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Columna
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Un año de testarudez

En el caso del Gobierno Petro tal vez la asignatura en problemas es ‘Humildad’

Gustavo Petro durante un consejo de ministros, en Bogotá
Gustavo Petro durante un consejo de ministros, en Bogotá, el 5 de junio de 2023.Presidencia de Colombia (EFE)

Es difícil, por no decir imposible, que un gobierno, el que sea, asuma algún tipo de responsabilidad por sus errores. Así como en tiempos de Iván Duque pasaron semanas antes de reversar la reforma tributaria que se convirtió en el chispazo que dio vida al paro nacional. Y de la misma forma en que aún nadie del gobierno Uribe asume la responsabilidad sobre las ejecuciones extrajudiciales conocidas como falsos positivos, en el gobierno Petro, que hoy cumple su primer año, ha sido imposible que las fallas se reconozcan, hecho que contrasta con el Gustavo Petro congresista quien pedía con vehemencia y argumentos que los gobiernos de entonces asumieran su responsabilidad antes tantas y tan diversas denuncias que hizo en su momento.

Tal vez son los avatares de la política: quien llega a gobernar debe mostrarse como un ser infalible y esta infalibilidad debe contagiar a todos los integrantes y actuaciones de su gobierno para que este de manera monolítica sea omnipotente ante propios y extraños.

El dilema que subyace tras esa actitud es tal vez la mayor contradicción del gobierno que hoy cumple años, pues desde su elección, pasando por el discurso de posesión, e incluyendo los mensajes que se interpretaron con la elección de los integrantes de su gabinete ministerial, Petro siempre se mostró promotor de un gobierno en el cual nadie en el país se sintiera excluido, una especie de gobierno de todos para todos. Pero el paso de las semanas y los meses terminó mostrando que tal discurso de concordia y diálogo era una máscara, más que una realidad.

La inmodificable reforma a la salud, la falta de diálogo con el sector empresarial en la reforma laboral, la falta de franqueza a la hora de evaluar la situación de orden público son síntomas de un gobierno que se encerró sobre sí mismo y sus ideas, sin abrir espacio a la discusión, sin conceder que hay fallas, sin aceptar lo evidente. En cuestión de un año, Petro y su gobierno terminaron pareciéndose más en testarudez al gobierno que le precedió antes que ser una muestra de que la política de verdad podía renovarse para hacer de Colombia un país más franco.

Cinco meses para elegir un nuevo ministro de cultura. Seis meses y contando para definir quién va a dirigir el Instituto de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (INVIMA). Errores en los reportes del Ministerio de Minas. Bloqueos aquí y allá. Zonas recuperadas en anteriores gobiernos que están nuevamente bajo el control de organizaciones ilegales. Los reiterados incumplimientos en la agenda del Presidente. Armando Benedetti. León Fredy Muñoz. En fin, la lista sigue y sigue.

Claro que no todo es negativo. Sin duda este gobierno ha avanzado en asuntos que siembran esperanza en el país y eso debe aplaudirse. Sin embargo, a la hora de hacer un corte de cuentas siempre será más importante llamar la atención sobre aquello que falla para buscar mejoras en esos aspectos. Es lo mismo que cuando le entregaban a uno las notas en el colegio: hay que mejorar en la asignatura en la que uno se raja. Ahí es donde hay que enfocarse.

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En el caso del gobierno Petro tal vez la asignatura en problemas es ‘Humildad’. Una cualidad que sin duda le faltó al gobierno anterior, pero que no debería faltarle a este que se dice ser más humano. Porque humilde es aceptar los errores. Y humano es enderezar lo que va mal.

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