidades privadas con las matrículas más altas del país, que por semestre pueden oscilar entre 17 y 34 millones de pesos. Teniendo en cuenta que el salario mínimo en el país quedó para este año en 1,4 millones de pesos, a no ser que se logre ser parte de algún plan especial de acceso a la educación superior, estudiar en una universidad de alta calidad es impagable para la gran mayoría. Y la alternativa de hacerlo en una pública no es tan sencilla porque la competencia es dura, y muchos estudiantes no tienen una preparación que les permita superar el proceso de admisión o sus niveles de exigencia.

Pero el problema no es solo la educación. El mercado laboral castiga duro a los jóvenes. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), la tasa de desempleo juvenil para el trimestre septiembre-noviembre de 2023 fue del 16%, siete puntos porcentuales por encima de la tasa nacional. La situación se hace muy grave si hacemos un zoom en la población que debería estar en la universidad o trabajando luego de graduarse como profesional. Según un estudio de la Universidad del Rosario, el 28,67% de los jóvenes de entre 18 y 24 años y el 19,3% de los que tienen entre 25 y 29 años se clasifican como ninis, o sea que ni estudian ni trabajan. Las oportunidades no son para todos.

Actualmente estamos frente a la generación más preparada académicamente de nuestra historia, pero en un entorno menos prometedor y esperanzador. Hace unos días Probogotá publicó la tercera encuesta de mercado laboral, Presente y Futuro del Empleo en Bogotá Región 2023. Los resultados son poco alentadores. Tres datos así lo evidencian. Casi el 60% de los empresarios consideran que los jóvenes llegan a los trabajos con habilidades regulares o malas; el 34% de los empleadores no cuenta con ningún joven entre 18 a 28 años contratado; y solo el 17% de los empleados adquirió sus habilidades laborales en instituciones educativas. Si esto pasa en Bogotá, que representa más del 25% del producto interno bruto (PIB) nacional —o el 31% si se agrega el aporte de Cundinamarca—, ¿cómo será esta situación en el resto del país?

Con un panorama en que las universidades cada vez son más caras y sus egresados o ganan menos o tienen muchas dificultades para encontrar trabajos; que en muchos casos, lo que aprenden tras varios años de estudios poco o nada sirve para desempeñarse en un entorno altamente cambiante y de gran incertidumbre; que se observa un aumento sostenido en el número de personas que no quieren ir a la universidad porque sienten que no les ofrece el acceso al mundo que ellos quieren; que la inteligencia artificial reemplazará o mutará profundamente algunas carreras que hoy conocemos; hoy, aunque con la convicción de que hay que seguir apostándole a la educación, es cada vez más difícil defender el sistema que conocemos.

Me he centrado en lo que pasa en Colombia, pero esta crisis es mundial. Sabemos que muchas cosas no van bien, pero no hay alternativas de transformación profunda. La riqueza está hiperconcentrada y el acceso a las oportunidades más restringido. Si no nos repensamos como sociedad, seguiremos acumulando dolores y frustraciones.

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS sobre Colombia y aquí al canal en WhatsApp, y reciba todas las claves informativas de la actualidad del país.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_