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Petro pone tierra de por medio con Venezuela

El presidente, inmerso en sus líos internos y con una popularidad a la baja, se aleja de un conflicto que no le ha dado ningún rédito político

Gustavo Petro saluda a Nicolás Maduro en Caracas (Venezuela), el 1 de noviembre de 2022.
Gustavo Petro saluda a Nicolás Maduro en Caracas (Venezuela), el 1 de noviembre de 2022.FEDERICO PARRA (AFP)
Juan Diego Quesada

Petro ha perdido peso en el debate venezolano o, más bien, Venezuela ha dejado de ser una prioridad en la agenda del presidente colombiano. En sus primeros meses en el poder, apostó prácticamente toda su política exterior a restablecer relaciones con Caracas y a tenderle la mano a Nicolás Maduro para que volviera a la escena internacional y al diálogo con la oposición. Petro ha logrado lo primero, pero lo segundo, mediar en la crisis política venezolana, devora a todos los bienintencionados que creen tener a mano una solución. Él no ha sido la excepción.

El presidente tiene una fe inquebrantable en su poder de seducción. Visitó Caracas varias veces con la convicción de que Maduro, al ver que él le legitimaba con su sola presencia a ojos de los demás países, accedería a regresar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Frente a frente, en el Palacio de Miraflores, le dijo al sucesor de Hugo Chávez que esa era la mejor manera de honrar la democracia liberal. Maduro no movió un músculo de la cara cuando escuchó la palabra democracia, pero dejó entrever que había alguna posibilidad de que se integrara de nuevo en algunos organismos regionales.

Más tarde, Petro le pidió de corazón que marcara en el calendario la fecha de las elecciones presidenciales venezolanas de 2024. La comunidad internacional espera que el chavismo permita que un candidato opositor pueda disputarle de forma legítima la presidencia a Maduro y en el país se formalice una transición política. Petro pensaba que la mejor forma de llevarla a cabo era de la mano del chavismo. Se alineó con EE UU cuando Washington prometió levantar gradualmente las sanciones siempre y cuando Maduro diera muestras de apertura, como liberar presos o quitar las inhabilitaciones de políticos opositores. El presidente colombiano tenía una hoja de ruta y un final sorprendente en la cabeza. Pensaba que todos aquellos que lo acusaban de querer transformar Colombia en una dictadura castrochavista se iban a quedar de piedra al verle como actor clave de una transición democrática en Venezuela.

No hay que olvidar que él también insistió a Maduro en que debía regresar a la mesa de negociación con la oposición. Por momentos, quiso arrogarse el papel de mediador y desplazar a México y Noruega, pero después se dio cuenta de que era una estrategia equivocada, que era mejor sumar que dividir. México era el camino establecido, el canal oficial. Por eso, la reunión de cancilleres que organizó en Bogotá, con mucha expectación pero un resultado tibio como lo que envuelve a Venezuela, concluyó que lo prioritario era poner fecha al proceso electoral y regresar a la mesa de diálogo.

Los deseos de Petro no están ni remotamente lejos de cumplirse. Maduro no ha cedido ni un milímetro en su estrategia, ha desoído todos los consejos de su amigo colombiano. Hace unos días, incluso hizo renunciar a la directiva del Consejo Nacional Electoral (CNE) más democrático de los últimos años y, entre los nuevos miembros, el presidente quiere colocar a su esposa, la primera dama Cilia Flores. Con el órgano electoral desactivado, la oposición, sin apenas tiempo ni margen de maniobra, tendrá que organizar por sí misma unas primarias de las que debe salir un candidato único que se enfrente a Maduro, con todo el problema logístico que eso supone para un grupo de políticos enfrentados por enormes diferencias, inhabilitados a capricho por el chavismo o en el exilio.

La ofensiva del Gobierno contra la oposición ya ha dejado de lado hasta el disimulo. A las inhabilitaciones de Freddy Superlano y Henrique Capriles se unió ayer la de María Corina Machado, una radical de derechas que iba a la cabeza de todas las encuestas de las primarias. EE UU criticó de inmediato la decisión. “La decisión de hoy (…) priva al pueblo venezolano de derechos políticos básicos”, dijo el portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, en un comunicado. Petro, al que en su día inhabilitaron como alcalde de Bogotá durante 15 años por una resolución injusta, también respondió airado: “Ninguna autoridad administrativa debe quitar derechos políticos a ningún ciudadano”. Petro de la mano de Joe Biden y no de Maduro, el que parecía a priori su aliado más natural.

Poco a poco, el presidente colombiano se ha chocado con un muro de realidad. El chavismo, como le advertían los más escépticos, no tienen ninguna intención de entregar el poder en un proceso democrático abierto y transparente. El asunto no le proporciona por ahora ningún rédito político a Petro. Como mucho, se le verá enarbolando la bandera de un fracaso. Noruega media en el conflicto, pero no le va la vida en ello, no altera el día a día en Oslo. En cambio, para Petro era algo importante, era su forma de posicionarse como un líder regional e incluir su nombre como un hombre de consenso y paz en los libros de historia.

“Para el Gobierno colombiano, Venezuela ha perdido importancia. La conferencia internacional fue un fracaso y eso desanimó a Petro”, explica una fuente diplomática de alto nivel. “Me parece muy diciente que Álvaro Leyva (canciller colombiano) se comprometiera a seguir moviendo el tema venezolano en la Asamblea de la OEA, pero en vez de hacerlo se fue a París con Petro a un foro de finanzas internacionales”, añade. En su opinión, también es muy llamativo que la última reunión entre Venezuela y Estados Unidos, un encuentro secreto que reveló EL PAÍS, se produjera en Qatar, una monarquía absolutista que ha ganado un protagonismo inesperado en la mediación.

A medida que la solución en Venezuela se ha ido alejando, Petro se ha encontrado con un sinfín de problemas internos. Hace unos meses sacó de su Gobierno a los ministros más moderados por considerar que estaban siendo un estorbo para su proyecto de cambio. Con los nuevos dio un giro a la izquierda y abandonó de facto el propósito de sacar adelante todas sus reformas en su primer año de mandato. La derecha y el centro le han dado la espalda y han sido un obstáculo para su Gobierno, pero en vez de tender de nuevo la mano, como hizo al principio, el presidente se ha enrocado y no parece dispuesto a negociar sus reformas. O las que él tiene en la cabeza o ningunas.

A todo ese ruido interior se le sumaron los escándalos de la gente que le rodeaba. El embajador en Caracas, Armanado Benedetti, su asesor de campaña, un socio leal en apariencia, entró en combustión y arremetió contra la que era la mano derecha de Petro, Laura Sarabia. La disputa se convirtió en un caso de escuchas ilegales, abuso de poder y presunta financiación irregular en campaña. Benedetti y Sarabia acabaron destituidos de sus puestos, pero en el aire quedó la sensación de que el presidente que había prometido airear la vida política colombiana tropezaba con los fantasmas del pasado.

Para sustituir a Benedetti, Petro ha elegido a Milton Rengifo Hernández, alguien que no sentía muchas simpatías por el chavismo. Rengifo Hernández había escrito tuits como este:”Y aquí rogando para que Maduro caiga y poder tener gasolina y diésel a la mano”. Se vio obligado a borrar Twitter. La designación ha enfadado al chavismo, que no suele perdonar estas afrentas. “Su nombramiento es ya de por si una muestra de que el tema ha dejado de importar tanto”, incide la fuente diplomática. El canciller Leyva , por su parte, continúa restableciendo las relaciones con Venezuela —la frontera, los consulados, la seguridad—, pero eso no significa que Petro no se haya resignado a encontrarle una salida al conflicto de Venezuela. Inmerso en su propio laberinto, el presidente colombiano pone tierra de por medio con la eterna crisis venezolana.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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