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El Gobierno de Colombia y el ELN acuerdan la agenda para alcanzar un alto el fuego y la participación política de la guerrilla

El proceso de paz cierra en México el segundo ciclo de conversaciones con la presencia de Francia Márquez

La vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, y el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, durante el evento en el que se cerró el segundo ciclo de conversaciones ete viernes en Ciudad de México.
La vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, y el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, durante el evento en el que se cerró el segundo ciclo de conversaciones ete viernes en Ciudad de México.HENRY ROMERO (REUTERS)
Juan Diego Quesada

Los negociadores se van de México con una hoja de ruta que marcará el destino de las conversaciones de paz. El Gobierno de Colombia y el ELN han acordado una agenda después de una larga discusión donde queda plasmado el camino para conseguir un alto el fuego y la participación política de la guerrilla. El Gobierno quiso respaldar el proceso de paz enviando a la clausura de este ciclo de negociaciones a la vicepresidenta, Francia Márquez, que como mujer afro del Cauca ha sufrido todas las violencias sistémicas de este país, incluida a la guerrilla. “Quiero decirle al ELN que es la primera vez que le veo a los ojos sin miedo”, dijo.

No ha sido un acuerdo fácil de alcanzar. Las partes discutieron durante tres semanas y no fue hasta el último día que hubo consenso. El martes hubo un rifirrafe tenso entre el jefe negociador de la guerrilla, Pablo Beltrán, y el del Gobierno, Otty Patiño. En el texto firmado, el ELN no quiso reconocer a Colombia como un Estado Social de Derecho, como viene en su Constitución, por lo que de alguna manera, aunque suene contradictorio, lo considera ilegítimo, según fuentes de la negociación. En cambio, Colombia le da a la guerrilla carácter de “organización política militar rebelde”. A los guerrilleros les obsesionaba este punto, ya que su anterior estatus, el de grupo armado organizado, los asemejaba a los carteles de la droga.

En el colegio de San Ildefonso, en un edificio del siglo XVI, frente al primer mural que pintó Diego Rivera en su vida, los negociadores presentaron sus conclusiones. En este ciclo se esperaba poder acordar el alto el fuego, una prioridad para Petro, pero se vuelve un tema difícil para la guerrilla, que teme quedar desprotegida frente a otros grupos criminales. Tras la intervención del canciller mexicano Marcelo Ebrard, tomó la palabra Beltrán, vestido con pantalón blanco y una rebeca gris. Leyó cuatro folios de un discurso potente en el que habló de la paz, las víctimas y la necesidad de pasar la página de “la trágica noche de la violencia estructural”. Se logrará la paz, continuó, con justicia social y cuando se erradique “el imperio de lo ilícito sostenido por la fuerza”.

Pablo Beltrán, líder del ELN
El jefe negociador del ELN, Pablo Beltrán, este viernes en México durante el fin del ciclo de conversaciones del proceso de paz.HENRY ROMERO (Reuters)

El siguiente en tomar la palabra fue Otty Patiño, quien recordó que le han pedido que no se levante de la mesa hasta que haya un acuerdo de paz, y no lo hará. “Ese es mi compromiso”, dijo. Patiño puso la nota de humor, al confundir los Estados Unidos Mexicanos con los Estados Unidos de América. “Está bueno, ¿no?”, bromeó. Rememoró, como muestra de la hermandad de las dos naciones, que en este país Gabriel García Márquez empezó a escribir Cien años de soledad, y continuó homenajeando a la figura de Carlos Pizarro, líder del M-19, guerrilla en la que tanto él y como el presidente Gustavo Petro militaron. Ese grupo armado se desmovilizó hace 33 años. Cree que ese debe ser el destino final del ELN.

“Hemos creado una agenda para la paz en Colombia. Es una brújula que nos guiará en este tránsito hasta la paz soñada”, continuó. Se basa en tres pilares: la participación ciudadana, la democracia real y las transformaciones socioeconómicas. Se trata, y entonces citó a Petro, de construir una unidad dentro de la diversidad. Francia Márquez escuchaba en primera fila, con las manos entrelazadas. Era a quien todo el mundo quería escuchar. Patiño se dirigió a ella: “Soy seco de lágrimas, pero se me aguaron los ojos escuchándola (en una reunión previa)”. En ese encuentro privado, Márquez recibió un informe con los alivios humanitarios que había concretado la mesa en una región “deprimida y olvidada” como es la de la costa pacífica.

Le tocó hablar a ella. “El mensaje de hoy es de paz. La guerra nos ha dejado destrozados, con un dolor profundo, una sociedad rota”, prosiguió. “En cada hogar de Colombia se han sufrido los efectos de la guerra”. Y recordó que esa guerra “ha tenido rostro de hombre. Ha sido el machismo y el patriarcado lo que ha impulsado esta guerra que nunca debió ser”. Acabó con fuerza: “Convoco al ELN y al Gobierno a mantenerse en la mesa, pase lo que pase. Los niños y niñas de Colombia esperan mucho de ustedes”. Se llevó un aplauso general de casi un minuto.

El punto sobre la participación política de la guerrilla resulta complejo. Sus dirigentes no creen en la democracia representativa, sino en la directa. “Si un alcalde no cumple, habrá revocatoria de mandato”, dijo Beltrán en una entrevista con este periódico. A ellos les gustaría llevar ese modelo a los territorios donde más presencia tienen, como Arauca. En ese lugar son el poder de facto. A través de militantes y organizaciones sociales tienen una gran presencia en la sociedad civil. Cuando unos jóvenes idealistas y unos curas seguidores de la teología de la liberación crearon el grupo armado tenían aspiraciones de asaltar el poder, a la manera de Fidel Castro. Desde hace 20 años, sin embargo, han abandonado ese anhelo y se conforman con las regiones en las que tiene apoyo popular. En cierto modo, se han convertido en una guerrilla acomodada.

Los negociadoes de Colombia y el ELN, junto a otros actores del diálogo de paz que se ha celebrado en las últimas tres semanas en la Ciudad de México.
Los negociadoes de Colombia y el ELN, junto a otros actores del diálogo de paz que se ha celebrado en las últimas tres semanas en la Ciudad de México.HENRY ROMERO (Reuters)

En el punto uno de la agenda se recalca que este es un camino para la construcción de una alianza política y social hacia un gran acuerdo nacional. Esas palabras grandilocuentes, “gran acuerdo nacional”, sobrevuelan constantemente la mesa de negociación. Por eso, Gustavo Petro ha incluido en la discusión a los militares y a figuras importantes de la derecha colombiana como José Félix Lafaurie, representante de los ganaderos. Sin embargo, el ELN parece más enfocado en asuntos locales, ensimismado en su microuniverso. Sorprende, por ejemplo, que no hayan pedido una Asamblea Constituyente, una exigencia muy habitual de todas las guerrillas que se han sentado a negociar con el Estado colombiano.

Da la sensación de que el ELN está ante una oportunidad histórica. Enfrente tiene a un Gobierno progresista, el primero en la época moderna de Colombia, con una actitud abierta y dispuesta. Petro y los suyos desean ese acuerdo ante todo. El presidente ha instado a la organización a tomar este camino de paz después de 60 años de guerra. No va a ser fácil: la guerrilla tiende a imponer en la conversación su visión del mundo, muy apegada al siglo XX.

Cuando acabe el conflicto armado, la agenda establece que, además de reconocer el carácter político del ELN, habrá que resolver la situación de los guerrilleros procesados y condenados. También se tendrán que dar las condiciones y garantías de seguridad para que el grupo pueda participar en política. Se establece que se debe erradicar “toda forma de paramilitarismo”. Sobre las armas, se dice que se construirá “un acuerdo en sincronía con la estrategia para superar la violencia y neutralizar el armamentismo y el belicismo”.

Se habla, por fin, de las crisis que puedan surgir durante el proceso. Ha habido dos, las dos propiciadas por Petro. El presidente anunció en Twitter un alto el fuego que no existía y más tarde hizo una comparación entre el ELN y Pablo Escobar, el narcotraficante, también en esa red social. La guerrilla enfureció y pidió explicaciones. El proceso no llegó a peligrar, pero sin duda sufrió una sacudida. Ahora, en la agenda se dice que esos problemas se discutirán en la mesa y, en el caso de no llegar a un acuerdo, se pedirá la mediación de los países garantes y acompañantes permanentes.

Acordada la agenda, ahora toca desarrollarla. Sin duda, lo más difícil. Pareciera que después de siete meses empiezan de verdad las negociaciones. La violencia sigue en los territorios, por lo que no hay tiempo que perder ni margen para muchos errores. La discusión para lograr la paz continuará dentro de unas semanas en la próxima parada: La Habana, Cuba.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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