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Seguridad en Colombia
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La relación entre Petro y los alcaldes, factor clave para recuperar la seguridad

El presidente y los mandatarios locales deben entender que les va mejor si trabajan de manera coordinada por el bien de los municipios, las regiones y el país

Gustavo Petro (centro) junto a la la Ministra de Trabajo, Gloria Inés Ramírez (derecha) y la Ministra de Educación, Aurora Vergara (izquierda), durante una rueda de prensa en Bogotá (Colombia), en noviembre de 2023.
Gustavo Petro (centro) junto a la la Ministra de Trabajo, Gloria Inés Ramírez (derecha) y la Ministra de Educación, Aurora Vergara (izquierda), durante una rueda de prensa en Bogotá (Colombia), en noviembre de 2023.Presidencia de Colombia

Con la posesión de alcaldes y gobernadores comienza una nueva etapa en el poder local y también se abre una oportunidad para ajustar las relaciones con el Gobierno Nacional que empezaron mal con algunos de ellos. El presidente Gustavo Petro dijo en su alocución de cierre de año: “Es a partir del programa de transformación del territorio que se puede construir la paz y una mejor seguridad del país”. Este es uno de los grandes retos pendientes de la actual Administración y uno de los que más reclaman los ciudadanos desde las regiones: la seguridad. Y cualquier avance en la materia depende en buena medida de la gestión coordinada con los mandatarios locales.

Eso puede resultar complejo en varias de las ciudades y departamentos más importantes del país, que quedaron en manos de alcaldes y gobernadores de partidos opositores al Gobierno. Eso no es nuevo, ni es un problema en sí mismo, pero puede ser un obstáculo si estos funcionarios deciden hacer oposición desde sus cargos y si el presidente no logra superar el mal comienzo cuando, luego de las elecciones de octubre, se reunió solamente con los mandatarios electos que consideraba de su proyecto político o cercanos a él. Una vez más se le olvidó que la Constitución consagra al presidente como símbolo de la unidad nacional. Alcaldes y gobernadores de todas las tendencias, por su parte, deberían entender que el mejor negocio para sus regiones es hacer gestión adecuada en las instancias nacionales y para ello es mejor la concertación que la batalla campal. En un país centralista son muchas las decisiones que pasan por Bogotá.

No se trata de borrar las diferencias políticas o ideológicas porque siempre existirán y así debe ser en toda democracia. Se trata de encontrar caminos institucionales que permitan tramitar los acuerdos necesarios para sacar adelante las agendas regionales. En materia de seguridad, la particularidad de cada municipio y región hace que solamente desde lo local se pueda entender lo que ocurre: saber si hay presencia de grupos armados, cuáles son, cómo se mueven. Si hay economías ilegales en las zonas, si se trata de delincuencia común, inseguridad urbana o problemas en áreas rurales. Es ahí, en los territorios, en donde se sabe qué pasa y cómo se puede enfrentar. Con frecuencia los problemas de implementación de los planes nacionales de seguridad nacen de la desconexión con quienes están en las comunidades afectadas. Se diseñan y planean en la distancia muchas veces sin entender las dinámicas y particularidades locales.

Lo extraño de nuestro sistema es que si bien se considera que los alcaldes son los jefes locales de policía, eso casi siempre es una mera formalidad porque los organismos de seguridad son centralizados y nacionales, y es poco lo que pueden hacer en sus municipios para enfrentar realmente los problemas de seguridad. Por eso presidente y mandatarios locales se necesitan para enfrentar la inseguridad. Deben entender que van en la misma barca y les va mejor si encuentran la manera de trabajar de manera coordinada por el bien de los municipios, las regiones y el país. No habrá política de seguridad y de paz exitosa sin que pase por el trabajo local.

El espíritu del nuevo año, que suele ser de esperanza, no me alcanza para ver con optimismo el futuro. En varias oportunidades hemos visto que no pocos de nuestros líderes políticos trabajan mucho pensando en las elecciones y bastante menos pensando en ejecuciones reales. Por eso me asalta el temor de que esos mandatarios regionales de partidos de oposición que están convencidos de que el Gobierno de Gustavo Petro es nefasto para el país decidan quedarse en la orilla de la oposición, sin entender el mandato que recibieron en las urnas que no es otro que dejar de lado su camiseta política para ponerse la del municipio. Es mucho pedir, por supuesto. Las elecciones del 2026 están a la vuelta de la esquina, ya comienzan a hablar los que aspiran a ser candidatos y algo me dice que los partidos esperan alinear a sus huestes regionales en la idea de pelear el poder nacional. Con un presidente que ha perdido popularidad, ya se entiende que la mejor bandera es ir contra Petro, y por eso es difícil que desde las trincheras locales los partidos de oposición cedan algo y busquen concertar.

El presidente, por su parte, tiene claro que se debe pensar en los territorios y lo ha demostrado con varios de sus proyectos sociales. Sin embargo, a la hora del manejo político, le ganan la calentura, su cuenta en X y su tendencia a la confrontación. Estamos de pronto ante una tormenta perfecta para varias regiones: unos mandatarios locales que se pueden convertir en opositores al Gobierno Nacional y un presidente que los trata como tal. Al final se ven como enemigos, y en ese punto siempre pierden las comunidades y el país. La sociedad civil en cada municipio, las organizaciones sociales y comunitarias tienen un papel clave para exigir a los Gobiernos locales y nacional que respondan como debe ser a sus necesidades más allá de las diferencias políticas. ¿Estarán los líderes a la altura de lo que requiere el país desde sus territorios?

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