Lo primero es la salud

Considerando el enorme costo político que ha supuesto sacar la reforma de la salud adelante – y aunque todavía le falta pasar por el Senado – vale la pena preguntarse por qué ha sido priorizada tanto

Representantes en la cámara baja del Congreso de Colombia festejan la aprobación de la reforma a la Salud, el 5 de diciembre de 2023 en Bogotá.Cámara de Representantes

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Buenos días, lectores,

Todos hemos escuchado el aforismo. Lo primero es la salud. Irrebatible. Parece que el presidente Petro se lo ha tomado a pecho, sacándolo del contexto usual – el bienestar físico individual – y aplicándolo este año a la batería de reformas que quiere sacar adelante durante su gobierno. Después de meses de vaivén, de debates acalorados, de Gabinetes derrumbados y vueltos a construir, de alianzas rotas y un sin fin de acusaciones cruzadas, este martes la reforma de la Salud ha pasado en la Cámara de Representantes. Ha sido sin lugar a dudas la prioridad legislativa del Gobierno Petro; sin embargo, llegados a este punto, considerando el enorme costo político que ha supuesto sacarla adelante – y aunque a la reforma todavía le falta pasar por el Senado –, vale la pena preguntarse por qué.

Durante el primer semestre del autodenominado Gobierno del cambio, la reforma tributaria fue la prioridad. Pasó en tiempo récord y con un apoyo muy holgado en el Congreso. Ahí no hay muchas dudas de por qué se tenía que empezar por aquí: sin las cuentas claras, no habría posibilidad de tachar todo lo que seguía en la lista de tareas. Después, sin embargo, las decisiones no han sido tan fáciles de entender.

Intuitivamente, tal vez uno pensaría que la reformas laboral, de educación o agraria serían la bandera del primer presidente de izquierda de la historia contemporánea colombiana. En cada caso sería más evidentemente coherente en un plano ideológico: actuar con celeridad a favor de los trabajadores o reforzar sin titubeos una educación pública de calidad – de paso premiando a los votantes jóvenes que tanto hicieron por hacerlo presidente – o actuar con decisión y por fin enfrentar el problema inacabable de la tenencia de la tierra en este país. Pero no, y a pesar de que en su discurso Petro haya insistido más en la paz total y en la transición energética, en la práctica la punta de lanza legislativa siempre ha sido la salud.

Bien puede ser un tema ideológico, igualmente. De pronto para el presidente Petro que la sanidad sea un negocio multimillonario y con tendencias a la gradual concentración de recursos y servicios en manos de unos cuantos – bajo su lectura del sistema actual –, y encima todo financiado por el Estado, es una aberración a sus principios. Más aún, en la ambición de construir un efectivo Estado de bienestar, la salud, ahora sí y prácticamente por definición, va primero. O tal vez ha sido más bien una cuestión pragmática: que consideraran que la reforma a la salud era la “fácil” a pesar de la ambición y controversia, imaginando una oposición todavía más férrea a la propuesta de un cambio profundo en trabajo, educación o tierras.

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En este espacio no podemos dar una respuesta certera a por qué se ha priorizado reformar el sistema sanitario por encima de todo lo demás – aunque también ha habido propuestas y avances en otros frentes – ni vamos a adentrarnos en los detalles de la reforma, a la que todavía le falta un buen trecho para ser una realidad. Pero sí podemos preguntarnos si ha valido la pena a nivel político, porque a todas luces el costo para el presidente Gustavo Petro ha sido y está siendo enorme: le costó la coalición de Gobierno, le ha costado mucha popularidad y parece que también le está costando la sintonía con la calle, la que tanto le gusta exhibir. Es difícil saber qué cálculos internos ha hecho el Gobierno en este sentido, pero juzgando por la manera en que la ha ido sacando adelante, a los golpes, parece que el momento de vendérsela a la ciudadanía de lleno todavía está por venir.

Otras historias

Antes de despedirme, les recomiendo estos artículos que hemos publicado en la semana y que merecen un rato de lectura:

  • Para empezar, el sábado pasado se cumplieron 30 años de la muerte de Pablo Escobar. En este reportaje, Juan Diego Quesada se adentra en el recuerdo del narcotraficante y terrorista más universal, entre el mito y la vergüenza. Y, para complementar ese reportaje, EL PAÍS entrevistó al general Óscar Naranjo, quien participó en el cerco que llevó a la muerte del capo, y luego como comandante de la Policía, se enfrentó a su legado: “Pablo Escobar instaló la idea de que matar es legítimo si soluciona un problema”.
  • Otra entrevista importante. Esta vez, con Claudia López, y la alcaldesa saliente de Bogotá hace un balance de su mandato, critica con dureza al Gobierno nacional y pospone una decisión sobre su posible candidatura a la Presidencia de Colombia en 2026: “Petro es un caudillo populista de izquierda”.
  • En este artículo, Juan Pablo Vásquez desmenuza la decisión de la Corte Constitucional sobre la paz total – que consideró que la ley no es contraria a la Constitución, con la excepción de algunos poderes que concedía al presidente – como el más reciente capítulo de una relación de altibajos y la apertura de una vía para la reconciliación entre ambos.
  • Los resultados globales de las pruebas PISA 2022 no han dejado muchas caras alegres y en Colombia reiteran las debilidades del modelo educativo, escribe Greace Vanegas en esta nota.
  • Para acabar con un poco de cultura, hablamos con Verito Asprilla, música de Tumaco de 19 años que irrumpe en las principales tarimas del país con una mezcla de trap y currulao: “No quiero entrar a la industria siendo una más. Hay que marcar la diferencia”.

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