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Simón Bolívar
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cincuenta años después del robo de la espada de Simón Bolívar

La elección de Gustavo Petro confirmó que el camino de los cambios no pasa por las armas y que una Constitución, si se usa bien, puede ser más eficaz que una espada para lograrlos

Espada de Simón Bolívar
Gustavo Petro habla junto a la espada de Bolívar, el 7 de agosto de 2022 en Bogotá.Fernando Vergara (AP)

Este 17 de enero de 2024 se cumplen 50 años del robo de la espada de Simón Bolívar por parte del grupo guerrillero M-19. La espada volvió a cobrar importancia en el Gobierno del presidente Gustavo Petro. Su primera orden, al jurar el cargo, fue pedir el traslado de la espada como un símbolo especial en su ceremonia de posesión después de que el Gobierno saliente negó la solicitud para tenerla en el acto en la Plaza de Bolívar. Una espada cargada de simbolismo que ya merece descansar.

Buscando información para esta columna intenté hablar con una persona que participó en el robo de la espada. Ni siquiera pude hablar con ella. Me mandó a decir que ya había dicho todo lo que tenía para decir sobre ese episodio y no hablaría más sobre eso. Me quedé con el deseo de tener más detalles de lo ocurrido al final de esa tarde de jueves de enero hace medio siglo. Aunque es un episodio muy contado y relatado, quería pedir a alguien que participó que lo viera con ojos de hoy, detrás del filtro que dan los años. Creo que la negativa a volver sobre ese pasado me dijo más de lo que pensé en un primer momento. Entiendo ahora que hay una gran dosis de razón en el deseo de dejar ese episodio en lo que fue y cuándo fue.

El pasado nos ronda todo el tiempo y es normal porque las sociedades están hechas de su historia. Lo importante es saber cómo se enfrenta ese pasado para que el presente y el futuro no se estanquen. La espada de Bolívar es un símbolo de la independencia de Colombia desde hace más de 200 años y, desde hace 50, se convirtió también en símbolo de un grupo que intentó tomarse el poder por la vía armada y fracasó en el intento. Entendió el M-19 que ese no era el camino y dejó las armas en marzo de 1990 para sumarse a la vida civil y desde allí hacer política.

Muchos de sus militantes participaron activamente en la redacción de la Constitución de 1991 como protagonistas porque el movimiento que surgió tras la desmovilización logró en las urnas la tercera parte de los escaños en la Asamblea Constituyente. Si hablamos de símbolos importantes en el último medio siglo para Colombia, la Constitución, con todos sus aciertos y defectos, ha significado más en la vida de los ciudadanos en estos últimos 33 años que una espada robada, perdida, entregada, que ha sido motivo de disputas y buen pretexto para contar historias y leyendas.

La Constitución de 1991, que ayudaron a redactar algunos de esos guerrilleros desmovilizados, es el acuerdo más importante que hemos logrado los colombianos en medio de la violencia que con mayor o menor intensidad nos ha golpeado a lo largo de nuestra vida republicana y con particular ferocidad en los siglos XX y XXI. La elección de Gustavo Petro, exmilitante del M-19, quien llegó al poder con su proyecto de izquierda por la vía de unas elecciones democráticas, confirmó que el camino de los cambios no pasa por las armas y que una Constitución, si se usa bien, puede ser más eficaz que una espada para lograrlos.

Por eso llama la atención el culto a una espada que, por histórica y famosa que sea, no deja de ser un arma. Los símbolos lo son porque resumen el espíritu de momentos, de grupos, o de episodios que para algunas personas, muchas o pocas, marcan puntos de quiebre. En ese sentido, para los exmilitantes del M-19 esa espada significó el nacimiento de un movimiento guerrillero y algunos la siguen reivindicando a pesar de que dejaron las armas y han conseguido mucho más haciendo política dentro de la ley. La Constitución representa un pacto democrático para buscar hacer realidad lo que pregona en su primer artículo: que Colombia es un Estado Social de Derecho. Todavía falta mucho para que se haga realidad lo que dice esa Constitución, pero tenerlo como declaración fundamental es un logro.

Es complicado para un presidente en ejercicio que hace más de 30 años dejó las armas tener ese cordón umbilical que lo liga a un pasado guerrillero porque pareciera a ratos que es algo que no acaba de pasar y que muchos de sus antiguos compañeros le reclaman tener presente. ¿No será el momento de envainar la espada? ¿No será el momento de convertir en símbolo mayor y colectivo esa Constitución que todavía hoy representa un mínimo acuerdo vital en una sociedad quebrada, dividida?

Creo que esa persona que se negó a hablar conmigo de un episodio del que fue protagonista al final dijo mucho y lo leo como una importante lección política y de vida: hay que saber cuándo callar, cuándo avanzar, cuándo cambiar de símbolos y de formas. La memoria es importante, tanto como la justicia, pero también se requiere entender cuándo hay que pasar página para poner la mirada en el futuro. El silencio es también una forma potente de hablar.

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